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10
de abril de 2004 Vol. 5, No. 3 ISSN: 1607 - 6079 |
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Descartes y el estudio de la conducta humana El estudio de la conducta humana fue el objeto de las preocupaciones de Descartes en el último periodo de su vida. Antes -como es de suyo conocido- se entregó a la impostergable tarea de encontrar los principios verdaderos del conocimiento y de la constitución de las cosas materiales, dejando para después el análisis particular y complejo de la naturaleza humana. Así lo constata en su clasificación famosa de las ciencias que escribe en la carta prefacio de los Principios de la filosofa:
Dado el status científico que Descartes concede a la moral se ha desprendido cierta interpretación reduccionista, a la vez que deshumanizada, de las acciones que llevan a cabo los sujetos. Pareciera que la moral, en virtud de derivarse de los principios verdaderos y evidentes de la metafísica y la física, no se distinguiría en lo absoluto de las demás ciencias. Tal es la opinión de A. Espinas, quien en su concepción, para Descartes: "Toda moral debía ser construida como la geometría sobre alguna de las verdades nativas, la libertad por ejemplo. (2)" Vistas así las cosas, estamos ante un intelectualismo extremo en lo tocante a las manifestaciones humanas pero, y sobre esto quiero insistir, la reflexión cartesiana se sitúa en otro plano. Descartes nunca perdió de vista la peculiaridad y especificidad propias del ámbito humano; sus puntualizaciones sobre la naturaleza humana desarrollada en Las pasiones del alma -la última de sus grandes obras- van en esta dirección. Veamos de qué manera concibe Descartes al hombre y sus variadas manifestaciones. Dos interpretaciones, excluyentes entre sí, se han derivado de los textos cartesianos: una concepción meramente física, como aparece en el Tratado del hombre, la otra, intelectual desplegada ampliamente en las Meditaciones. Ninguna de ambas interpretaciones da cuenta cabal del ámbito propio de lo humano; la reducción del funcionamiento del cuerpo a las propiedades de la materia que ha rubricado el célebre automatismo cartesiano, si bien representa un cambio de perspectiva para estudiar los procesos de la vida (3), es tan sólo una parte de la idea del hombre que Descartes concibe. Por otra parte, la consideración del sujeto en términos del intelecto puro, que se basta para conocer las propiedades verdaderas de las cosas prescindiendo de los sentidos y la imaginación -pues sólo ofrecen representaciones incompletas y a menudo falsas-, a lo que conduce es a sujetos desencarnados. |