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Diplomacia
vs. criptoanálisis
Expuesto
lo anterior, hay que significar que, por una
parte, la reaparición de las artes, la
erudición y las ciencias durante el Renacimiento
propició el avance de esta disciplina,
y por otra, que la detonación de las
maquinaciones políticas benefició
el desarrollo de las comunicaciones secretas.
En consecuencia, la diplomacia floreció;
cada estado enviaba embajadores a la corte de
los demás y, por lo general, se establecieron
oficinas de cifras, a la vez que cada plenipotenciario
tenía un secretario de cifras. Entre
otros departamentos de criptoanálisis
destacan el Cabinet Noir parisino y la Geheime
Kabinets-Kanzlei vienesa. En España,
hasta que en el año 1561 se traslada
la capitalidad a Madrid, se centralizaba la
criptografía "oficialista" en la Secretaría
de Despacho Universal, emplazamiento desde el
que era distribuida por los Correos a todos
los lugares hispanos, europeos y americanos
con los que se mantenían relaciones diplomáticas.
Después, este Despacho se estableció
en el Alcázar madrileño, siendo
su director el Secretario del Exterior, por
entonces Gonzalo Pérez.
También
se comienza a asistir durante esta etapa histórica
a un fenómeno advertido por el profesor
Singh, consistente en que no sólo la
escritura cifrada se estaba convirtiendo en
un instrumento diplomático frecuente,
sino que la técnica criptoanalítica
empezaba a aparecer en Occidente9.
Es decir, surgieron individuos que intentaban
romper la protección que supuestamente
procuraban los métodos criptográficos10.
Esta es la razón por la que se introdujeron
nuevos elementos con la finalidad de complicar
la perlustración de las comunicaciones
cifradas: inclusión de símbolos
"nulos", intencional deletreo erróneo
de algunas palabras antes de codificar el mensaje
para evitar el análisis de frecuencias,
implantación de los "codigos" en los
nomenclatores, etc.
Comúnmente,
los textos codificados son misivas que se adaptan
a los estilos propios en la correspondencia
privada o a las notas de oficio empleadas en
la Administración. Sin embargo, para
evitar su perlustrado, se eliden muchas veces
los tratamientos protocolarios, los saludos,
la intitulación, la dirección
y la data, es decir aquellos elementos que se
prestan mejor al descodificado. Misivas estas
que podían estarlo en su totalidad con
caracteres enigmáticos o en aquellos
fragmentos que se considerasen convenientes
por su contenido confidencial. En función
de esta particularidad, su descifrado o texto
claro, que solía correr a cargo de un
oficial capacitado para tal labor, se podía
presentar al corresponsal receptor en una hoja
aparte o efectuar el descodificado en el propio
papel remitido por el emisor, bien interlineado,
bien marginal. Aunque también es verdad
que muchas veces este ejercicio estaba supeditado
a la forma de transmitir la información:
por correo ordinario o de manera enmascarada.
En
fin, que al leer la historia de la criptografía
de esta época, casi se tiene la sensación
de que el intercambio de criptogramas era un
pasatiempo social, debido a su intercepción
y resolución frecuente. Recuérdese
aquel axioma que dice: "El triunfo del criptógrafo
constituye el fracaso del criptoanalista, y
viceversa"; en consecuencia, la poligrafía
ha ido adquiriendo un lugar relevante y esencial
en la actividad diplomática de los diferentes
gobiernos y estados. Incluso, con el paso del
tiempo, de estar en manos de militares y diplomáticos,
en la sociedad contemporánea ha surgido
la necesidad de una criptografía civil,
cerrojo de la "era de la información".
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