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10
de septiembre de 2004 Vol. 5, No. 8 ISSN: 1607 - 6079 |
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El médico siempre ha tenido para el enfermo un componente de mágico poder y de dependencia confiada en su capacidad clínica. Se observa, hoy, un desplazamiento del crédito hacia la tecnología empleada en el diagnóstico y hacia la sofisticación del medicamento. De hecho, el tecnodiagnóstico es una de las líneas de desarrollo en la medicina de la Sociedad de la información. Sofisticadas tecnologías de ultrasonidos, tomografías computarizadas, resonancias magnéticas, trazan un retorcido camino iconológico hacia el diagnóstico. Se vislumbra y aclama, igualmente, la posibilidad del tecnotratamiento vinculado a complicadas terapias génicas, empleos de células madre, delicados trasplantes, costosísimos aceleradores lineales o equipos laser, se ensayan con éxito nanotecnologías y micromáquinas; autómatas como Robodoc lleva a cabo implantaciones de prótesis de cadera, Neurobot accede a la cavidad craneana y es frecuente la cirugía laparoscópica (Laparobot) en intervenciones sobre vesículas litiásicas; la quirrobótica (cirugía robotizada) está en la antesala de futuras prótesis con sensores que multipliquen la capacidad de función en órganos amputados. Médicos, fisiólogos moleculares, bioquímicos e ingenieros cada vez se encuentran más integrados proporcionando entornos, cada vez más complejos, para la conclusión del acto médico. Muchos empezaron a opinar que las claves auténticas de la enfermedad las proporcionarían las enfermedades poco frecuentes, algunas de las cuales (alcaptonuria) se mostraban como errores innatos del metabolismo, causados por ausencia o ineficacia de enzimas, cuyo rastro lleva la ruta que termina en el gen. Los premios nobel de medicina desde 1953 fueron premiando la solución de enigmas centenarios, como el de la anemia falciforme. Se adivinaba el nacimiento de una medicina del genotipo, ocupando progresivamente el lugar de la tradicional fundada en el fenotipo. El ADN y las tecnociencias vinculadas a su estudio, cada vez ocupan lugar más relevante, como factor de comprensión de la enfermedad en todas las especialidades médicas, como nueva referencia para la interpretación de la enfermedad, como origen del inédito consejo génico que ayude a la deliberación posterior a conocer la predisposición genética a enfermedades; como fuente de información y diana para el diseño de nuevos fármacos, ampliando el horizonte de intervención hasta la terapia génica. Cada vez se conocen mejor las interacciones entre factores ambientales y predisposiciones genéticas (P. García Barreno, 2003). El descubrimiento de que el estatuto biológico de células troncales (células madre), incluso en el adulto, no es ni fijo ni irreversible, ni su potencial regenerativo se encuentra restringido al tejido que habitan, abre la puerta de sorprendentes terapias celulares y un nuevo capítulo para la medicina regenerativa y la ingeniería biológica de tejidos. La Sociedad de la Información, en el campo médico, ha de confesar bajito, un conocimiento sin precedentes de los mecanismos de la enfermedad, una precariedad notable de los avances terapéuticos en los dominios de las enfermedades prevalentes, como el cancer y los trastornos de la mente y un marketing onírico que fomenta el “auge de los compuestos denominados lifestyle drugs, cuyo cometido es restaurar aquellas facultades y atributos sociales que tienden a eclipsarse con la edad: la calvicie, la impotencia, el sobrepeso, la depresión o el insomnio” (P. García Barreno, 2003, p. 511). |