Piezas sobre moral filosófica

Mi posición es que debemos desechar la distinción entre ética y moral. La razón: sólo en la medida en que ocurra esto, la filosofía volverá a ser entendida como disfrute.

El motivo

Desde hace un par de años, una serie de discusiones, y la lectura de algunos libros, me han llevado a enfrentarme con una idea que ahora entiendo como subyacente de mis muchas discrepancias teóricas.

Como descubrí con el tiempo, la idea en cuestión constituía uno de esos pilares dogmáticos para algunos que, en México, nos formamos como filósofos con inquietudes en torno a la vida moral y además, que su crítica socavaba –si vale decirlo con ese dramatismo- los cimientos sobre los que se ha construido no sólo una labor teórica, sino un sentido de la práctica filosófica.

Sobre todo porque se trata de una idea que así como constituye una posición teórica respecto a la reflexión moral, también significa una postura en relación con el sentido de la profesión filosófica, al menos en lo que se refiere a quienes reflexionan sobre la conducta humana, en México.

Me refiero, y me encantaría poder decir, por supuesto, a esa definición que se introduce en el programa de ética de la preparatoria todavía hoy1, a propósito de la distinción entre ética y moral.
La forma más usual, y también la más dogmática para presentar esta distinción en los manuales, suele ser la afirmación de que la ética estudia la moral o, alternativamente, que la moral es el objeto de estudio de la ética.

Por supuesto, no es sólo en los manuales de ética para la preparatoria, incluyendo por ejemplo, el escrito por Sánchez Vázquez, donde encontramos afirmaciones de este tipo. En un libro reciente de una de mis maestras, Juliana González 2, encontramos una discusión en torno a este asunto.

Se entiende, pues, que pese a parecer una fórmula para responder a la pregunta de un examen, la idea con la que me enfrento dista mucho de ser un mero cadáver teórico. Al contrario, se trata de una de las ideas más difundidas y arraigadas en México sobre cómo entender la filosofía moral, que conserva parte de su fuerza y vigor entre algunos filósofos, dentro de los cuales debo decirlo, me encontraba yo hasta hace poco.

Hoy, mi posición es distinta. Estoy convencido que debemos desechar la distinción entre ética y moral. Particularmente, aquella que quiere hacer de la segunda una suerte de “realidad moral” o “mundo moral” que es objeto de reflexión de la primera. Las razones pueden ser muchas. Aquí me interesa aquella que es un intento por restituir la unidad de la reflexión moral, para que la filosofía y, en concreto, la filosofía moral, tenga por objetivo la alegría y goce. Vuelva, ella misma, a ser entendida como disfrute.

Debo confesar, sin embargo, que no puedo narrar las razones de mi desencanto ni los senderos de nuevos caminos, sino a pedazos. Como trozos de una reflexión cuyos vínculos no alcanzo a ver en su totalidad. Y es pues, con esos pedazos con los que he compuesto este objeto.