Los imperativos kantianos: el categórico y el hipotético

El imperativo categórico nos dice que actuemos de acuerdo con máximas que podamos querer como leyes universales. Una máxima siempre contiene las razones conforme a las cuales alguien actúa; en los ejemplos anteriores, las razones son recuperar energías, evitar sanciones, mantener una buena reputación y respetar a los demás. Lo que el imperativo categórico hace es decirnos si nuestras razones para la acción son buenas o malas. El principio nos dirá que mantener una buena reputación es una mala razón para cumplir las promesas y que hacerlo por respeto a los demás es una buena razón. Entonces, “cumplir las promesas”, por ejemplo, no es una máxima bien formada porque no especifica las razones que alguien tiene para actuar de esta manera. Debo mencionar, sin embargo, que la exposición de Kant no es perfectamente clara y consistente en este respecto.

Kant sostiene que el imperativo categórico nos hace exigencias incondicionales, y lo contrapone al imperativo hipotético, el cual nos hace exigencias condicionales, es decir, nos exige que hagamos ciertas cosas bajo el supuesto de alguna condición. Ambos principios son imperativos porque nos dicen qué debemos hacer: ya sea actuar conforme a máximas que podamos querer como leyes universales, o bien que tomemos los medios necesarios para la realización de nuestros fines. El imperativo hipotético nos hace una exigencia condicional en el siguiente sentido: nos exige que tomemos ciertos medios bajo el supuesto de que queremos un fin. Por ejemplo, si yo digo que tengo como fin aprender a nadar, el imperativo hipotético me exige que tome los medios necesarios para ese fin, digamos, que tome clases de natación. Pero en el momento en que yo decida que después de todo no me interesa aprender a nadar, el imperativo ya no me exige que tome clases de natación. El principio prescribe un curso de acción bajo el supuesto de que yo tengo un fin. Si renuncio al fin, el imperativo ya no prescribe que tome los medios.

El imperativo hipotético es un principio de racionalidad práctica porque nos dice en qué consiste actuar racionalmente: una persona racional toma los medios para realizar sus fines, una personal irracional no. En el ejemplo anterior, supongamos que yo tengo pánico de hundirme en la alberca y ahogarme; cada vez que pienso en aprender a nadar me imagino que no voy a poder flotar; así que todos los días me dirijo hacia el deportivo en donde está la alberca y no tengo el valor de inscribirme en las clases de natación. Supongamos, al mismo tiempo, que yo realmente quiero aprender a nadar; digamos que mis amigos están planeando ir a bucear en las vacaciones y que yo soy la única que no puedo nadar. Me muero de ganas por aprender y, sin embargo, el pánico hace que me comporte irracionalmente: en vez de tomar los medios necesarios para mi fin, no lo hago.

A diferencia del imperativo hipotético, el categórico exige incondicionalmente que hagamos ciertas cosas o que las dejemos de hacer, esto es, sin suponer ninguna condición: uno debe, por ejemplo, respetar a los demás sin importar lo que uno piense, quiera o desee. Además de apelar a nuestra intuición moral, en la tercera sección de la Fundamentación Kant ofrece argumentos cuyo fin es, en parte, mostrar que las exigencias incondicionales de este imperativo están bien fundadas, pero no puedo entrar aquí en ello.

Este imperativo, al igual que el hipotético, es también un principio de racionalidad práctica, pues nos dice en qué consiste actuar racionalmente. Esto no significa que el problema con la conducta inmoral es que sea irracional. En la teoría de Kant no es el caso que la persona moral actúe moralmente porque quiera ser racional; la persona moral actúa moralmente porque valora a la humanidad como un fin en sí mismo, en su persona y en la de los demás. El fin o la aspiración de la persona moral no es ser racional, sino tratar a la humanidad siempre como un fin y nunca como un mero medio. Aunque, desde luego, la acción moral es al mismo tiempo racional porque se adecua a los principios que gobiernan la racionalidad práctica.

Lo que acabo de decir puede sorprender a quienes piensan que la ética kantiana es deontológica. De acuerdo con una terminología muy de moda, una doctrina ética puede ser, o bien deontológico, o bien teleológica. Una doctrina teleológica tiene como punto de partida un bien o un valor y nos dice que lo promovamos o que lo maximicemos. El ejemplo clásico es el utilitarismo; de acuerdo con esta doctrina, el bien o valor fundamental es la felicidad, y lo que debemos hacer es maximizar la felicidad del mayor número de personas. De acuerdo con esta clasificación, la doctrina ética de Kant sería deontológica porque se ocupa de lo correcto y no de lo bueno o de los valores. Esta manera de entender la ética kantiana está, sin embargo, completamente equivocada. En primer lugar, la acción moral, de acuerdo con Kant, es acción con miras a un valor fundamental, a saber, el valor de la humanidad. Por supuesto que Kant no dice que debamos de maximizar este valor, pero sí dice que debemos actuar de acuerdo con él. Actuar por deber es actuar de tal manera que las acciones expresen el valor de la humanidad. En la primera sección de la Fundamentación Kant empieza describiendo la buena voluntad, y a lo largo de la obra queda claro que debemos aspirar a tener una voluntad buena y que una buena voluntad se guía por el valor de la humanidad. ¿En dónde quedó entonces la exigencia de actuar según máximas que podamos querer como leyes universales?