Revista Digital Universitaria
10 de agosto de 2006 Vol.7, No.8 ISSN: 1607 - 6079
Publicación mensual

 
     

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Las necrópolis

Y es que en la antigua Roma, si bien había existido una necrópolis, generalmente los cuerpos acababan reposando en los panteones que bordeaban durante buena parte de su extensión la Vía Apia. Los ricos elevaban sus construcciones con las que no podían rivalizar, ni muchísimo menos, los hombres de recursos modestos, y hasta pobres, que terminaban en las fosas comunes o en columbarios.

En las páginas 62-63 de La casa de las vestales, recopilación de relatos de Steven Saylor, este autor nos cuenta, por medio de una alusión intrascendente a los embalsamadores de la Puerta Esquilina, que la necrópolis se encuentra más allá de la misma, pero será en la página 71 de la misma obra donde nos presentará una vívida descripción:

Por la Puerta Esquilina se pasa de la ciudad de los vivos a la ciudad de los muertos.

A la izquierda del camino está la necrópolis pública de Roma, donde se amontonan casi juntas las tumbas de los esclavos y las modestas sepulturas de los romanos pobres. Hace mucho, cuando Roma era joven, se descubrieron pozos de cal cerca de allí. Así como la ciudad de los vivos se arracimaba alrededor del río, del foro y de los mercados, la ciudad de los muertos se extendía alrededor de los pozos de cal, los crematorios y los templos en los que se purifican cadáveres.

A la derecha del camino están los pozos negros en los que los habitantes de la Subura y barrios colindantes arrojan sus basuras. Toda clase de desechos se amontonan en los fosos de arena. vajilla y muebles rotos, restos podridos de comida, prendas desechadas, sucias y rasgadas que ni siquiera un mendigo querría usar. Aquí y allá, los guardianes encendían pequeñas hogueras para quemar los desechos, luego echaban arena sobre los rescoldos con un rastrillo.

El ambiente desolador de la necrópolis es bastante realista. Allí eran enterrados los esclavos y los romanos pobres. Debe recordarse aquí que había dos clases de lugares para enterramiento: públicos y privados, pero ambos fuera de las murallas de Roma, ya que salvo las vestales y los emperadores, nadie podía ser enterrado intramuros so pena de algún castigo. Los lugares públicos eran en este tiempo de dos clases: para hombres ilustres, quienes eran enterrados en el Campo de Marte, y para ciudadanos pobres, enterrados más allá de la Puerta Esquilina, como dice Saylor, es decir, en el Campo Esquilino donde estaba la necrópolis que describe el autor americano como un lugar caótico y atroz donde los cuerpos eran depositados en pozos o pequeñas cavernas llamados puticul, como los definió Varrón en De lingua latina2. Como es lógico pensar, este lugar en el Campo Esquilino llegó a convertirse en un lugar infecto que posteriormente fue comprado por el célebre filántropo Mecenas y convertido en unos esplenderosos jardines entre los que construyó una magnífica mansión3.

 
   

 

 

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