Mc: Hola G. ¿Cómo estás, qué cuentas desde Nashville?

G: Aquí, trabajando en el proyecto del postdoctorado en el campus de Vanderbilt University. Oye, es padre trabajar a distancia a través del chat, ¿no?


Mc: Sí, por cierto, quedamos de platicar un poco más sobre nuestras respectivas experiencias con las nuevas tecnologías. Como sabes, yo administro el ambiente virtual de aprendizaje (AVA) [1] InteligenciaNet [2], que es el resultado de muchos años de estudiar las mejores formas de incorporar la tecnología a la educación. Ya sabes, desde las filminas, acetatos, rotafolios, pizarrones con todas sus variantes, hasta la época actual con Internet. En particular, me gustaría que revisaras en www.inteligencianet.org y en mi tesis doctoral [3] la idea de objeto de aprendizaje (OA). A mí me parece un concepto atractivo, sin embargo, el primer problema es que no hay acuerdo en su definición. Por ejemplo, el Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos de EU [4] señala que prácticamente cualquier cosa o persona, inclusive tú y yo, puede ser un OA. ¿Tú qué piensas de esto?



Figura 1. Ambiente virtual de aprendizaje InteligenciaNet. Fuente: [2]

G: Bueno, en principio, es curioso que mientras los tecnólogos están hablando más y más de “objetos de aprendizaje” [5], en el campo de la investigación educativa, al menos en Estados Unidos, la gran preocupación es transformar las escuelas en verdaderos contextos de aprendizaje para todos, y especialmente para quienes provienen de grupos marginados. En otras palabras, la atención se centra en las relaciones pedagógicas en el aula, más que en la producción de materiales educativos impresos o digitales. De cualquier manera me gustaría saber qué entiendes tú por objeto de aprendizaje.


Mc: Mira, sin hacer mucha historia, desde que aparecieron las computadoras se ha intentado utilizarlas con fines educativos. En un principio se crearon materiales preciosos, que requerían grandes equipos de gente, recursos caros y mucho tiempo para elaborarse. ¿Qué sucedió con esto? Que los cambios en la propia tecnología, las formas de aprender y los contenidos hacían necesarias actualizaciones de estos materiales, lo cual resultaba carísimo. Entonces surgió la idea de elaborar pequeños “objetos” que cumplieran una función de aprendizaje específica, que fueran rápidos y sencillos de construir, y fáciles de actualizar. Esta idea se tomó de la programación orientada a objetos [6], en la industria del software. Como ves, es el resultado de la interacción entre un área muy técnica y el ámbito educativo.



G: Pues creo que justo hace falta abrir espacios de diálogo entre los “tecnólogos” (programadores, ingenieros, desarrolladores) y los educadores (docentes e investigadores). Es indispensable porque ambos usan la palabra “aprendizaje”, pero parece que hablan de cosas muy distintas.



Mc: Por lo que veo, esta discusión tiene dos grandes espacios: la idea de construir objetos y ambientes virtuales de aprendizaje, por un lado, y por otro, el entorno de las relaciones pedagógicas y los efectos que tienen las tecnologías en las estructuras organizacionales y sociales de la universidad, y de la educación en general. Creo que es sustancial que ambos aspectos se vean en conjunto, pues los problemas y la incomprensión mutua pueden deberse a ver cada elemento en forma aislada.



G: Mi postura teórica sobre el aprendizaje difiere en alguna medida de lo que he escuchado entre los tecnófilos, quienes afirman que las Tecnologías de laInformación y laComunicación (TIC) son el medio ideal para resolver los problemas de acceso a la educación. Es decir, que por primera vez en la historia la mayoría de la gente tendrá acceso a la educación gracias a las TIC.



Mc: Efectivamente, además habría que preguntarnos: ¿han cambiado las formas de aprender? Actualmente se dice que los niños y jóvenes son nativos digitales [7, 8], ya que nacieron en el mundo de las computadoras e Internet. Sin embargo, ¿leen, escriben y aprenden diferente de como nosotros lo hicimos, a causa de o a través de los nuevos medios? Si bien hay avances tecnológicos que ayudan a los docentes (en su mayoría inmigrantes digitales), en los aspectos técnicos de la creación de OAs, creo que las mayores deficiencias que tenemos residen en lo que tú estudias: nuestra cultura escrita, nuestra capacidad de leer y escribir en diversos medios, con diversos instrumentos. De ahí que una de mis conclusiones sea que la alfabetización informacional o information literacy [9-12] sea una condición sine qua non para acercarse con éxito a la tecnología.  



Figura 2. Alfabetización Informacional. Fuente: [13]

G: Creo que como docentes, investigadores y hasta como lectores/escritores necesitamos primero ubicar los problemas centrales que dificultan el aprendizaje y la alfabetización de nuestros alumnos. En mi experiencia como maestro, he identificado tres problemas centrales entre los estudiantes: (a) tener algo qué decir y alguien que lo escuche o lea; (b) disponer del lenguaje para decirlo; (c) comprender y apropiarse de los conceptos que permiten pensar las cosas de manera informada, distinta y crítica. Casi ninguno de estos tres problemas se resuelve con cursos de redacción ni con el uso de computadoras. Si los alumnos no saben qué y cómo decir, el problema subsiste en el papel o en la pantalla. Se trata de un desarrollo intelectual y discursivo más amplio, que toma tiempo y exige un ambiente educativo donde haya posibilidad de hablar, formular ideas y argumentos. Habría que ver si los nuevos modelos educativos mediados por tecnologías digitales están tomando en cuenta o no estas cuestiones fundamentales.


Mc: Yo creo que esto podría favorecerse si a los estudiantes se les permite elaborar escritos sin que sean evaluados en primera instancia como terminados, sino que tengan la oportunidad de leer, corregir, rehacer, reescribir, hasta que el resultado final sea exitoso. Claro, es casi imposible que esto ocurra cuando maestros y autoridades asumen que los estudiantes son culpables de plagios, intentos de copiar, flojera, falta de interés por el aprendizaje, deshonestidad casi por inercia y hasta malos pensamientos, mientras no demuestren lo contrario. En cambio, mi experiencia viva es que los estudiantes son personas honestas e interesadas en su propia formación, que pueden consultar con otros, revisar documentos, comparar, dialogar, modificar, sin que estas actividades se perciban como tramposas o indebidas. Así se facilitaría el uso de la tecnología, al quitarse preocupaciones acerca de posibles copias o plagios, que además suelen evitarse si uno se toma el trabajo de leer con cuidado los escritos de los alumnos y brindarles retroalimentación.


G: Esa es justo la experiencia que viví al coordinar un curso en línea para estudiantes de licenciatura en México. Para mi sorpresa, muchos de los comentarios que hacían los profesores y autoridades del programa reflejaban desconfianza hacia los alumnos. Señalaban, por ejemplo, la necesidad de limitar el tiempo al mínimo posible, para responder un cuestionario en línea, para que no pudieran consultarse entre sí o buscar bibliografía. Les parecía “extremadamente peligroso” que los alumnos se comunicaran conmigo fuera de la plataforma o  que se enviaran trabajos por correo electrónico, en lugar de colocarlos en el sistema, aún cuando el sistema tenía fallas con frecuencia. En resumen, me quedó claro que para los diseñadores y autoridades de este programa, el ambiente virtual debería funcionar, en gran medida, como un sistema de control, tanto para alumnos como para profesores, más que como un sistema de apoyo educativo. Una evidencia de esto es que la plataforma está diseñada para que los docentes no puedan hacer modificaciones de contenidos. Ni siquiera es posible corregir errores evidentes en los materiales montados en el sistema. Me preocupa que este tipo de políticas pudieran generalizarse.


Mc: ¿Por qué dices eso?


G: Cuando quise plantear algunos cambios y propuse gestionar algunos recursos, me indicaron que era imposible porque este programa –y todos los de educación en línea– están sujetos a políticas ya establecidas. Los contenidos y actividades de la materia fueron elaborados por personal de otras áreas, denominados diseñadores instruccionales, con los cuales nosotros como profesores no tenemos contacto. Es decir, las decisiones que siempre habían estado en manos de los profesores (como definir contenidos, materiales,  actividades, fechas de entrega, etcétera, ahora, en el ámbito en línea se han restringido. No es que sea imposible, pero es mucho más difícil para un maestro en línea tener control y modificar los elementos de “su curso”.


Mc: Resulta paradójico que los ambientes virtuales y, en general, las nuevas tecnologías adquieran una función de control que no se da en la educación presencial tradicional, donde cada profesor da sus clases como quiere. Es decir, tiene libertad de ejercer su criterio profesional, lo cual se está coartando a través de la tecnología que, en el discurso, se suele presentar como el medio más flexible, abierto, personalizable, democrático y democratizador del conocimiento. Además, como todas las actividades de los cursos en línea quedan registradas en una computadora, ocurre un fenómeno de supervisión e intromisión que tampoco existe en las clases presenciales. ¿Qué tan frecuente es que alguien observe todo lo que ocurre en una clase presencial: cómo se enseña, qué tareas se hacen, qué responden los alumnos, qué se conversa entre el profesor y los estudiantes? La tecnología parece estar creando un “Big Brother” de la educación.


G: Tal vez la preocupación de las autoridades es que si maestros y alumnos tienen acceso al sistema lo “desconfiguren”. Es extraño porque el sistema utilizado es Moodle [14-16], que está diseñado justamente para que profesores y alumnos lo usen de manera libre, a través de roles y privilegios definidos. Pero hasta ahora no he escuchado razones pedagógicas para establecer esta diferencia entre profesores presenciales y a distancia. Lo que hay que resolver es cómo hacer compatibles los principios de la libertad académica con las cuestiones técnicas del sistema.


Figura 3. Página principal de Moodle. Fuente: [15]

Mc: Y regresamos al centro de la discusión, en cuanto a si la tecnología introduce cambios en las formas de enseñar, aprender, escribir, leer y comunicarse.


G: Estas preguntas son básicas y me parece que dan pie a una larga discusión e investigación, que no podríamos agotar en este diálogo. Por ahora sólo creo que hay que preguntarnos si es cierto que las “formas de aprender” han cambiado con el arribo de las TIC.


Mc: Por ejemplo, la clase presencial de un profesor o un buen libro pueden ser fascinantes y divertidos para un estudiante actual, sin duda. Pero estoy segura de que los nuevos medios tienen potenciales diferentes, aunque no sepamos bien cuáles son o cómo usarlos.


G: Coincido contigo. Como usuario de la tecnología comencé a intuir desde hace años el poder comunicativo y apelativo de los recursos multimedia y digitales. Luego tomé algunas clases muy interesantes en Berkeley que me dieron elementos teóricos para entender dicho poder. A pesar de eso, coincido en que aún no sabemos bien cuál es ese poder o potencial y cómo usarlo mejor. Pero veo que en la desbocada carrera por incorporar las tecnologías a la educación, mucha gente pierde más tiempo tratando de encontrar la tecla @, que en producir algo inteligente con los aparatos. En ese sentido me parece que sigue siendo más productivo usar papel y lápices, e invitar a la gente a dejar fluir su pensamiento sin que tengan que franquear tantos obstáculos tecnológicos.


Mc: Sí, pero debemos considerar que para las nuevas generaciones los medios digitales pudieran ser un recurso más atractivo y familiar que el lápiz y el papel.


G: El reto es cómo enriquecer los recursos expresivos de alumnos y maestros, tales como los recursos retóricos, poéticos y conceptuales del lenguaje. Para mí es central la idea de que el lenguaje no pre-existe, sino que también se diseña, se le da forma y color, se arma casi con las manos y, por lo tanto, se convierte en textos que están “bien hechos” y son útiles, funcionales y hasta bellos, o en escritos confusos, difíciles de entender, y hasta feos. Aclaro que cuando hablo de diseño del lenguaje estoy pensando también en el diseño multimodal, o sea en el diseño de formas de comunicar que incluyen imagen y sonido, color y forma… todo lo que hoy se puede hacer con las computadoras.


Mc: Me parece que uno de los caminos para lograr estos retos es que los docentes nos acerquemos al mundo de los jóvenes y niños, aunque sea un mundo intrincado, complejo, difícil y hasta atemorizador, con sitios como Second Life [17, 18], donde puedes inventarte un personaje y vivir en un mundo virtual, de personas reales con identidades ficticias. No acercarse a la tecnología, por un lado amplía la barrera generacional y, por el otro, genera brechas de lenguaje y motiva que los estudiantes consideren que tenemos poco que aportarles.



G: En esto coincido contigo. Una vez hice un artículo sobre la práctica de los videojuegos, que a mi hija le gustaban desde chiquita. Descubrí entonces ideas y conceptos interesantes, como los de “avatar”, “visita virtual” o “inmersión”, que me permitieron entender un poco el poder de seducción de los mundos virtuales. Pienso que estamos frente a una especie de batalla donde las grandes corporaciones producen contenidos a mil por hora. Contenidos que seducen y atrapan a millones de niños y jóvenes, y nosotros, como padres y maestros, ciertamente no podemos estar al margen de eso. Es indispensable tener una mínima idea –y una mínima experiencia vivida– con la tecnología y los mundos virtuales, para entender, al menos un poco, qué hacen las tecnologías con las mentes y cuerpos de nuestros alumnos, sin asumir que todo es “malo”, pero abandonando también la ingenuidad de que todo eso es inofensivo o inclusive “bueno”. Lo digo porque hay funcionarios educativos, maestros y empresas que afirman llanamente que los videojuegos y las computadoras “desarrollan la inteligencia” de los niños, lo cual es completamente cuestionable. Tal vez sería objeto de otro diálogo, pero me parece que la emergencia y explosión de los mundos virtuales no sólo se explica por el vertiginoso desarrollo de las tecnologías, sino también por el vertiginoso derrumbe de las utopías sociales y nuestra caída en el avasallante capitalismo global, donde los individuos que no tenemos poder económico ni belleza física nos sentimos cada vez más insignificantes, y donde las expectativas de una vida futura mejor se ven cada vez más grises. ¿Cómo no escaparse mejor de este mundo desolador vía mundos virtuales donde construimos identidades que en la vida real no podemos realizar? ¿Cómo no preferir los mundos virtuales cuando el mundo “real” se parece cada vez más a las profecías del fin del mundo?


Mc: Esto me genera dos reflexiones. Una, parecería que las preguntas fundamentales que el ser humano se ha hecho desde que existe como “¿quién soy?” o “¿para qué estoy aquí?”, no parecen tener respuesta en la tecnología. En segundo lugar, hoy en día no se puede pretender ser educador sin la capacidad y la flexibilidad de tratar de entender qué ocurre con la tecnología y qué impacto tiene en los jóvenes. Esto hay que estudiarlo por contacto personal, y a través de leer y escuchar a quienes se dedican a investigarlo.


G: Tienes razón. Un problema en la actualidad es que quienes definen políticas en relación con las tecnologías y la educación, no han vivido de manera personal la experiencia de usarlas en un trabajo docente y, por lo tanto, es difícil que su visión al respecto sea realista y completa. Por ejemplo, a diferencia de muchos “expertos” que he conocido, tú como profesora y usuaria de las TIC eres alguien que sabe lo que dice, y que sabe hacer lo que dice saber. Es decir, sabes hacer cosas con las tecnologías, y esto es fundamental si vamos a hablar de usos de las tecnologías en educación. Sin ánimo de exagerar, a muchos de los que saben dar órdenes y se dicen “expertos” en las TIC, les cuesta trabajo hacer las cosas por sí mismos. Necesitan que otros les hagan el trabajo y entonces las habilidades que realmente ejercen son las de dar órdenes y atribuirse el crédito por el trabajo ajeno.


Mc: Ahora bien, la tecnología, en mi opinión, tiene entre sus mayores riesgos amplificar los errores o las consecuencias de lo que se hace mal. De ahí la enorme responsabilidad que se debería tener al usarla.


G: Esta observación es muy interesante. Me recuerda lo que ocurre con la escritura, que es una tecnología de la palabra, aunque pocos la ven como tecnología. El hecho es que su uso genera tantos errores potenciales (de ortografía, puntuación, coherencia, estilo, cohesión, etcétera), que muchos prefieren abandonarla y mejor ponerse a “platicar” por teléfono, en persona, o ahora también por chat (pues en el chat es menos relevante cómo escribas). Si una tecnología es tan compleja que su uso genera más errores que aciertos, deberíamos cuestionarnos su uso generalizado. ¿Será que las tecnologías sofisticadas están o deberían estar reservadas para la minoría que sí las sabe usar y explotar?


Mc: Parecería que efectivamente la producción de conocimiento se limita a una élite intelectual ubicada en posgrados y centros de investigación. El trabajo educativo tiene más de capacidad de selección y comunicación que de creación de saberes. Y por supuesto, si la tecnología representa un obstáculo y no un apoyo accesible, no sólo carece de sentido, sino que se convierte en un elemento que puede dificultar y deteriorar el aprendizaje. En este caso convendría más no utilizarla.


G: Sin embargo, y sólo por entablar un posible diálogo, te comento algunos puntos en los que me parece habría una discusión desde una perspectiva teórica y pedagógica: Una idea base que tienen muchos promotores de la enseñanza virtual es que Internet y los OA son una solución para la enseñanza masiva porque permiten transmitir bocados de conocimiento (knowledge chunks) de manera económica, eficiente y divertida. ¿Es correcto esto?


Mc: De acuerdo, con algunos matices. Por ejemplo, la división de la información (que no el conocimiento) en information chunks (bocados de información) [19] es útil por muchas razones, incluyendo cosas tan prácticas como el volumen de memoria en megabytes que puede ocupar un recurso. Sin embargo, para construir conocimiento se requiere mucho más que información y, efectivamente, ni el hardware ni el software permiten eso. Ahora, al igual que un teléfono o una carta en papel, un AVA puede actuar como un medio de comunicación, si se diseña apropiadamente y si “alguien” se encarga de darle vida. En mi experiencia, los actuales “maestros o tutores en línea” a veces ni siquiera entran a los sistemas, ni revisan qué hacen sus alumnos, ni les brindan retroalimentación de ningún tipo. Esto no sorprende, pues en la clase tradicional muchos maestros no revisan las tareas, no conocen los nombres de sus alumnos y no se dirigen a ellos.


G: Para mí la pregunta básica es ¿qué entendemos por "conocimiento” y qué entendemos por aprender? Y autores fundamentales como Piaget o Vigotsky señalan es que “conocer” no es igual a “saber”. Dicho en otras palabras, una cosa es saber (en el sentido de poseer información) y otra pensar (en el sentido de utilizar la inteligencia para cosas como analizar, sintetizar, comparar, cuestionar, explicar, interpretar, relacionar, etcétera). La información (facts o factual information, dicen en inglés) se puede transmitir y el aprendiz quizás puede recibirla (leerla, escucharla) y, en el mejor de los casos, memorizarla.


Mc: Esta visión del aprendizaje se refleja en la siguiente figura, donde un conjunto de “contenidos” almacenados en un repositorio se pone a disposición de los usuarios a través de un ambiente virtual de aprendizaje, para finalmente “llegar al cerebro” del aprendiz. Como puedes ver este esquema se relaciona con intereses militares, particularmente de los EU.



Figura 4.  Modelo de la iniciativa de Advanced Distributed Learning. Fuente: [20]


G: La objeción principal a una visión así es que las operaciones de pensamiento implicadas en el razonamiento abstracto y deliberado (lo que teóricos del aprendizaje como Vygotsky llama funciones intelectuales superiores) no se pueden almacenar y transmitir. Es decir, las operaciones de la inteligencia son propias; no se aprenden leyendo u observando una pantalla. Son acciones que el aprendiz debe realizar por sí mismo, lo que Piaget llama construcción del conocimiento propio. Es cierto que entre los recursos del AVA puede haber no sólo ítems de contenido, sino también “actividades” o “práctica”. El problema es qué tipo de práctica. En el caso de Enciclomedia muchos de los “ejercicios” de los OAs son similares a los de papel y lápiz. Por ejemplo, lo que antes se hacía uniendo dos palabras con una rayita, ahora se hace arrastrando y soltando un objeto virtual con un mouse. Es decir: lo mismo pero un poco más “bonito” y mucho más caro. Asimismo, la interactividad se limita a respuestas cerradas tipo falso-verdadero, opción múltiple o emparejamiento. Si se llegan a demandar operaciones de pensamiento más complejas (que involucran un uso más extenso del habla o la escritura), el recurso tecnológico en sí no aporta interacción, aunque teóricamente puede usarse como un medio de interacción entre los usuarios. El reto es que las personas que estén participando sepan realmente lo que hacen.  


Mc: Sí, un AVA y un OA pueden promover interacciones como las que describes, entre personas, siempre y cuando exista “alguien” que dirija, motive, responda, guíe, atienda, etcétera. Por ejemplo, yo tengo un bonito iPhone, pero no le hablo a nadie, así que mi celular no promueve ningún tipo de interacción. Sin embargo, en cuanto a las famosas preguntas que los alumnos llaman de “confusión múltiple”, déjame decirte que existen formas maravillosas y variadas de crearlas, en papel o computadora, que exigen imaginación y creatividad por parte del profesor. El sitio Teaching Effectiveness Program [21] explica cómo motivar el pensamiento crítico con este tipo de preguntas. Sólo te mencionaría dos ventajas de colocar estos cuestionarios y juegos en un AVA: (a) la retroalimentación inmediata y (b) el atractivo que tiene Internet para muchos alumnos.


G: Creo que tu observación toca justo el corazón de nuestros problemas de enseñanza: no importa si los medios son tradicionales (libros, cuaderno y lápiz, aula) o digitales (pantallas y teclados, software, AVAs). La presencia y el papel mediador de un ser humano de carne y hueso es esencial, y según tu comentario queda mucho por hacer en este terreno, no importa si son maestros en aula o en línea. Por lo mismo, me parece muy atinada tu caracterización de un AVA como un medio de comunicación entre otros, aunque teóricamente con mayores posibilidades… teóricamente.  Por cierto, encontré una cita que refleja esta idea: “El aprendizaje es esencialmente un proceso social, que requiere comunicación entre el aprendiz, el maestro y otras personas. Este proceso social no puede ser reemplazado de modo efectivo por la tecnología, aunque la tecnología lo puede facilitar” [22].


Mc: Otra linda experiencia que tengo con los AVAs es que algunos estudiantes a los que no les conocí la voz en clase, se explayan en foros o mensajes escritos. Pareciera que este medio les abre puertas adicionales, que ciertos alumnos aprovechan. Pero, insisto, probablemente no es el medio por sí mismo, sino el ambiente creado en clase y mil otras cosas.;


G: Lo que estás diciendo es que el “ambiente de clase” puede ser bueno o malo, no importa si es en presencia o en línea. La pregunta es entonces hasta qué punto los alumnos participan porque la tecnología lo facilita, o porque tú eres una maestra  inteligente, interesada en ellos y  que les apoya  cuando lo requieren.


Mc: En realidad yo concibo los apoyos tecnológicos (AVAs, OAs, internet y demás) como eso: apoyos. Creo que el profesor es quien determina el rumbo y ambiente de la clase. Para mí es sustancial que los estudiantes se sientan a gusto, que vayan a clase porque están convencidos de que ahí encuentran un entorno grato que les anima a aprender, es decir, a modificar sus esquemas cognitivos y agregar nuevas ideas y formas de ver el mundo.


G: Sí, yo creo que incluso los modelos teóricos se pueden esquematizar y presentar visualmente a través de una pantalla, con animación, sonido y todo. Pero siempre serán los conceptos y la comprensión teórica de quien los diseña. Y el problema del aprendizaje es que uno debe construir su propio conocimiento, diría Piaget. El reto es lograr que los estudiantes piensen con su propia cabeza. Y es ahí donde se rompen la cabeza las autoridades y los diseñadores educativos, pues por más reformas en el diseño y contenido de los materiales, y por más introducción de TICs en todos los niveles educativos, nuestros alumnos parecen aprender muy poco, en el sentido de articular por sí mismos, con sus propias palabras habladas y escritas lo que saben. ¿Qué tan significativa puede ser la enseñanza mediada por tecnologías para el logro de este fin?


Mc: Eso es lo importante: no perder de vista el objetivo y comprender que todo lo demás son caminos, instrumentos, herramientas, apoyos, para este fin. Y si no lo son, no deben usarse.


G: Lo que yo he visto en EU es que el uso de los recursos digitales es mucho más limitado o cauteloso que en México. Al menos en las universidades grandes, como Berkeley, Stanford, Harvard o aquí en Vanderbilt, las plataformas virtuales se usan poco y funcionan más bien como sitios donde los alumnos consultan el syllabus y bajan algunas lecturas que el profesor pone de última hora, pues las lecturas para la mayoría de las clases son libros de papel que deben comprarse en la librería. En Berkeley de repente se llegan a dar pequeños ciclos de discusión vía correo electrónico, cuando algún tema de clase genera controversia. Pero en general las computadoras se usan más para escribir y para búsquedas bibliográficas.


Mc: Un amigo escritor, Raymundo Ramos [23], opina que el trabajo del profesor se reduce (¿se reduce?), sencillamente (¿sencillamente?), a enamorar o seducir al alumno.  Hasta la fecha, y aunque esto pudiera parecer contrario a mi pasión por la tecnología, es lo más sensato que he podido escuchar acerca del traído y llevado proceso enseñanza-aprendizaje.


G: La idea de Raymundo me recuerda algo que dice Noam Chomsky [24]: “El 98% de la enseñanza consiste en hacer que los estudiantes quieran aprender; el resto son los métodos”. Coincido con esas ideas, pues desde hace años me di cuenta que en educación lo esencial es desarrollar el “deseo de aprender” de los alumnos. En fin, habría que comentar y escribir más sobre esto de enamorar o seducir a los alumnos, lo cual parece una idea distante respecto al discurso oficial de prescribir listas de habilidades y competencias, administrarlas vía TICs, y luego aplicar exámenes estandarizados para ver si las adquirieron…


Mc: Yo creo que uno aprende a pensar con su propia cabecita sólo cuando se le da la gana. Por eso, si el docente logra que uno se interese, que desee verdaderamente aprender, lo demás es meramente accesorio. Y no se trata de enamorarlos de la materia, sino de lo que el profesor es y de lo que al profesor le significa saber lo que sabe. No puedo dejar de darle vueltas a eso. En el fondo, creo que esto tiene que ver con la integridad personal, la pasión por hacer las cosas y la forma en que esto se percibe.


G: Me parece brillante la manera en que lo planteas. Fíjate que justo mi ex asesora de Berkeley está muy metida en cosas de nuevas tecnologías, pero además es tan buena maestra que le dieron el premio a la docencia de Berkeley. Y una de las cosas que sostiene en su filosofía docente (en EU se acostumbra que los profesores de cualquier nivel pongan por escrito su filosofía docente), es que los profesores deben crear el espacio y el ambiente para que los estudiantes descubran lo que realmente les apasiona.


Mc: Como todo lo humano, aprender es terriblemente complejo y, por lo tanto, de lo más atractivo para pensarse. Por cierto, ¿qué tecnología puede conseguir que un profesor –o un realizador de materiales educativos– se vuelvan atractivos?


G: ¡Excelente pregunta! Creo que ésta podría ser el punto de partida para nuestro siguiente artículo en la Revista Digital Universitaria.


Mc: Bueno, pues trabajaremos en eso. Un abrazo desde Naucalpan City.


G: Un abrazo también desde Nashville, “The music city”.

Referencias

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[2] González-Videgaray, M. & Romero-Ruiz, R. InteligenciaNet. Proyecto PAPIME PE 300309. UNAM, FES Acatlán. 2009. [Fecha de consulta: 2009/10/20.] Disponible en: http://www.inteligencianet.org
[3] González-Videgaray, M. Tecnología Aplicada a la Producción de Objetos de Aprendizaje. Huixquilucan: Universidad Anáhuac México Norte; 2007.
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[8] Prensky, M. "Listen to the Natives". Learning. 2005; 63(4).
[9] ACRL. Information Literacy Competency Standards for Higher Education. Association of College and Research Libraries. 2000.
[10] ALA. Information Literacy Competency Standards for Higher Education. The Association of College and Research Libraries. A division of the American Library Association. 2000:1-17.
[11] Lau, J. Information Literacy: An International State-of-the-Art Report. UNESCO - IFLA. 2006. [Fecha de consulta: 2007/may 2.] Disponible en: http://www.uv.mx/usbi_ver/unesco/?pg=31
[12] Licea De Arenas, J., Rodríguez, J. V., Gómez, J. A. & Arenas, M. "Information literacy: implications for Mexican and Spanish university students". Library Review. 2004; 53(9):451-460.
[13] Springshare. University of Southern Maine LibGuides - Information Literacy Tutorial - Start Here. 2009. [Fecha de consulta: 2009/10/20.] Disponible en: http://usm.maine.libguides.com/infolittutorial

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[19] Horn, R. E. Information Mapping for Learning and Reference: Information Resources Inc.; Reproduced by NTIS, US Dept. of Commerce 1969.
[20] Slosser, S. "ADL and the Sharable Content Object Reference Model". Joint ADL Co-laboratory. 2001. [Fecha de consulta: 2007/07/03.]
[21] Cooper, G. "Teaching Resources - Some Techniques for Writing Multiple-Choice Items that Demand Critical Thinking". 2009. [Fecha de consulta: 2009/10/20.] Disponible en: http://tep.uoregon.edu/resources/assessment/multiplechoicequestions/sometechniques.html
[22] BATES, T. & POOLE, G. Effective teaching with technology in higher education : foundations for success. San Francisco CA: Jossey-Bass 2003.
[23] Ocampo A. M. Diccionario de escritores mexicanos siglo XX: UNAM 2004.
[24] Chomsky, N. & Otero, C. P. Chomsky on democracy & education: Routledge 2003.

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