10 de mayo de 2004 Vol. 5, No. 4 ISSN: 1607 - 6079
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La radiación infrarroja

La fuente primaria de la radiación infrarroja es el calor o radiación térmica. Cualquier objeto que tenga una temperatura superior al cero absoluto (-273.15 °C), como es el caso de todos los objetos celestes, irradia ondas en el infrarrojo. Incluso los objetos que consideramos muy fríos, como un trozo de hielo, emiten en el infrarrojo. Cuando un objeto no es suficientemente caliente para irradiar ondas en el espectro visible, emite la mayoría de su energía como ondas infrarrojas.

Por ejemplo, un trozo de carbón encendido emite la radiación infrarroja que sentimos como calor. A la temperatura normal del cuerpo humano, las personas irradian más intensamente en el infrarrojo, con una longitud de onda de 10 micras.

La longitud de onda a la cual el objeto irradia más intensamente depende de su temperatura. En general, a medida que la temperatura del objeto es más baja, su emisión es más intensa a longitudes de onda cada vez más largas.

Aunque la atmósfera bloquea la mayor parte de la luz infrarroja, pues es absorbida por el vapor de agua y el dióxido de carbono que hay en la atmósfera, un rango muy estrecho de longitudes de onda pueden llegar (al menos parcialmente) a los telescopios infrarrojos terrestres.

Pero la atmósfera de la Tierra provoca otro problema a quienes hacen estudios en el infrarrojo, porque emite fuertemente en esas longitudes de onda, hasta el punto de que en algunas ocasiones la radiación infrarroja de la atmósfera es más fuerte que la de los objetos que se quieren observar. Esta emisión atmosférica tiene un máximo alrededor de 10 micras de longitud de onda.

Por esta razón, la mejor vista del Universo en el infrarrojo desde la tierra se da en las longitudes de onda que pueden pasar a través de la atmósfera sin ser absorbidas y en las que la emisión de la atmosférica es más débil.

Para esto, tratando de aprovechar al máximo la radiación infrarroja, los telescopios infrarrojos terrestres suelen encontrarse cerca de la cima de montañas altas y con clima muy seco, para poder minimizar así el espesor de la atmósfera que la luz tiene que atravesar.

Además, los astrónomos que observan el infrarrojo han utilizado instrumentos a bordo de cohetes, globos aerostáticos, aviones y satélites para ver regiones que no pueden ser estudiadas desde la superficie terrestre. Resultado de ello ha sido la realización de descubrimientos fascinantes sobre el Universo y la detección, por primera, vez de cientos de miles de nuevos objetos astronómicos.

Aunado a esto está el rápido desarrollo de los detectores infrarrojos, el futuro de la astronomía infrarroja es muy prometedor.