Habitualmente se ha considerado que el teatro cervantino forma parte de su producción menos lograda; para algunos críticos, esto abarcaría también a los entremeses, a grado tal que en muchas de las antologías del entremés barroco, como la realizada por Celsa Carmen García Valdés y publicada por Plaza y Janés en 1985, la autora no toma en cuenta los entremeses y sólo da una noticia escueta de ellos como antecedente, a diferencia de lo subrayado por Asencio, que señala cómo los entremeses son una rica veta de la que los entremesistas posteriores sacaron un material invaluable. Cuando Cervantes compone sus obras, se ve que ya conocía la definición que de los entremeses había de hacer Covarrububias en el Tesoro de la lengua española (1611): “[...] una representación de risa y graciosa, que se entremete entre un acto y otro, de la comedia para alegrar y espaciar el auditorio”. Cabe señalar en esta definición dos elementos importantes: el hincapié en el hecho de ser un material literario para ser representado; y el otro, su finalidad de entretener, divertir y hacer reír al auditorio, es decir a un público que, a partir de una convención sociocultural perfectamente establecida desde el siglo XVI, sabe qué es lo que puede esperar de estas obras colocadas a manera de divertimentos, en el corpus de una comedia. Los entremeses, al mismo tiempo que servían para el regocijo de los espectadores, eran irónicos, divertidos, y en última instancia, carnavalescos juegos de espejos de la sociedad. Los entremeses eran considerados como “obras sucintas” y al parecer sin pretensiones que encajaban, sin embargo, en un género teatral que en los albores del siglo XVII, había conseguido ya su plena autonomía. Por otro lado, aunque es indudable que había una fuerte tradición proveniente de las representaciones del Renacimiento italiano en su reelaboración de materiales clásicos, también hay que considerar otros materiales que contribuyeron a la génesis del género: elementos procedentes del folclor difundidos por la tradición oral; condiciones materiales del espectáculo; preferencias de los cómicos y autores; formación de un público fruidor de teatro; exigencias de las cofradías; y políticas de censura que fueron dando un perfil específico a los entremeses españoles. Si
atendemos a que en el origen del género hay una fuerte tradición
de transmisión oral, es fácil comprender la preeminencia
de temas y sentidos signados por “lo popular”, es decir por
formas del imaginario popular que encuentran en los entremeses un fuerte
sentido desmitificador, desenmascarador, pues en ocasiones detrás
de la risa y la burla se vislumbra un enrarecido mundo que transparenta
grandes tensiones sociales, que a través del regocijo, en un proceso
de identificación cómica, el “reír con”
puede servir como catarsis. |