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10
de septiembre de 2004 Vol. 5, No. 8 ISSN: 1607 - 6079 |
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Así como se reconoce abiertamente la imposibilidad de vivir aislados y de que es ineludible que nos integramos a los procesos globalizadores, también debemos admitir que hoy, más que nunca, la información y el conocimiento que tengamos los unos de los otros será el eje de nuestro desarrollo y el de los demás, porque la globalización nos interconecta y nos arrastra en la misma vorágine. En la actualidad, dado el gran volumen de información que se produce y maneja en todo el mundo, se requieren tecnologías y medios que permitan usarla de inmediato, uso que la mayor parte de las veces hacemos de manera inconsciente y casi como acto reflejo, sin desentrañar el fenómeno ni analizar sus implicaciones. La “magia” de tener acceso al teléfono, al Internet y a otras redes depende de las telecomunicaciones, los satélites, los medios y las tecnologías que traspasan fronteras y que, dentro de un país, deberán correr por todo el territorio; si estos logros y beneficios son privatizados y abiertos a un libre mercado, podemos dejarlos sólo al alcance de los grupos sociales que tengan el poder adquisitivo suficiente y excluir a los grupos económicamente débiles, no nada más al acceso a la informática, sino a la información misma, lo cual sería más grave en países pobres y económicamente frágiles, pues su soberanía estaría en peligro. Cultura y economía no son lo mismo, pero tienen innumerables puntos de contacto, muy evidentes hoy en día, cuando los grandes bloques económicos, a partir de las redes de telecomunicaciones, la informática y la información, no sólo imponen sus productos comerciales y sus precios, sino también sus productos culturales, que compiten o conviven con los locales; con el tiempo, hemos visto la aparición de mestizajes y combinaciones no imaginadas entre manifestaciones medievales, coloniales o propias del siglo XIX con las más recientes expresiones artísticas, culturales, tecnológicas y de supervivencia física y espiritual. Además de esta convivencia multicultural e interacción económica y política, no sólo oficial entre países sino de grupos sociales y de individuos, de forma natural, continua y cotidiana, la evolución de muchos países, sobre todo del tercer mundo, ha transitado de gobiernos dictatoriales y absolutos a formas de convivencia apoyados en principios democráticos, tanto para elegir a sus gobernantes como en el ejercicio de sus libertades y derechos, entre los que destacan el derecho a la información y el libre acceso a ella. El derecho a la información y el derecho de acceso a la informática están en estrecho vínculo con la existencia de la infodiversidad; ya que si promovemos las diversas manifestaciones del pensamiento y potenciamos este registro informativo con la computación y las telecomunicaciones, provocamos una circulación masiva de esta información, con lo que colaboramos en la construcción de una sólida infraestructura para la sociedad de hoy y del mañana, apoyadas en la información y el conocimiento que urgentemente demanda la Sociedad de la Información. Las grandes facilidades tecnológicas y técnicas que permiten trabajar con la información todavía se enfrentan a limitaciones que, de manera inmediata, el siglo XXI tendrán que buscarles solución, en beneficio del ciudadano como usuario de información y con respeto a los esfuerzos de los creadores y productores de fuentes informativas. El incremento acelerado de los costos de la información a través de las publicaciones impresas o electrónicas y el uso masivo de los medios electrónicos para ofrecer servicios, transacciones financieras, operaciones comerciales de todo tipo, tendrán que ser tomados en cuenta por los proveedores de servicio para el diseño de sus actividades y sus propios servicios. En ese sentido, la sociedad espera las mismas facilidades que tiene el supermercado, la banca y la vida electrónica para adquirir información, pagarla, procesarla, almacenarla, transmitirla, compartirla y ofrecerla. En los tiempos por venir, la sociedad global se moverá en un ambiente de respeto a la diversidad de los grupos sociales y de sus instituciones, al intercambio de ideas y de información. Las instituciones de la Sociedad de la Información, para apoyar todas sus funciones, demandas y retos, tendrán que contar con bibliotecas y otras organizaciones sociales actualizadas y con acceso libre, sin censura alguna, a los recursos de actualidad y de vanguardia útiles a la docencia y la investigación que, a través de la información y su acceso a Internet, acerquen a un conocimiento que pueda mantener al mundo en movimiento y en equilibrio. Hay que tener siempre presente que tanto el uso de información como la tecnología de la información no sólo han modificado el estudio y acceso a la ciencia, la tecnología y la industria, sino todas las actividades de la vida humana, la cultura, el comercio, las diversiones familiares y, por supuesto, la educación. En los casos exitosos de estas modificaciones y usos, se detecta claramente que no es suficiente la dotación de tecnología y de información si éstas no van acompañadas del ejercicio cotidiano de la lectura y la reflexión de sus contenidos. |