31 de diciembre del 2001 Vol.2 No.4
María Mayra de la Torre Martínez

Para la Dra. María Mayra de la Torre Martínez "realmente el mundo de la investigación es fascinante, algo muy creativo, que algunas personas lo han comparado con el arte. Les ofrece a los científicos una serie de oportunidades fascinantes, además de que, a una edad muy avanzada, los mantiene activos".

La doctora Mayra de la Torre nació en la ciudad de México el 24 de septiembre de 1951. Realizó sus estudios profesionales en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional, donde obtuvo el grado de Ingeniera Bioquímica en 1977; la Maestría en Ciencias en 1980, y el Doctorado también en Ciencias en 1981. Su especialidad es la Ingeniería de Bioprocesos y las Fermentaciones, es decir, la relación con los alimentos y los bioinsecticidas. Recibió en 1987 el Premio Nacional de Investigación en Alimentos en Bioingeniería; el Premio "Manuel Noriega Morales" en Aplicaciones de la Ciencia en 1988, con mención honorífica, que otorga la Organización de Estados Americanos (OEA), y el Premio Nacional de Ciencias y Artes, Tecnología y Diseño, en 1988, así como el premio CIBA GEIGY en Innovación Tecnológica en Ecología en 1996, con mención honorífica.

Cuenta la doctora de la Torre que su papá la indujo mucho al estudio: "me hacía muchas preguntas y cuando estaba en quinto o sexto año, me regaló un microscopio. Quedó "fascinada" porque podía ver "moscas despanzurradas" y microorganismos en hojas, que dejaba mojar para que se desarrollaran. Siempre tuvo libros y la inquietud por conocer, mientras que su padre siempre le contestó todas sus preguntas.

Debido a que su padre era piloto militar, su familia viajó mucho por toda la República, lo que para ella fue muy intenso. Por ejemplo, cuando nació, sus papás decidieron vivir en Puebla. El "segundo o tercer" año de primaria lo cursó en tres escuelas y dos Estados, para posteriormente establecerse en el Distrito Federal y, ya en cuarto año, en la base aérea militar de Santa Lucía, en el campo, donde tenían una casa muy grande con jardín, que le parecía muy divertido. En sexto año surgió la interrogante sobre dónde iba a estudiar la secundaria, porque en Santa Lucia no había, ni en Los Reyes Acozac, aunque sí una particular en Zumpango, que no era considerada buena escuela. La opción viable era estudiar la secundaria en el Distrito Federal, porque allí vivía su abuela.

En sus estudios de educación primaria recuerda una anécdota, cuando participó en el concurso a nivel regional de la Ruta Hidalgo, del que surgió el primer lugar de cada zona: "Hice el examen y recuerdo mucho que había una pregunta que no pude contestar: ¿Cuál era la importancia de las larvas agropecuarias? Agropecuaria era una palabra que no conocía". Posteriormente se realizó un concurso a nivel de Estado, en el que ganó el primer lugar, para hacerse acreedora al premio que consistía en una beca para estudiar en una normal rural. Para su satisfacción fue la primera niña que ganó el premio, porque siempre lo habían ganado los niños. De esta manera sus padres se enteraron de la existencia de las normales rurales, las que consideraron una muy buena solución, aunque fuera internada. Luego de investigar, se enteraron que había una normal rural en Palmira, Morelos, donde presentó el examen de admisión, porque era más difícil hacer el cambio de la beca que había ganado.

Dice la doctora Mayra de la Torre que estas escuelas normales fueron creadas por Lázaro Cárdenas. El terreno donde se localizaba Palmira era propiedad de él, es decir, la casa del expresidente, sitio donde, según se sabe, fue elaborado el escrito de la expropiación petrolera. Su estancia en Palmira es una experiencia que fue fascinante, considera. Primeramente tenía que buscar una cama entre los colchones y demás piezas amontonadas, para colocarla en un enorme corredor donde ya había como 50, una tras otra. Allí aprendió a levantarse a las cinco de la mañana; pasar lista a las cinco y cuarto, y tener la primera clase a las seis. La última era a las seis de la tarde.

Ya en la escuela de Palmira tuvo que aprender a vivir sola: "teníamos que limpiar la escuela, desde los inodoros hasta los platos", lo que para la doctora Mayra de la Torre fue algo importante. Sobre las materias opina que fueron muy completas, y no podía reprobar ninguna. Aunque de niña quería ser maestra, cuando terminó la secundaria tenía como única opción presentar examen en las vocacionales del Instituto Politécnico Nacional. Es así como ingresó al área de Ciencias Biológicas.

Posteriormente, en el segundo año de la carrera a nivel de licenciatura, descubrió su interés por ser científica. Para esto influyó el hecho de que sus profesores de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas eran investigadores y que además daban clases, en las que les explicaban qué estaban haciendo; en qué consistían sus experimentos, y qué resultados obtenían. A partir de entonces se interesó mucho por la investigación. La doctora de la Torre explica que le atrae mucho lo que en la actualidad se conoce como biotecnología. En su tiempo esta área era identificada como microbiología industrial. Así, le interesan mucho las fermentaciones y empieza a trabajar en la producción de proteínas. Indica que sobre la Biotecnología hay muchas definiciones, dentro de las cuales la que mejor le parece es: la producción de bienes y servicios, con la utilización de seres vivos o sus componentes. Esto significa que se utilizan seres vivos como microbios o enzimas, o bien, seres o células de plantas o animales, para producir elementos útiles para la humanidad, por ejemplo, el plástico y otras mezclas muy útiles para la elaboración de cerveza, uno de los productos de la biotecnología clásica. También tenemos los antibióticos, la insulina y la famosa ovejita Dolly que fue clonada. Eso es biotecnología, agrega.

La doctora Mayra de la Torre explica que estudió ingeniería bioquímica en el Instituto Politécnico Nacional. Señala que antes de terminar la carrera se caso y nació su primer hijo. No obstante, uno de sus maestros le ofreció trabajo como profesora, mientras que el Dr. José Ruiz Herrera le sugirió hacer sus estudios de doctorado. De esta forma realiza la maestría y el doctorado en Ciencias Biológicas. Al concluir ya se encontraba en el CINVESTAV. Posteriormente se va a Zurich, en Suiza, para hacer un posdoctorado de dos años en el instituto más importante donde estudió Albert Einstein. En Suiza esperaba encontrar "algo muy diferente a lo que se hacía en México y que iba a aprender muchas cosas nuevas. No fue así. En la parte científica, explica que realmente los conocimientos eran similares a lo que había aprendido en México. Encontró una gran diferencia en el equipamiento, pues contaban con grandes recursos financieros para trabajar. Otro aspecto muy importante que observó, son los vínculos que el instituto tiene con la industria, la cual, inclusive, le proporciona equipos para trabajar. En este sentido, a final de cuentas, en Suiza tenían mucho más facilidades para trabajar que en México. Por otra parte, recuerda que el importe de su beca de estudiante de posdoctorado, equivale más o menos a su sueldo actual en México.

En lo profesional, uno de los proyectos con que la doctora Mayra de la Torre se sintió más satisfecha, es el que realizó con el sindicato azucarero, pues haber trabajado con un grupo de líderes sindicales para ella fue una experiencia que considera muy interesante,. Señala que conoció a Fidel Velázquez dentro de su entorno, es decir, con los obreros, en reuniones con ellos. Explica que el proyecto consistió en aprovechar los subproductos de la industria azucarera, porque tradicionalmente en México ésta se enfocaba sólo a sacar azúcar. En otras palabras, el azúcar era prácticamente el único producto, mientras que subproductos como la melaza y el bagazo de caña se aprovechaban en productos que no tienen un alto valor agregado. Su objetivo era aprovechar en forma integral el azúcar. Su trabajo con la melaza entonces consistió en diseñar un proceso de alto rendimiento para producir la levadura. Cuenta que su relación con los azucareros fue muy buena, al grado de que los obreros le "decían que era la científica porque sí sabía, la sabia que sí sabía", lo que ella considera el máximo halago que ha recibido en su vida. Todo fue, agrega, gracias a que los entendía y que su trabajo era muy cercano a ellos.

El haber trabajado en biotecnología desde los inicios de sus investigaciones, y cuando inició la licenciatura, le hizo tener una vinculación con las necesidades del país. Sin embargo, opina que lo científico y lo tecnológico va cambiando en México, como todo, pues a veces se inclina la balanza hacia que todo esté vinculado con la sociedad, con el País, y en otras, el peso recae sobre lo básico, con la ausencia de un equilibrio.

La doctora Mayra de la Torre cree que realmente existe un alejamiento entre el Gobierno, la toma de decisiones, y el mundo académico. Dentro del contexto internacional de la ciencia, México es un país incipiente, debido a que hay muy pocos científicos mexicanos considerados grandes personalidades a nivel mundial. Opina que México es un país joven en ese aspecto. Fundamentalmente si se analiza, continúa, la composición en cuanto a edades de la comunidad científica, se puede ver que hay un grupo muy importante de personas, quienes se han ido formando a partir de la creación del CONACYT, cuando este consejo empieza a dar becas para el extranjero en los setenta. Los científicos mexicanos, líderes en su grupo, son los que se fueron a formar fuera del País en los setenta y en los ochenta, afirma.

Sobre el argumento de que hay investigación y desarrollo tecnológico para el tercero, segundo y primer mundos, en el mundo actual estima que éste ya no es válido por la presencia de la globalización. Es claro, dice, que se puede pensar en soluciones a problemas nacionales, pero no como peyorativamente se ha habla, de soluciones basadas en tecnología de "huarache" o tecnología de "mariachi", porque es posible tener tecnologías de alto nivel, bien sustentadas. Se deben contemplar tecnologías que permitan resolver los problemas, pero a esto se agrega la situación de que tener materias primas y mano de obra baratas ya no es competitivo en la globalización. Entonces, afirma, el problema debe resolverse de acuerdo a la realidad actual.

Dentro de su trayectoria profesional, expresa que lo más "fantástico" para ella ha sido la experiencia lograda con sus alumnos, al tener la oportunidad de convivir con ellos, ver cuando se gradúan y que siguen siendo sus amigos. Asimismo, el dar clases la estima como una actividad muy satisfactoria, porque convive con los alumnos, pues "hay que estar echándoles porras, animándolos, teniendo toda la paciencia del mundo cuando no entienden, cuando se equivocan en los experimentos. De alguna manera decimos que son nuestros hijos y esto es cierto, porque llegan con nosotros, empiezan sus estudios y vamos viendo cómo van evolucionando, cómo se hacen cada vez más críticos, hasta que son capaces de rebatirnos o demostrarnos cuando su profesor se equivocó".

Al referirse a los reconocimientos que ha recibido de instituciones relacionados con la investigación y los que ha obtenido de personas que no pertenecen al mundo científico, como los obreros del sindicato azucarero, opina que son completamente diferentes. Mientras que los reconocimientos científicos son un enaltecimiento de que su trabajo es innovador, está bien hecho o "vale la pena aportar algo", no es comparable "para nada con el reconocimiento recibido, por ejemplo, cuando estoy con un agricultor y veo su felicidad cuando me enseña una planta de chiles jalapeños, que está rebosando de chiles, o cuando veo la cara de felicidad de uno de mis alumnos, cuando aprobó su examen de grado, le aprobaron un artículo, o cuando estoy con un grupo de industriales mexicanos que sienten que sí se les puede apoyar, que hay eco, que sí se puede tener el proceso, la producción que ellos necesitan". Muy satisfecha, la doctora Mayra de la Torre observa que, definitivamente, trabajar en biotecnología la mantiene muy ligada con la sociedad.

En lo personal, dice que "sentir que hay una edad en la que uno se sienta viejo, que diga ya hice todo lo que tenía que hacer, que ya no hay nada por delante, es algo que siempre me he preguntado. ¿Se tiene que llegar a una edad en la que yo sienta que ya no puedo correr, que ya no puedo brincar, que ya llegué al final? Nunca veo esa edad. Yo creo que cada vez la barrera se va moviendo".


[ Este número ]



Dirección General de Servicios de Cómputo Académico-UNAM
Ciudad Universitaria, M
éxico D.F.