Deseo, Ley y Moral
En
diversos escritos Jacques Lacan le da una connotación fundamental
al deseo humano, el cual, según su teoría, es un efecto
metonímico (continuidad—contigüidad), por lo cual no
existen objetos que en lo real puedan suturarlo por completo. Parafraseando a Massota “El deseo está determinado por la relación del sujeto infantil deseante con el deseo de la madre”.2 En este caso la madre es el Otro, o sea la portadora de la cultura. La teoría lacaniana da al denominado falo un lugar primordial, como significante privilegiado. “El falo vendría a ser la premisa universal del pene, a saber la creencia infantil de que existe un solo sexo, y su testadura negativa (por donde el falo se constituye en posición inconsciente) de reconocer la diferencia”.3 Así el falo vendría a ser ese intermediario simbólico entre el hombre y la mujer, entre la madre y el niño. Todo deseo va a estar determinado por la marca fálica. Según esta perspectiva el deseo humano posee una fuerte connotación sexual. La diferencia sexual biológico—real, y su negación infantil, conducen a la idea de un símbolo que universalice tal diferencia; en esta condición el falo ocuparía un lugar centrífugo con respecto al deseo humano. En esta instancia, ¿cuál sería la Ética del deseo? Según el planteamiento freudolacaniano el deseo en el ámbito de la sexuación, está destinado a encontrar, por medio de las operaciones metafóricas y metonímicas las marcas fálicas, de ahí que el deseo estaría así en contradicción con lo que se concibe como una moral social. Pero como veremos Lacan, elabora una teoría más refinada para abordar la problemática del deseo y su causa, y es por medio del objeto “a”. Estos objetos caídos de la relación del sujeto infantil con la madre (el Otro), relación que involucra el cuerpo y sus pulsiones (anal, oral, voz, mirada) creará en el campo imaginario, una serie fantasmática hacia lo cual se dirigirá el deseo. De allí se desprenderá una serie de objetos deseables para el sujeto, que imaginariamente obturarán lo que Lacan denomina una “falla estructural”. Siguiendo este lineamiento, el deseo apuntaría hacia el fantasma de cada cual, en el caso del hombre o mujer, su carácter funcional será inconsciente. Aquí habrá ya un choque con los enfoques racionalistas, que desde Aristóteles, determinan en la cultura la concepción de un hombre que actúa según su voluntad y de acuerdo a una serie de pautas predeterminadas. Volviendo al enfoque lacaniano, el deseo estaría muy ligado a la aparición del lenguaje, pues sólo es a través de la inserción en la cultura, a través de la renuncia al primer objeto prohibido (la madre) que el sujeto será deseante. Las operaciones serán aquí del orden de lo lingüístico, por sustituciones y desplazamientos. |