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       Virtud moral: 
 Las virtudes morales son hijas “de los buenos hábitos”. (Ética Nicomaquea, II, 1). El hombre tiene una predisposición para poseer la virtud moral, pero con la condición de que se perfeccione por medio del hábito, de la práctica. La justicia, la templanza y la valentía son virtudes éticas. 
 La 
        noción griega de hábito moral involucra una orientación 
        de la persona hacia el bien de forma consistente. La virtud es el hábito 
        de una escogencia adecuada. La virtud moral se vincula con una elección 
        relacionada con un medio, con las pasiones y con las acciones, connotando 
        exceso, defecto o justo medio. El exceso o la carencia son faltas y ocasionan 
        vituperio. El término medio ocasiona aprobación, elogio: 
        “la virtud es, pues, una especie de medianía, ya que la meta 
        que se propone es un equilibrio entre dos extremos” (Ética 
        Nicomaquea, II, 6). Mediante la proaíresis (elección 
        responsable o intención) el ser humano ha de decidirse ante las 
        alternativas de acción aportadas por el contexto. La persona que 
        posee virtudes se interroga sobre cómo de actuar en determinados 
        escenario. Obsérvese que para Aristóteles las virtudes no 
        se invocan. Se practican. Prestigian a una ciudad. También al ciudadano 
        común y al hombre público que con sus actos educan y ayudan 
        a la formación de buenos hábitos que se traducen en unas 
        virtudes.  La educación (paideía) moral, -que forma a la persona para que controle sus sentimientos, sus deseos, el placer, el dolor-, construye la areté que induce al ciudadano a tomar concienciar de lo justo y lo injusto, del bien y del mal para “instalarnos en lo colectivo, sin desgarrar el tejido que lo constituye” (Lledó, 2002, p. 159): “El bien es, por consiguiente, una creación que, articulada en la areté, despliega las posibilidades de realización de cada individuo entre las posibilidades de los otros”. (Ibid.) Las virtudes éticas “son virtudes del individuo, actúan desde él y se identifican con él. Pero los límites de su ejercicio han sido marcados en el contraste con lo otro, que se presenta como espacio de la polis.” (Ibid., p. 168). Entre las virtudes éticas más apreciadas están la justicia, la valentía, la liberalidad relacionada con la riqueza, la magnanimidad, la magnificencia. (Retórica, I, 9). Ellas marcan los discursos sociales, muestran la honorabilidad de los comunicadores cuando el bien y lo conveniente se calibran y se sobreponen a intereses individuales o de pequeños grupos que controlan la información.4 
 
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