Dios y moral

Por otra parte, si el concepto de Dios surge sólo de la necesidad de la razón de pensar como posibles las leyes morales, entonces la religión, fundada en la creencia resultante sólo podrá ser una única, que es moral. Sólo la religión moral puede presentar la pretensión de universalidad, “porque ella es una simple fe racional se deja comunicar a cada uno para su convencimiento. (POP UP 2) Esta característica, la capacidad de comunicación universal, es de suma importancia, no sólo porque manifiesta el valor genuino de la razón, sino porque, como tal, será el criterio supremo para la interpretación de la historia de las religiones. Ninguna verdad histórica en cuanto tal podrá pretender un valor absoluto, pues esto sería para nosotros simplemente incomprensible. Si somos seres dotados de razón, esto significa que toda verdad que pretenda para sí adhesión incondicional, sólo podrá provenir de la razón o legitimarse ante ella. Lo que la filosofía de la religión kantiana rechaza, entonces, es la fetichización que se produce cuando el hombre es obligado a aceptar normas morales bajo las cuales debería someter su voluntad sin pretender cuestionar su validez, por cuanto ellas provienen de una supuesta revelación que alguna iglesia presume conocer. Por ello Kant se vale de la noción de fe racional para mostrar que, o la presunta revelación y su correspondiente fe se legitiman de manera fe-haciente ante la razón o su aceptación será fanatismo y delirio religioso. Apelando a la autonomía, a la subjetividad racional auto-legisladora, Kant insistirá reiteradamente en que el contenido de la fe no puede fundarse a partir de ningún fenómeno dado.

La simple experiencia no nos puede proporcionar una revelación de Dios, porque está sería un fenómeno, cuyo conocimiento sólo podría ser posible de acuerdo con las leyes de la naturaleza. A Dios en sí no lo podemos conocer. Así el hombre nunca puede saber que es Dios el que le habla, pues es imposible que el hombre deba captar por sus sentidos al infinito, distinguirle de los seres sensibles y conocerle en ellos. Resta pues la posibilidad de referir el fenómeno de la revelación a la noción que nosotros tenemos de Dios por la razón, puede ser visto como sí fuese revelación de Dios. Pero en este caso la revelación no nos sirve de nada, no presenta ninguna utilidad, porque su contenido ya nos es conocido por la razón. Si no concuerda el fenómeno histórico, tenido por revelación debe ser rechazado, porque lo histórico “no contribuye en nada para hacer mejores a los hombres”, más aún, va contra la ley moral y debe ser tomado por engaño.

El ideal de la perfección moral es la suprema posibilidad real a la que nos conduce la teleología moral del hombre y como tal es el principio que posibilita y permite reconocer en la experiencia la existencia del hombre agradable a Dios. La moralidad no permite la necesidad de un ejemplo tomado de la experiencia para encontrar la fuerza de realizar ese ideal. Si ese ejemplo fuese necesario, la moral perdería su autonomía, dispensaría al hombre del esfuerzo moral y el resultado sería precisamente el contrario. Lo que la experiencia nos pueda ofrecer nunca tendrá la pretensión de incondicionalidad. La experiencia contingente sin referencia a un universal que le dé inteligibilidad, carece de todo sentido:

(supongamos) que me ocurre una intuición inmediata de un tipo tal que la naturaleza , hasta donde la conozco, no podría proporcionarme en modo alguno; hace falta, sin embargo, que un concepto de Dios sirva de pauta para asegurar si ese fenómeno coincide con todo lo que se requiere para lo característico de una divinidad.5

La legislación que rige toda religión que quiera presentarse como válida universalmente tendrá que ser moral, pues religión no es la suma de ciertas doctrinas como revelaciones divinas..., “sino la suma de todos nuestros deberes en general como mandamientos divinos” (SF, VII, 36) Kant no niega la posibilidad interna de una revelación. Lo único que dice es que el hombre no estaría en grado de poder entenderla como tal. Por eso si existe un documento como la Biblia que ha ejercido y ejerce una gran influencia sobre el género humano, y que se remite a una revelación de Dios en la historia, tendremos que interpretarle desde una perspectiva racional. El criterio supremo para la interpretación de los textos sagrados será entonces, el mismo que el fin de toda religión de razón que consiste en “la mejoría moral del hombre”. Todo lo que coincida con este fin será retenido, porque es conforme a la religión de razón. La Biblia o cualquier otro texto religioso debe ser interpretado por la moral y no a la inversa.