Múltiples inteligencias y museos, más allá del diseño

Bajo este referente, surgieron primero en los museos los llamados “cuartos de descubrimiento”, espacios dedicados principalmente para los niños, en donde se colocan una gran diversidad de objetos que lo mismo pueden producir sonidos, ser tocados, o simplemente contemplados. También es posible leer, platicar con otros visitantes, realizar tareas solitarias o en equipo, e incluso poner en juego habilidades sociales muy diversas.

Posteriormente, y debido al éxito de estos espacios infantiles, es que al diseño de equipos para todas las edades se ha incorporado la posibilidad de utilizar el cuerpo en el aprendizaje de ciertos movimientos o de la danza (no sólo exhibir el proceso en acción). La puesta en juego de la habilidad espacial puede lograrse mediante el desplazamiento en un espacio no familiar (y no a partir de mirar rotaciones geométricas y evaluar su comprensión a través de un examen de respuestas múltiples); en cambio, la habilidad musical podría incorporarse en los equipos de museo que ofrezcan la posibilidad de componer o analizar música (y no sólo de poder hacer discriminaciones tonales).

Un ejemplo de equipos de museos que ponen en juego todas estas habilidades, son aquellos que plantean que los visitantes caminen sobre fotografías aéreas de la ciudad en que viven.


Figura 2. Museo explora, niño en plataforma giratoria

Esto les da la oportunidad de moverse y explorar, de reconocer espacios, de medir y apreciar distancias, de expresar oralmente diversas emociones, de recordar, y de interactuar socialmente. Si el equipo se refuerza con sonidos ambientales, se podrán ofrecer diversas experiencias para una gran multiplicidad de públicos.

La aplicación de la propuesta de Gardner rebasa en el museo de ciencias el ámbito del diseño de los equipos y se extiende a las actividades educativas que, como se mencionó en un principio, representan la posibilidad de hacer llegar los contenidos del museo a una gran variedad de visitantes, vistos éstos precisamente como poseedores de numerosas habilidades intelectuales.

Como Gardner (1990) propone, la inteligencia lingüística es la capacidad de utilizar las palabras con precisión, de discernir las distintas acepciones de cada palabra y de emitir un discurso congruente. Esta habilidad puede ser explorada entre los visitantes de los museos de ciencia, por ejemplo, cuando se les solicita que escriban un poema sobre cualquier objeto o fenómeno que les hubiera llamado la atención. Es sorprendente constatar, con este sencillo ejercicio, cómo un gran número de visitantes poseen esta habilidad y se sienten satisfechos cuando ésta se pone en evidencia. En las exhibiciones donde se muestran fenómenos muy cercanos a la vida cotidiana, como por ejemplo aquéllos relacionados con la salud, es muy posible lograr la expresividad de los visitantes que poseen la habilidad lingüística de manera preferente.

Algunas actividades interactivas son ideales para destacar la inteligencia lógico-matemática, es decir, la capacidad para trabajar de una manera lógica y matemática (Gardner, 1990). En los museos de ciencia suele ser relativamente fácil poner en juego esta habilidad; sin embargo, más allá de las exhibiciones, ciertos museos han desarrollado diversas formas de utilizar sus colecciones y equipos para fomentar la adquisición y el perfeccionamiento de competencias matemáticas. Por ejemplo cuando se pide a los visitantes que “miren” los objetos exhibidos como formas geométricas y no como parte del discurso museográfico tradicional.

El razonamiento espacial es la capacidad de formar un modelo mental de un mundo espacial y poder trabajar y maniobrar con dicho modelo (Gardner, 1990). Para muchos visitantes resulta muy gratificante poder hacer el mapa de un lugar histórico o trabajar a partir de las colecciones para hacer surgir una propia identidad personal por medio de talleres de escultura.

La capacidad musical es la cuarta categoría de inteligencia (Gardner, 1990), y consiste en la facultad para interpretar y componer obras musicales. Algunos museos pueden ofrecer la oportunidad de utilizar instrumentos musicales clásicos o incluso algunos poco conocidos. La inteligencia musical incluye también la facultad de distinguir diferentes tipos de sonidos. Esta inteligencia se pone en juego en el museo cuando se interpreta música en las propias salas o bien organizando actos musicales, y, desde luego, cuando se da a los visitantes la oportunidad de producir sonidos.

La inteligencia corporal-cinestésica es la capacidad para resolver problemas o crear cosas utilizando todo el cuerpo o partes del cuerpo (Gardner, 1990). Tal vez esta facultad podría parecer difícil de ejercitar en un museo de ciencias, pero muchos ofrecen oportunidades para llevarla a cabo. Esto sucede cuando el museo se vuelve sede de demostraciones de actividades artesanales de todo tipo, ya sea en forma de talleres o como exhibiciones. La posibilidad de explotar esta forma de inteligencia aumenta cuando las personas pueden manipular diversos objetos y el museo interactivo lo permite de manera natural.

Quizá una de las capacidades que parecen más difíciles de poner en práctica en un museo es el desarrollo de la inteligencia corporal-cinestésica; sin embargo, a través de la danza muchos museos han tenido éxito cuando piden a los niños que en los espacios que exhiben animales, imiten las posturas de ciertos especímenes.

Las dos últimas formas de inteligencia que propone Gardner (Gardner y Hatch, 2002) son más difíciles de aplicar en otros espacios educativos, no así en los museos de ciencias. Se trata de la inteligencia interpersonal, o la capacidad para comprender a otras personas y para trabajar en colaboración con ellas, y la inteligencia intrapersonal, que se ha descrito como la capacidad para concebir un modelo exacto de uno mismo y poder utilizarlo para funcionar con eficacia en la vida. Sin embargo, su aplicación en el museo es relativamente sencilla: la inteligencia interpersonal puede perfeccionarse desarrollando actividades en pequeños grupos, explorando las formas de pensar, trabajar y sentir de los otros.

Muchas de las actividades que organizan los departamentos de educación de los museos ofrecen precisamente esta experiencia. Parte de la inteligencia interpersonal es la capacidad para comprender que los demás no son iguales a uno mismo, pero que su forma de ser es igualmente válida, aunque sea diferente. Un aspecto de esta facultad es comprobar estas diferencias en la forma de pensar, trabajar, determinar prioridades y atribuir valores. Los museos, con sus colecciones procedentes de todo el mundo y de todas las épocas, están llenos de posibilidades para la exploración de la semejanza y la diferencia.

La inteligencia intrapersonal es aún más compleja, pero aun así, los museos pueden ayudar a desarrollar la visión de uno mismo y su actuación en el mundo real (Gardner y Hatch, 2002). Esta inteligencia está relacionada con la interpersonal, pues para saber cómo son los demás, a fin de trabajar con ellos y poder comprenderlos, hace falta antes conocerse uno mismo. Los museos de ciencia ofrecen a los niños, y a los adultos, mundos reales y mundos reconstruidos para poner en práctica cualidades que son fundamentales en la vida real. Además de facilitar el ejercicio de las múltiples inteligencias, los museos pueden ayudar a alcanzar esa concepción realista de uno mismo mediante una serie de actividades en grupo, que refuerzan, por ejemplo, la autoestima o el sentimiento de utilidad. Posiblemente una de las mejores ganancias que puede ofrecer un museo es que el visitante descubra que puede hacer cosas que nunca había imaginado.

Una de las principales consecuencias del trabajo con grupos escolares en museos es el desbaratamiento de las jerarquías existentes en el aula. Los niños a los que les resulta difícil aprender en la escuela descubren de repente que en el museo pueden mostrar nuevas habilidades, sobre todo cuando se les permite que pongan en marcha algún tipo de inteligencia que no es el modelo lingüístico-lógico-matemático prioritario en el ambiente educativo formal. Esta manifestación de formas, a menudo no reconocidas de inteligencia, señala la oportunidad que los museos ofrecen para que se manifieste una mayor variedad de facultades que las que se emplean en otros ámbitos.

La teoría de las inteligencias múltiples ha sido de gran utilidad cuando se trata de aumentar el potencial comunicativo del museo. Si se logra conseguir que los museos tengan una oferta variada dirigida a cada una de estas especialidades, será factible aumentar las posibilidades de llegar a personas con muy distintas aptitudes y características.

 

 

 

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