Conclusión

Julio Cortázar va más allá de presentar en El perseguidor una dualidad entre bien y mal, entre blanco y negro, sus dos personajes tienen rasgos de maldad y bondad, pero lo que interesa en este trabajo es cómo Johnny es la contraparte de Bruno y viceversa. Si Cortázar planeaba explorar el aspecto más humano de sus personajes, personajes vistos como el prójimo, como seres que están más apegados a personas reales y representan menos un personaje literario y más un ser humano, lo logró de manera excepcional. Creo que es visible cómo en esta obra la dualidad entre una y otra faceta, de algo que podríamos llamar un mismo personaje desdoblado, está planteada y resuelta. Casi toda la obra está basada en la voz de Bruno, pero la voz de su doble, la voz de Johnny, se deja escuchar —muy alta en los diálogos y con suficiente brillo en las acotaciones del narrador— con bastante energía para saber que la fuerza del relato radica justamente en el personaje que el narrador desdeña y persigue sin darse cuenta de esa persecución, entre otras cosas porque Johnny, como el mismo Bruno lo dice, no es una víctima, no es en verdad un perseguido: es un perseguidor. De ahí que la obra lleve ese título.

En el texto no se ve qué pasa con el narrador después de esto, Bruno habla de la segunda edición, se cierra el relato haciendo referencia a la traducción de su biografía, y su mujer “está encantada”. Pero no es eso lo importante, no es casualidad que tanto el texto de Cortázar como el de Robert Louis y el de Edgar A., centren su narración durante la lucha entre los duales y cuenten la parte que tiene más interés: la convivencia de ambos personajes mientras están juntos, mientras existen en el mismo plano; el caso de Rayuela es aún más dispar: ninguno de los dos queda anulado y la novela tiene un final abierto. En los cuentos mencionados los tres desenlaces son distintos, aunque tienen también puntos de unión: William Wilson muere y entonces el narrador —el otro—, queda para siempre borrado de la faz de la tierra, sólo nos deja el testimonio escrito por su propia mano. El Doctor Harry Jekyll se suicida (en realidad es Hyde quien culmina el acto y es su cadáver el que aparece a los ojos del mundo), matando simultáneamente a Edward Hyde. En El perseguidor la muerte de Johnny es menos violenta si se quiere, pero igual de importante, en realidad nada sabemos de Bruno después de que registra este hecho, ordenadamente, como corresponde a un hombre de su posición; es decir, nada sabemos de él desde el momento en que su perseguido (ese perseguidor) sale de su plano existencial para entrar a otro, del que nada se sabe. El verdadero final está en la muerte del doble, por la sencilla razón de que, a partir de ese momento, el narrador pasa a ser sólo un yo sin el otro y queda, por lo tanto, incompleto.

 

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