Aguas
alimentadoras
La diversidad de especies acuáticas era incluso mayor, pues
recordemos que el área ocupada por los antiguos mayas incluía
tanto zonas costeras al mar como muy alejadas de él; paisajes
surcados por caudalosos ríos o innumerables arroyos; salpicados
de lagos, lagunas, ciénegas, pantanos y esteros. Ante tal
abanico ecológico no es raro que los mayas desplegaran de
distinta manera su prodigiosa inventiva para hacerse de peces y mariscos,
empleando barcas mayores y minúsculas canoas, que podían
aderezarse con paja o ciertas ramas suaves para proteger cargas frágiles,
facilitar la travesía a los pasajeros o la espera a los
pescadores.
Desde ellas podrían obtenerse numerosas presas, la traducción
de cuyos nombres da buena cuenta de las peculiaridades de forma,
olor, textura, color o hábitos que llamaron la atención
clasificatoria de los mayas, como lo muestran algunos ejemplos en
distintas lenguas
mayances.
Para procurarse tales presas podían emplearse redes (de múltiples
tipos), fisgas, anzuelos de hueso, espinas o madera; flechas (acaso
"arponadas", tal y como aún lo hacen algunos lacandones),
arpones de madera (a veces provistos de sogas y boyas para seguir
el rastro de los peces heridos), nasas hechas de varilla, paja o
"yerbas", usar la mano para sacar a los cangrejos que
se ocultaban debajo de las piedras de los ríos —a veces,
poniéndoles algún cebo de pececillos en unos tules,
a modo de cordeles tendidos sobre el agua—, o "embarbascar"
o "matar" las aguas; esto es, verter en ellas algún
tipo de sustancia obtenida de raíces o yerbas que "emborrachara"
a los peces, facilitando su captura. Una vez turbadas, se atrapaba
a las presas usando "atajadizos" o represas que servían
para desviar las aguas de los ríos (e incluso en bahìas como la de Chetumal).
A más de su carne algunos animales acuáticos proveían
a los mayas de otros elementos. Así, los tzeltales empleaban
moluscos para teñir telas, los yucatecos aprovechaban los
huevos de ciertas variedades de tortugas y peces, los dientes del
tiburón nombrado xooc para la confección
de flechas, y las "sierritas" del pez llamado ba,
"muy lindas porque son un hueso muy blanco y curioso, que corta
como cuchillo", empleadas como instrumentos de autosacrificio
"y era oficio del sacerdote tenerlas, y así tenían
muchas", asegura Landa.
Los
pokomchís conocían las perlas y cierto amizcle de
lagarto cuyo uso desconocemos. Y mientras que los chontales copiaban
las formas de caracoles y tortugas para elaborar collares y pendientes,
los cakchiqueles—señala Coto— hacían unas
tortuguitas de metal que se colgaban al cuello, y "para guardar
los pollos, del milano o otra ave de rapiña, hacen unos instrumentos
de huesecillos o de conchuelas de cangrejos, y aun de cáscaras
de huevos y de hojas, que hagan ruido con el aire, y les llaman
xibibal, id est instrumento de espantar". Mucho más
melodiosos serían los sonidos arrancados de los caracoles
marinos (Strombus gigas) o los que daba la percusión
de los carapachos de ciertas tortugas pequeñas y coloradas,
empleadas por muchos pueblos con fines festivos y rituales (Fig.
5).
|
Figura
5. La importancia de los recursos acuáticos
se hace evidente en los materiales arqueológicos
procedentes de tumbas y complejos domésticos que
nos muestran entre otras cosas vasijas con formas pisciformes,
a manera de caracoles, o con representaciones pintadas o
esgrafiadas. |
Sabemos
que los pescados se lavaban "echándolos en remojo",
se raspaban con instrumentos filosos para quitarles las escamas
y se colgaban en ganchos de madera. Podían salarse o cocinarse
envueltos en hojas, asarse en parrillas de palos o "recocerse"
con el vaho del calor, freírse en sartenes, soasarse y hasta emplearse
como de relleno de empanadas. Frescos o preparados, serían
comerciados en los mercados, transportados a grandes distancias
una vez salados y hasta ofrecidos en las puertas de las casas por
los humildes vendedores ambulantes.
Y al igual que ocurría con el de la caza, el mundo de los
pescadores tendía sus redes a lo sagrado. Las deidades acuáticas
exigían también reconocimiento. Quien mostrase ante
ellas reverencia podía obtener buena pesca y hasta fortuna
o salud, pues en algunos grupos se consideraba existían "entes
sobrenaturales que se les aparecían junto a los ríos",
fuentes, charcos u otras corrientes de agua, que se comunicaban
con ciertos especialistas para ayudar a sus devotos. |