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10
de septiembre de 2004 Vol. 5, No. 8 ISSN: 1607 - 6079 |
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El 26 de junio del 2000 tuvo lugar en la Casa Blanca un acto solemne. En el acto participaba, vía satélite, Tony Blair. Estaban invitados altos cargos de la administración, la crema de la ciencia biológica, en representación de los múltiples grupos de investigación que habían contribuido a un éxito sin precedentes, y numerosos medios de comunicación. Bill Clinton entró en la sala seguido de Francis Collins y de Jhon Craig Venter, el uno director del programa público y el otro director del proyecto privado. Se había culminado el primer borrador o el primer ensamblaje de lo que se había llamado código genético de la humanidad. Se había culminado una etapa importante de los objetivos que definían el Proyecto Genoma Humano, iniciado en 1990, por instituciones públicas de investigación y centros de investigación de empresas privadas. El presidente Clinton repartió felicitaciones a presentes y ausentes. En el momento cumbre de su intervención dijo: “Hoy estamos aprendiendo el lenguaje con el que Dios creó la vida y nos sentimos aún más sobrecogidos ante la complejidad, la belleza, y la maravilla del don divino...El hecho más importante de la vida en esta tierra es nuestra común humanidad”. F. Collins, sucesor de James Watson en la dirección del Proyecto Genoma, tomó la palabra después del presidente, en el papel de representante de los protagonistas científicos, coincidía en lo que la ciencia había entreabierto: “...hemos visto el primer atisbo de nuestro propio libro de instrucciones, antes sólo conocido por Dios”. C. Venter, científico-empresario intervino después, con porte de ganador, afirmando que este “era un momento histórico en los 100.000 años de humanidad”, y dando tarea para los ocupados en las humanidades afirmó: “Las complejidades y las maravillas del proceso por el que los compuestos químicos inanimados que forman nuestro código genético dan lugar a los imponderables del espíritu humano deberían inspirar a los poetas y a los filósofos durante milenios” (K. Davies, 2001, p. 317). El 27 de junio el eco de esta frase estaba en todos los medios de comunicación y cada lector hizo en su cabeza la componenda acerca de lo que realmente se había conseguido. El libro de la vida estaba escrito con “letras” nucleóticas, era un texto con 3000 mil millones de palabras. El 14 de marzo del mismo año, Bill Clinton y Tony Blair habían emitido un comunicado conjunto de prensa que zanjaba la esperpéntica polémica sobre la propiedad del genoma humano. Increíblemente, muchos habían iniciado una carrera de patentes de genes y el mismo programa de secuenciación del genoma se llevaba a cabo en una frenética carrera de competencias entre un consorcio público de laboratorios internacionales y una empresa privada Celera Genomics de la que era director de investigación Venter. Se mascullaba que quien llegara primero podría apropiarse y repartir a discreción copias, totales o parciales, del libro de la vida, cobrando. En el 2003 se ha completado el mapa del genoma humano. Fred Sanger, ha sido dos veces galardonado con el Premio Nobel, había secuenciado, como hemos dicho, los 51 aminoácidos de la insulina e intuído la base química para la tecnología actual de secuenciación del ADN. Sanger ante la secuencia completa del genoma humano ha dicho: “Es como un libro escrito en un idioma extranjero, y lo primero es aprender el nuevo idioma” (B. Aguado, 2003, p. 317). Aprender a interpretar este “libro” es como plantearse a través de aquel “texto” la búsqueda de la “realidad” humana, el toque de salida para miles de itinerarios donde aguardan innumerables sorpresas. El término gen ha pasado a la calle y es salsa de muchas conversaciones. Se toma como cosa y como clave para explicarlo todo. Debajo de todo lo que me pasa puede haber un “gnomo” genético tirando de los hilos de la explicación. Cada vez, sin embargo, se ve más claro que el sistema genético es un elemento activo en una secuencia compleja de interacciones entre los elementos intracelulares, en la célula individual y en el organismo; es la complejidad de este sistema el origen de los modos de actividad del ser vivo y el origen de la misma biodiversidad. |