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El Quijote se publicó durante muchas décadas en ediciones infames, hasta que el fervor que los ingleses del XVIII manifestaron por la obra tuvo un eco en la península que condujo a su recuperación editorial (edición de la Real Academia de 1780). El tercer centenario de la publicación de la obra (1905) marcó el florecimiento de las interpretaciones filosóficas y nacionalistas de la obra, y fue el espaldarazo a lo que Daniel Eisenberg llama el "cervantismo oficial" (el de ayuntamientos, diputaciones o ministerios), que financia placas y monumentos más que investigaciones, y que rebrota en este cuarto centenario en el que estamos sumidos... En 1941 escribía Borges (por boca de su personaje Menard) que el Quijote de Cervantes "ahora es una ocasión de brindis patrióticos, de soberbia gramatical, de obscenas ediciones de lujo". Ojalá pueda ser también ocasión de deleite de lectura, de goce lingüístico, y —más que agujero negro literario— pórtico de entrada a la época más rica de las letras españolas.

Azorín publicó unas páginas sobre Don Quijote con el título de Con permiso de los cervantistas. Cierro este prólogo con el permiso de los cervantistas, de los avellanedistas, de los lopistas y de todos los -istas que haya o que puedan surgir. Esta no ha sido sino mi lectura del Quijote de Avellaneda, y se la brindo a todos los lectores que quieran hacer algún uso de ella. Vale.

Creación, 25 de febrero del 2005.
Última versión, 8 de abril del 2005
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