Es de sobra conocido que en la Crítica de la razón pura Kant demuestra que la razón es incapaz de alcanzar un conocimiento que rebase los límites de la experiencia y que, por lo tanto, es imposible la metafísica como ciencia teórica. Más específicamente, esto significa que las ideas de la razón (Dios, el alma, la libertad) no pueden ser objetos de conocimiento, sino sólo meros ideales reguladores que si bien proporcionan una meta a alcanzar, no son capaces de proporcionar ningún conocimiento válido acerca de sus objetos. Para un tema como el de este trabajo, es de particular importancia el capítulo final de la “Dialéctica trascendental”, en el cual Kant examina las distintas pruebas ofrecidas para demostrar la existencia de Dios y demuestra que todo argumento teórico que pretenda versar sobre la existencia de Dios descansa sobre un conjunto de errores lógicos y supuestos inadmisibles y que, por tanto la teología no posee ningún valor en tanto que ciencia teórica. El propio Kant resume este resultado en los siguientes términos:
En
este trabajo no me ocuparé de los argumentos que Kant ofrece en
su crítica de la teología racional, lo que propiamente me
interesa es mostrar la manera en que el propio Kant, restablece la teología
como un saber que se encuentra íntimamente ligado a la reflexión
sobre la moral y que encuentra en ésta dimensión su propia
legitimación. De
ser válido el punto de vista que aquí propongo, la epistemología
y la ética kantianas darían lugar a una teología
y una filosofía de la religión que no son un mero añadido
externo al sistema filosófico kantiano, sino que dichas disciplinas
deben ser consideradas como partes necesarias e imprescindibles de este
complejo sistema. |