10 de abril de 2004 Vol. 5, No. 3 ISSN: 1607 - 6079
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La verdad en Nicolás de Cusa

Es evidente que nosotros no sabemos acerca de lo verdadero, sino que lo que exactamente es en cuanto tal, es algo incomprensible y se relaciona con La Verdad como necesidad absoluta y con nuestro entendimiento como posibilidad. Cuanto más profundamente doctos seamos en esta ignorancia, tanto más nos acercaremos a la misma verdad.(1)

Para Nicolás de Cusa la comprensión de la naturaleza de lo divino demanda un conocimiento que trasciende el nivel del mundo sensible y racional en que nos desenvolvemos los seres humanos, pero tal trascendencia no hace imposible o innecesario el conocimiento que sobre dicha naturaleza tengamos. Simplemente especifica los límites de nuestra capacidad de conocer. Por ilógico que a primera vista resulte, mientras más claramente identifiquemos las limitantes naturales de nuestro conocimiento, más podremos acercarnos al conocimiento de La Verdad, cuyo significado en Cusa es específico: La Verdad es lo infinito y la necesidad absoluta.

La llamada docta ignorancia es un tránsito constante por el reconocimiento de cómo funciona nuestra facultad cognoscitiva la cual, identificando gradualmente sus fronteras fortalece el deseo de penetrar hasta donde sea posible en los datos que sobre lo incognoscible llegan por la vía de los sentidos, para posteriormente estructurarlos en un nivel racional de conocimiento especial, haciendo así a lo incognoscible, conocible.

Consecuente con el pseudo-Dionisio, Cusa integró su concepto de Dios como supraesencial y supracomprensible a su propia definición de verdad, por lo que lo divino es para él La Verdad, la Unidad absoluta y lo infinito.

Nosotros damos culto a la verdad misma absoluta, sin mezcla alguna, eterna e infalible mientras ustedes no rinden culto a la misma Verdad, tal como es en sí absoluta sino como es en sus obras, no a la unidad absoluta.(2)

Es evidente la paradoja que encierra, sostener a lo incognoscible como cognoscible pero para comprenderla es importante partir de la idea de que esta paradoja se encuentra en el corazón del sistema epistémico cusiano creado en función de captar la unidad trascendente que, para Cusa, yace detrás de toda diversidad.