Esta es la historia que Matilda recuerda en el tren que los lleva desde Mixcoac a la ciudad de México. Fuera. Es de mañana, y por la ventanilla, el paisaje parece iluminado por una luz irreal [...] Joaquín le ha tomado una de sus manos y la sujeta como si se tratara de un ancla. Su rostro todavía no sabe que hacer con la alegría. Matilda no lo ve. En la ventanilla que los protege de la intemperie, hay reflejos, imágenes fragmentarias, colores sobrepuestos sobre el bastidor de un tiempo estático irremediable. Esta es la historia que Matilda se cuenta a sí misma en silencio mientras los dos dejan el manicomio en el olvido. Hay lugares a los que sólo podrán entrar por puertas distintas, palabras que no compartirán con nadie.
Cristina Rivera Garza, “La Diablesa”, en Nadie me verá llorar.
Ararat de Atom Egoyan, Canadá, 2002. El escritor argentino Ricardo Piglia ha dicho que "La literatura es una forma privada de la utopía." Esta afirmación bien podríamos trasladarla a cualquier forma de creación/recreación artística en la que, el producto final, será una especie de sumatoria entre referentes personales (y por lo tanto totalmente subjetivos) y el contexto que, aunque a veces no evidente, hace su aparición en el escenario de la producción.
El hilo conductor de este escrito es la película Ararat, dirigida por Atom Egoyan (2002) 1 . Trataré de orientar el inicio de mi interpretación tomando como pretexto algunos escritos literarios en los que sus autores han trabajado con el "problema de la historia" o mejor dicho de la construcción de los correlatos históricos.
¿Por qué acudir a textos literarios? Una causa inmediata es que la literatura, como el cine (el arte en general), se vale de ciertas licencias para recrear la realidad. Lo que hace que, al tiempo que podamos usar una parte objetiva de ésta, también pueda ser "distorsionada" sin que eso implique la ausencia de verosimilitud. La otra causa es que: "Las intersecciones entre cine y literatura son múltiples, y ocurren en ambos sentidos." 2
En el poema "La Fundación mítica de Buenos Aires", Borges se pregunta: "¿Y fue por este río de sueñera y de barro que las proas vinieron a fundarme la patria?" Al final del mismo poema dejó asentado: "A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires, la juzgo tan eterna como el agua y el aire." 3 El poeta acude a los elementos de la historia imaginaria de Buenos Aires, uniéndolos a ciertos referentes de la historia mayor para finalmente fundar, a través de la palabra, la historia no oficial de su ciudad; pero no por ello inexistente en cierto nivel. Nos enfrentamos así a una forma de correlato en la que confluye un uso particular de la palabra: la recreación de la memoria y la confección de utopías a través de ésta.
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A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires, la juzgo tan eterna como el agua y el aire. | |
Jorge Luis Borges | ![]() |
[...] Quise limpiar las hojas que Lucía había dejado ahí y me levanté para acomodarlas y las páginas que me había estado leyendo eran, en realidad, notas que ella misma había escrito con letra nítida. No había ninguna carta ahí me dice el Pájaro. ¿No es extraordinario? Es extraordinario, dice el Pájaro y se larga a reír. Una lección. ¿No era una lección refinadísima? Esa mujer me enseñó todo lo que sé. Me enseñó a no confundir la realidad con la verdad, me enseñó a distinguir la ficción y a distinguir sus matices. Me leyó cartas apócrifas o verdaderas y me contó historias, las historias que yo quería oír, todo un verano, hasta la noche, dice el Pájaro [...] 4
La memoria individual y colectiva, es pues, un constructo del que se desprenden los usos que necesitemos darle a los recuerdos y del que se desprende también la manera y las formas en que ese constructo tomará forma, ya con palabras, ya con imágenes o con otro tipo de lenguajes.
La memoria confronta nuestra existencia porque a partir de ella articulamos el presente. La memoria y los recuerdos pueden entonces ser la noción tácita para la comprensión y ubicación en el mundo. Quizá por ello quienes pretendemos "hacer historia" permanecemos de una u otra manera anclados a aquello que Georges Duby llamó "literatura de evasión." Este anclaje no se da siempre como una operación de "huida" del presente, sino como una tarea para entender precisamente este presente. ¿Por qué utilizo entonces el término literatura de evasión? Porque me parece que es debido a la subjetividad antes mencionada que deseamos reconstruir el pasado como quisiéramos que hubiera sido, aunque, acudiendo de nuevo a Duby: [...] invento, pero me preocupo por fundamentar mi invención sobre los cimientos más firmes posibles, construirlo a partir de huellas criticadas rigurosamente, de testimonios tan precisos y exactos como sea posible. Pero eso es todo. 5
De esta manera podemos acercarnos a una primera hipótesis: La neutralidad y la objetividad, aun en el trabajo académico, es imposible. Esta imposibilidad es precisamente uno de los puntos importantes en Ararat.
Frecuentemente habéis querido contarme lo que soy; pero os deteníais y me dejabais en suspenso, diciéndome: "Espera todavía no".
Miranda a Próspero en La Tempestad. William Shakespeare.
"¿Entonces de que se trata la historia?" En Ararat, esta es la pregunta que el oficial de Aduana le hace a Rafi después que éste le da una primera explicación de lo que contienen los rollos de película; pero además es una pregunta que da la pauta para que el espectador pueda tener una mirada desde la metaficción (la película dentro de la película). Pues es después de 38 minutos de presenciar, a través de imágenes, la re- construcción que hace Rafi de la historia de "su pueblo", que Egoyan nos devuelve al presente en aquel lugar totalmente simbólico: la aduana. Porque es ahí donde comienzan los periplos de la memoria.![]() |
Ararat narra la historia de dos familias enemigas que luchan por recuperar sus raíces, exorcizar sus fantasmas y lograr la reconciliación. | |
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Este quizá sea un punto para reflexionar en torno a la riqueza que podemos hallar en la creación artística, pues mientras la Historia debe ceñirse a un sistema de convenciones para relatar y reconstruir el pasado, las producciones artísticas pueden jugar y acudir no sólo a distintos discursos sino que pueden abiertamente nombrar la subjetividad que toda reconstrucción lleva implícita.Un texto puede llegar a ser una especie de "collage" de otros textos, algo como una caja de resonancia de muchos ecos culturales, y puede hacernos rememorar no sólo temas o expresiones, sino rasgos estructurales característicos de lenguas, de géneros de épocas, etc., pues, en efecto, otras lenguas y otros textos entran en un nuevo texto ya sea como citas (copiados) ya sea como recuerdos, ya sea entre comillas o como plagios. 7
El termino espacio evoca posibilidades de recorridos de acuerdo con múltiples itinerarios, sobre todo de reunión y de estratificación en una estructura de capas que hace que el pasado acumulado de este modo escape a la simple cronología". 8
Este espacio de apertura ayuda a insertar los acontecimientos y hechos subjetivos que permean una y otra etapa, como un desdoblamiento de otros espacios de experiencia que pueden ser horizontes de espera.
En Ararat este horizonte parece estar habitado por el anhelo de darle legitimidad a la historia no oficial en la que se inserta el genocidio armenio. Legitimidad que dentro de la película es confeccionada a través del otro relato cinematográfico, el que vemos cómo es construido a lo largo de la película.
6 Todorov, cuando trata el tema de "El buen uso" afirma: "Otra forma de marginación de los recuerdos se produce en el duelo: en un primer momento, nos negamos a admitir la pérdida que acabamos de sufrir, pero progresivamente, y sin dejar de añorar a la persona fallecida, modificamos el estatuto de las imágenes, y cierto distanciamiento contribuye a atenuar el dolor. Todorov, Tzvetan. Los abusos de la memoria, España, Paidós, 2000, pp.24-25.
Ha venido ahora el instante. Ha llegado el minuto en que es necesario abrir tus oídos. Obedece y está atenta. ¿Puedes recordar el tiempo en que aún no habitábamos en esta gruta? No creo que puedas, porque entonces no tenías más que tres años.
Próspero a Miranda en La Tempestad. William Shakespeare.
Hemos dicho que en la película, la aduana es el lugar simbólico de mayor importancia, porque físicamente es desde ahí que Egoyan nos presenta la historia a través de Rafi como uno de los principales sujetos de enunciación, pero no el único. El sujeto de enunciación mayor está en las imágenes del pasado y presente que se entretejen hasta formar una suerte de palimpsesto. Pues a pesar de que casi a lo largo de toda la película los planos de secuencia presentan cortes temporales, llega un momento en que es imposible entender un tiempo sin vincularlo al otro, ya se trate del pasado o del presente.
Es así como un discurso contiene la huella de otro discurso en una sucesión casi infinita. Con esta sucesión y entrecruzamientos de discursos podemos mirar también la fuerza que puede adquirir una creencia. Ya lo afirmó Ortega y Gasset: "El hombre, en el fondo, es crédulo o, lo que es igual, el estrato más profundo de nuestra vida, el que sostiene y porta todos los demás, está formado por creencias." 9
Es precisamente la creencia de hacer lo correcto, en términos de moralidad, lo que hace que el actor que representa a Jeudet Bay crea que su personaje hizo lo correcto, pero al mismo tiempo, es su creencia de lo efímero de la historia lo que lo lleva a decirle a Rafi: "Olvidemos la maldita historia y sigamos adelante."
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La gente feliz no tiene historia. En el desconcierto, la tristeza, cuando uno se siente quebrantado o desposeído de sí mismo, experimenta la necesidad de narrarse. | |
Simone de Beauvoir | ![]() |