10 de agosto de 2004 Vol. 5, No. 7 ISSN: 1607 - 6079
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El bulto de poder en Tikal

La amplia y sólida preparación académica de Maricela Ayala le permite estructurar su texto en torno a la hipótesis de que se trata de una ofrenda peculiar, de un “bulto de poder” y desarrolla los análisis a partir de las fuentes históricas, arqueológicas, iconográficas, etnográficas, lingüísticas y de los estudios de la epigrafía. A su vez, la información que le proporciona cada una de estas disciplinas por separado constituye el guión expositivo del libro.

Aprendemos con la autora que las fuentes escritas del periodo colonial permiten aseverar que “había diferentes clases de bultos con distinto contenido dependiendo del fin al que estaban destinados” (p. 62) Es una de las ideas que se retoman en las conclusiones del trabajo.

En cuanto a restos arqueológicos de bultos rituales, estos fueron hallados en Uaxactún, y otros sitios menores cercanos a Tikal, y un gran número de estos en Tikal mismo. A veces se ubicaron en las estructuras piramidales, plataformas o debajo de las estelas; estaban depositados en el suelo, o en una cista, es decir, una cavidad recubierta con lajas de piedra. La constante más importante de los contenidos son los objetos punzantes, obsidiana, jade y las formas conocidas como “excéntricos”, pero también llama la atención la presencia de cráneos, dientes y huesos humanos y de origen animal.

Se menciona que en sitios más distantes, como es Piedras Negras en la región de Usumacinta y Chichén Itzá en Yucatán, el número y la variedad de los bultos que aquí se estudian también fue importante. Es decir, se encuentra en toda la región maya (y, como Maricela Ayala subraya, en muchas otras partes de Mesoamérica). Además, como lo demuestran las excavaciones de Thomas Lee en la cueva de La Venta, Chiapas, fueron una práctica desde el periodo Preclásico.

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