|
Por lo tanto, un recorrido socio histórico
económico y político de las problemáticas
(crisis económicas por efectos dominó y
fuga de capitales, consecuente desequilibrio
en la balanza comercial, subsiguiente desempleo,
subempleo, desocupación, consiguiente
deterioro en la calidad de vida que se manifiestan
de 1960 a la actualidad), demuestra la moderación
del Estado en el impacto del crecimiento económico
sobre la naturaleza y la humanidad (Castillo,
2006). Se evidencia la necesidad de una política
económica ajustada a una racionalidad
ambiental para conservar la estructura de poder
económica, política y social. Se
hace imprescindible la necesidad de innovar,
modelar, analizar y predecir un comportamiento
que gestione una política económica
para garantizar satisfactores básicos
tales como salud, empleo y educación,
la explotación estratégica de los
recursos naturales, la transferencia de tecnología
a las comunidades y a las generaciones venideras
(Gudynas y Villalva, 2006).
La sobreexplotación, contaminación, destrucción, escasez y extinción de los recursos naturales (agua, petróleo, gas y electricidad), así como la desocupación, el desempleo, el subempleo, la abismal diferencia en el ingreso entre ricos y pobres, el aumento de la deuda tanto externa como interna, sus correspondientes altas tasas de intereses y la inflación permanente, son resultantes de cinco modalidades de política económica; estabilizadora, conciliadora, ortodoxa, heterodoxa y neoliberal implementadas a partir de los supuestos monetaristas e intervencionistas (Huerta, 2005).
Los monetaristas plantean que el libre juego de las fuerzas del mercado establece una economía próxima al pleno empleo y la intervención del Estado se debe reducir a lo mínimo posible: en esencia, a controlar estrictamente la cantidad de dinero. Es decir, las economías tienden a largo plazo hacia el pleno empleo de los recursos productivos y el gasto público debe limitarse en lo posible para equilibrar el presupuesto público anualmente. En contraste, los Intervencionistas sostienen que el Estado mediante una política fiscal debe estabilizar la economía, ante una recesión motivada por una demanda agregada insuficiente. El sector público debe intervenir manipulando los gastos y los impuestos. Por lo tanto, el presupuesto se debe equilibrar cíclicamente.
En este sentido, la política económica estabilizadora ha sido definida como la interpretación del desarrollo (apertura al comercio exterior, valuación adecuada de la moneda, incentivos al ahorro interno, estimulación de la inversión extranjera y compensación de la balanza de pagos) a partir de programas e instrumentos de estabilidad fundamentados por la teoría monetarista y la practica tecnócrata que favorecen un oligopolio en el financiamiento, producción y comercialización (Murillo, 2004).
|
|