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Revista Digital Universitaria
10 de abril de 2007 Vol.8, No.4 ISSN: 1607 - 6079
Publicación mensual

 
     

RDU

 
 
 

7 de octubre de 2003, Ragusa

Llego en la madrugada. Luego de un frustrado trayecto a través de Bosnia Herzegovina, tomo el camino desde Zagreb, pasando por Split, hacia Ragusa23. Eso que insiste no dejó de hacer camino.

 
Ciudad eminentemente marítima24. Pregunto por el centro de la ciudad, la respuesta es: ah, la vieja ciudad? Hacia allá me dirijo. Al cruzar un pequeño puente, en donde otrora había un canal; quedo transportado a otra época. No se trata de un castillo medieval. Es una ciudad25 romana, a la orilla del azul del Adriático. Las calles angostas, son en realidad callejones, las paredes altas con ventanas minúsculas y los techos de teja y dos aguas26 . La lengua que se escucha es el croata27. Transcurridas las primeras horas de la mañana, allí donde se veían paredes y puertas cerradas y apenas unas cuantas personas que caminaban a prisa, de pronto, se suscitó un cambio, las puertas, las ventanas e incluso algunas paredes, se llenaron de mercancías para el turismo que en oleadas llegaba. Salgo, cruzo el puente, sin embargo, aún no salía del asombro de la ciudad romana en la que estuve. No fue sino cuando llego de vuelta a Split y visito la zona romana de As Phalatos, ubicada en plena ciudad moderna, que caigo en la cuenta: estuve en Rakusa.

Unos días antes, en Viena, un joven austriaco que atiende en el Sigmund Freud Museum, me alertó: Ragusa es el nombre antiguo de la actual Dubrovnik. Sí, en efecto, así es, ese es el nombre propio de dicha ciudad, mas cuando uno cruza el puente, Dubrovnik ya no está más: Rakusa, el lugar, el ambiente medieval, se impone.

 
   
 

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