Panchito: la patente del conocimiento

 

Risueños y gentiles, audaces e independientes, impulsores de la tecnociencia y con un sinfín de proyectos por delante, Rosalba García y David Uzziel López son unos padres sui generis. Y no porque ella hubiese tenido un parto de bebés sextillizos sino porque ambos son padres de un ser con cabeza de olla de aluminio, hombros de latas de frijoles, pies de latas de sardina, entre otras metálicas cualidades. Este “niño” tiene nombre. Tan peculiar como él mismo así fue el proceso para escoger su nombre en el que muchos niños del Valle de Chalco se involucraron, mismos que optaron por nombrarlo “Panchito”. Él es más que un robot, es un fiel compañero de ruta de miles de niños mexicanos en el inmenso pero misterioso camino del conocimiento.

 

“Panchito” como los seres humanos tuvo que ser registrado ante una oficina gubernamental para poder ser un digno mexicano pero en lugar de acudir al Registro Civil sus padres tuvieron que registrarlo para obtener su “cartilla de ciudadanía” en el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI).

El IMPI es el organismo que administra el sistema de propiedad industrial en nuestro país y tiene como principal objetivo: “estimular la creatividad en beneficio de la sociedad en su conjunto y proteger jurídicamente a la propiedad industrial y los derechos de autor a través del Sistema Nacional de Propiedad Industrial, mediante el otorgamiento de derechos, tales como patentes, modelos de utilidad y diseños industriales”.

Una patente, que fue la que se le otorgó a los padres de Panchito, es el registro de un nuevo invento el cual sirve para protegerlo. El IMPI entiende por invento, “toda creación humana que transforma la materia o la energía, para el aprovechamiento del hombre y satisfacción de sus necesidades”. Son patentables las invenciones que tengan las siguientes cualidades: “que sean nuevas, sean resultado de una actividad inventiva y tengan aplicación industrial”.