La verdad es que la idea de clonar seres humanos ha estado siempre presente
en nuestra mente. La ciencia ficción y el cine están plagados
de ejemplos: “Un mundo feliz” de A. Huxley, “Los niños
del Brasil” donde el Dr. Mengele, genetista alemán nazi deseaba
clonar a Hitler, “Blade Runner” donde los “replicantes”
que sólo viven 30 años escapan de las colonias extraterrestres,
burlan la seguridad y entran a la Tierra para buscar a su “creador”
(¡un ingeniero genetista!) al que terminan matando. Para localizarlos,
perseguirlos y eliminarlos existen los “blade runners”; cada
vez que uno de ellos los “caza” no puede dejar de sentir culpa
por la sensación de estar asesinando un ser humano, “Star
Wars” y su “guerra de clones”: un ejército de
copias del padre de Bobba Fett especialmente hecho bajo pedido por y para
el futuro emperador en un planeta cuya localización ha sido borrada
de los mapas interestelares y gracias a los individuos de una especie
que conoce todos los secretos de la clonación, “Parque Jurásico”
donde lo que se clonó fueron dinosaurios que se salieron de control
y por último “El sexto día” donde no sólo
se clona el cuerpo sino también la mente la cual podría
definirse muy someramente como el cúmulo de experiencias a lo largo
de la vida de una persona y que le define de manera individual.
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