Contexto:
usos de “yo”
Quiero notar, en primer lugar, que Kant alude al concepto de sujeto empírico (o, como diríamos hoy, “persona”), i.e. un particular al que pueden ascribirse tanto características físicas o corporales como estados mentales o psicológicos. No es éste ciertamente un concepto que Kant haya desarrollado.4 Hay sólo un par de pasajes de los Paralogismos en los que se utiliza este concepto bajo el término “ser humano” ,o Mensch. En el contexto de la crítica al segundo paralogismo (de la simplicidad) sugiere Kant que podríamos acudir a “la expresión común de que el ser humano (Mensch) piensa”, esto es, que “lo mismo que como fenómeno externo es extenso... es interiormente un sujeto... y piensa” (A 359-60); este concepto aparece también en la segunda versión de los paralogismos: “la persistencia del alma en la vida, donde el ser pensante (como ser humano (Mensch)) es también un objeto del sentido interno, es clara en sí misma” (B 415). Independientemente de la relevancia de este concepto para la crítica a la simplicidad del alma, hay que destacar que, en la medida en que pertenecen al mundo de los fenómenos, los estados de una persona —tanto corporales como psicológicos— pueden ser empíricamente investigados. Ahora bien, desde el punto de vista de la persona misma, lo que sucede en la propia mente es un asunto que pertenece a la “experiencia interna”. Así, si consideramos un aspecto restringido de la persona como fenómeno, o como conexión de fenómenos, solamente en el sentido interno, obtenemos la noción de autoconciencia empírica. Se trata de aquello que constituye los contenidos de pensamiento y la experiencia de un sujeto en un momento dado —los pensamientos, percepciones particulares que de hecho tiene, y de los que él es conciente. Por otro lado, Kant también usa el término “yo” en el contexto del misterioso sujeto numénico —el sujeto de pensamiento considerado independientemente de las condiciones de la experiencia en general y, por extensión, independientemente de los pensamientos particulares de una persona. Se trata, también, del alma, pero ahora como objeto del mero pensamiento, o el “único texto” de la psicología racional. Kant escribe en el mismo pasaje de Prolegómenos: “(pero) este alma (aquella de cuya existencia soy empíricamente consciente) es conocida solo como objeto del sentido interno por los fenómenos que constituyen un estado interno y del cual, el ser en sí mismo, que forma la base de estos fenómenos, es desconocido...” O, como escribe en la primera versión de los paralogismos: "no tenemos conocimiento (Kentniss) del sujeto en sí mismo que funda este yo (empírico) como substrato, tal y como funda todos los pensamientos" (A 350). Por último, importa decir que Kant emplea el término “yo” a propósito del requisito de unidad o interconexión para aquello que deba considerarse como un pensamiento objetivo. Se trata, desde luego, del principio de la unidad de la conciencia o, como también se le conoce, de la unidad trascendental de la apercepción. El principio nos dice que para que sean posibles aserciones o juicios acerca de lo que ocurre en el mundo empírico, y esto incluye lo que me ocurre a mí, deben emplearse ciertos conceptos clave, o categorías, que constituyen reglas de conexión entre al menos algunos contenidos de la autoconciencia empírica. La unidad trascendental de la apercepción es una condición del conocimiento empírico en general, y de la autoconciencia empírica en particular; o, si se quiere, una condición para que los fenómenos, externos tanto como internos, sean captados conceptualmente por una persona. El principio de la unidad trascendental de la autoconciencia es, desde luego, el personaje central de la Deducción trascendental de las categorías: en mi lectura, provee un requisito contextual para cualquier representación tenga contenido. La
conexiones entre estos usos kantianos del términos “yo”
son complejas y problemáticas. Abordaré solamente dos puntos
que me interesa destacar. Primero, según el panorama recién
trazado, la autoconciencia empírica constituye un aspecto de autoconocimiento,
a saber, lo que cierta tradición ha llamado autoconciencia epistémica
inmediata5.
La noción de autoconocimiento incluye, desde luego, no sólo
el conocimiento de los propios pensamientos y experiencias, deseos y aversiones,
sino también del propio carácter y temperamento, los rasgos
físicos, y de las propias acciones en un rango dado del tiempo.
Kant aísla, sin embargo, bajo la autoconciencia empírica,
esa forma de autoconocimiento que concierne solamente determinados “fenómenos
internos”, que serían el material de estudio de una ciencia
empírica del alma.
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