Encarnizamiento
terapéutico
Esta
visión consumista ha producido el
denominado encarnizamiento terapéutico;
aquellas medidas desproporcionadas e inútiles
frente al estado real de la enfermedad.
Un ejemplo son las cirugías radicales,
o las quimioterapias injustificadas, cuando
la evolución de la enfermedad oncológica
permite suponer con una certeza razonable
que dichos tratamientos no modificarán
en lo absoluto el curso de la enfermedad,
pero si agregarán síntomas
adicionales producto de las intervenciones
terapéuticas, falsas expectativas
y gastos financieros elevados, con mucha
frecuencia catastróficos. Otro ejemplo
son las maniobras de reanimación
cardio-pulmonar y el soporte vital avanzado
de los enfermos con cáncer en etapa
terminal, ya que estos abordajes, solo prolongarán
la agonía del enfermo y producen
dilemas éticos que desgastan profundamente
al personal de salud y a la familia del
paciente.
En
los últimos tiempos, se tiende a
reconocer que, a pesar nuestro, la medicina
y sus herramientas son falibles y moriremos
irremediablemente, por lo que cuando esta
verdad se acepta, la esperanza puede orientarse
a lograr la mejor calidad de vida posible,
enfocándose el abordaje médico
en el control de síntomas, especialmente
en el alivio del dolor.
Es
necesario considerar las necesidades del
paciente en diferentes ámbitos:8
Aspectos orgánicos (aspectos médicos).
Emocionales (aspectos psicológicos).
Familiares y laborales (sociales).
Existenciales (espirituales- metafísicos).
Bienestar y calidad de vida.
Estos
aspectos deben ser evaluados durante la
visita preanéstesica, y son áreas
de interés para el anestesiólogo,
aquellas que tienen que ver con el conocimiento
del paciente sobre la enfermedad y sobre
lo que puede esperar del tratamiento. Es
decir: el “consentimiento informado” que
en resumen significa que el paciente entiende
la fase de la enfermedad por la que está
atravesando y cuáles son los riesgos
y beneficios de las intervenciones médicas
que se realizarán en su persona y
las consecuencias probables. Es de especial
importancia clarificar esta información
para el paciente y su familia, en aquellas
cirugías mutilantes o de alto riesgo,
para evitar a toda costa su realización,
cuando el paciente tenga dudas consistentes
sobre el beneficio de la cirugía,
o cuando la rechace totalmente.
No es ética ni jurídicamente
aceptable el que el médico tratante
o un familiar cercano autoricen dichos procedimientos,
cuando no se ha demostrado la incapacidad
física o mental del paciente para
tomar sus propias decisiones, y cuando se
presentan estas irregularidades se atenta
contra el derecho de autonomía del
paciente, de aceptar o rechazar cualquier
intervención y asumir las consecuencias
de esta decisión. Es evidente que
el consentimiento informado debe proveer
al paciente de la información pertinente
en un lenguaje claro, no técnico,
porque solemos explicarle los procedimientos
y técnicas con el lenguaje médico
que nos es familiar, sin embargo, este suele
ser bastante oscuro para los pacientes,
y es necesario “traducirlo”, en ocasiones
describiendo los procedimientos y evitando
la coacción, toda vez que el que
se beneficia o se perjudica de las intervenciones
es el propio enfermo. No solamente el aspecto
ético es relevante, es frecuente
en esta época el enfrentar demandas
de carácter legal, dado que con frecuencia
se ignora la necesidad de emitir documentos
probatorios que den fe del consentimiento
informado.