Producción, distribución y consumo

Otra de las caras de la docencia en el ciberespacio se vincula directamente con la producción, distribución y consumo de información, fenómeno que ha crecido exponencialmente con el uso de las tecnologías digitales. Ahora, de manera instantánea, se pueda difundir la información a grandes velocidades y por una variedad amplísima de canales. Esto ha reducido el tiempo entre la producción de información y el momento en que ésta es irradiada, consultada, asimilada y/o modificada.

Pierre Levy7, en su libro Cibercultura8: el segundo diluvio , afirma que el aluvión que enfrentamos hoy no es de agua, sino de información. Agua e información ahogan, o por lo menos, anegan. Vivir en un mundo "a punto de inundarse" por información, requiere de la llegada de un contemporáneo Noe, que se proponga construir una nueva arca y salve a las especies, antes de que la avalancha de información nos extinga. O bien, de contar con una la asesoría de profesionales que orienten y enseñen a transitar por el mar de información que puede provocar este infodiluvio.

Este fenómeno me hace pensar que hoy vivimos en una infósfera y poco a poco nos convertimos en infovíboros. Así, hay quienes sufren de infofagia, mientras existen unos cuantos que difícilmente pueden disimular su infofilia o su infolatría. Quizás, por todo esto, a esta etapa y, es muy probable que a las siguientes, se las conozca como "la era de los infousuarios".

Desde esta perspectiva, la docencia universitaria hoy requiere del desarrollo de habilidades para transformar ese caudal de información en conocimiento. Sabemos que la información es en nuestra sociedad moneda de cambio y materia prima en la formación universitaria. Considero que, en este contexto, nuestro reto como docentes universitarios es enseñar a construir nuevos aprendizajes para navegar en ese mar de informaciones. En el reconocimiento de la diferencia entre: datos, información y conocimiento, radica parte de la función docente universitaria.

Esto implica aprender y enseñar a: buscar información puntual; seleccionar, evaluar, clasificar y utilizar información, diversos materiales y herramientas didácticas; crear conciencia crítica sobre la información digital; seleccionar y usar motores de búsqueda, metabuscadores, herramientas y programas de apoyo y consulta, como traductores, enciclopedias, etcétera; diseñar herramientas para analizar, evaluar y aplicar la información y otros recursos; decodificar, comprender y crear con los nuevos lenguajes multimedia.

Al respecto, el investigador catalán Joan Ferrés (1996), utiliza la metáfora del "puente" para definir la labor docente frente al nuevo contexto. Afirma que, frente al ritmo vertiginoso en que hoy se genera y se difunde la información, la labor docente es semejante a la del comunicador y mediador. Así, este teórico de los medios, define al educador como un "hacedor de puentes", que ayuda a enlazar y comprender realidades y universos distantes. Este tema, motivo de diversos análisis, fue retomado en el II Congreso Internacional de EducaRed. Ahí se manejó la tesis de que las/os docentes hemos "...agregado a las funciones tradicionales, la de mediadores del conocimiento"9.

Hasta hace algunas décadas, la información era fundamentalmente escrita. El desarrollo de los medios audiovisuales, sumado a la creación y evolución de los lenguajes multimedia, nos plantea, como docentes, el desafío de aprender a comprenderlos para enseñar a aprenderlos. De ahí la importancia de la digitoalfabetización.

Para la docencia en el ciberespacio es indispensable aprender y enseñar a decodificar, analizar y evaluar los nuevos contenidos multimedia. Luego, aprender y enseñar a producir contenidos, haciendo uso de estos nuevos medios, herramientas y recursos. Se que éste es uno de los desafíos más controvertidos, pues aquí a la brecha digital se suma la "brecha generacional".

Cuando hablo de digitoalfabetización, tomo en cuenta que el paradigma educativo se está modificando de manera sustancial. Quizás nuestra generación está viviendo una situación inédita en la historia de la humanidad. Hoy es común que las/os niños enseñen a las/os adultos a manejar aparatos, herramientas y programas informáticos. Esto no es otra cosa que la suma de la brecha generacional a la digital.

Con frecuencia me encuentro con profesoras/os perturbados ante la necesidad de manejar equipos electrónicos, soportes digitales, paquetería informática, etcétera. Siempre insisto en que, quizá la nueva generación sabe el cómo y que frente a esto, nuestro papel es tener muy claro el para qué10.

Evidentemente, la docencia universitaria en el ciberespacio impone cambios de paradigma. Por ejemplo, es necesario cambiar la actitud de docentes expertos por la de faciliatadores/as, asesores/as y orientadores/as. Hoy la docencia requiere más de guías y asesores/as, que de catedráticos/as.

Si bien el libro sigue teniendo un valor educativo inconmensurable, es necesario considerar el valor de las diversas fuentes digitales de información y no sólo el libro de texto como fuente privilegiada. Los nuevos recursos digitales han generado una confluencia y enriquecimiento de fuentes de información.

En los nuevos escenarios educativos, las preguntas, las inquietudes, las dudas, e inclusive los errores, pueden ser considerados fuentes de aprendizaje. Ya no sólo son válidos los hechos, las respuestas acertadas y la exactitud. Hoy es fundamental desarrollar la capacidad de búsqueda, exploración, selección y clasificación de información. La información no sólo es dada por las/os docentes, es materia prima disponible y un recurso imprescindible en la construcción del conocimiento.

En la educación tradicional el énfasis se pone en el producto y/o en el resultado final. En la docencia en el ciberespacio, los procesos son de vital importancia. Ahora es necesario considerar valores como: autogestión, creatividad, colaboración y formación continua.