De las lecciones de la arquitectura tradicional al proyecto contemporáneo
La edificación como proceso sostenible puede tener en la arquitectura tradicional un referente claro para modificar la producción de vivienda convencional, que abre una vía en paralelo y complementaria de acumulación de conocimiento y experiencias que proceden de la experimentación formal de la arquitectura de vanguardia realizada con criterios ambientales. Como señalaba B. Rudofsky en Architecture without architects: “la filosofía y el conocimiento de los constructores anónimos es la mayor fuente no aprovechada de la inspiración arquitectónica del hombre industrial”.
La cuestión es cómo enfocar el aprendizaje que se puede desprender del análisis de la arquitectura tradicional. Y la respuesta tiene incluso algún que otro precedente. En los años 20 y 30 el Movimiento Moderno puso también su mirada en la arquitectura tradicional como ejemplo de definición formal a través de la optimización funcional del espacio doméstico. El problema al que se enfrentaba Europa en esos momentos era en definir una arquitectura eficaz en la reconstrucción de post-guerra, que simplificara los procesos de producción masiva de vivienda2. En ese contexto las referencias de los arquitectos más destacados hacia la arquitectura popular como ejemplo de matrimonio perfecto entre forma y función, condujo a un cierto interés en el estudio de la arquitectura tradicional, que en España tuvo uno de sus ejemplos más destacados en los trabajos de García Mercadal y el GATEPAC, ambos formando a la vez parte de las expresiones visibles de la vanguardia del Movimiento Moderno anterior a la Guerra Civil.
El intento de explicar la forma desde la función óptima podría tener, hoy en día, un paralelismo posible en la lectura de la arquitectura tradicional desde la ecoeficiencia. En definitiva se trata de poner en valor los mecanismos que ligan criterios de sostenibilidad (los bioclimatismos entre ellos), modos de producción y el binomio forma-función en los edificios. La arquitectura tradicional generó sus formas en un proceso de depuración a lo largo de periodos muy largos de tiempo, con modificaciones continuas, realizadas por generaciones de habitantes, hasta decantar un espacio doméstico y productivo que aprovechaba al máximo técnica y culturalmente los límites ecológicos del ecosistema local. Hoy en día las modificaciones de ajuste han de ser, en su mayor parte, sustituidas por un diseño a priori de la vivienda, articulado con un sistema de producción que ha de contar con la intermediación de un sistema promocional, ya sea público o privado y de una industria de la construcción, con posibilidades técnicas que en muchos casos fuerzan los recursos no sólo de los ecosistemas locales sino de ecosistemas lejanos. Con estos mimbres el arquitecto actual ha de recuperar formas de pensar análogas a las que se han demostrado como sostenibles en la arquitectura tradicional y recomponerlas en las condiciones de producción existentes para conseguir formas que respondan a las exigencias ecológicas y sociales de hoy en día. No se trata de copiar formas, ni soluciones tecnológicas, sino de copiar metodologías.
Refrigerador, botijo,
botijo decorado(esmaltado) y cantimplora
En realidad lo importante sería entender cómo se plantean y resuelven los problemas, relacionado y valorando los objetivos o fines con los medios para conseguirlos. A modo de ejemplo vamos a analizar un problema mucho más sencillo que el acondicionamiento de un edificio: el enfriamiento del agua potable en un ambiente caluroso. La tecnología moderna ha resuelto este problema mediante la compleja máquina que denominamos refrigerador, con unos resultados muy eficaces si consideramos sólo la temperatura del agua, pero bastante cuestionables si consideramos el alto consumo de recursos materiales (aluminio, gases refrigerantes, etc.) y energía que se consume para ello. Por el contrario, la sabiduría popular ha desarrollado en España un simple artilugio denominado botijo que consiste en una vasija de barro en la cual el agua del interior se filtra hacia el exterior gracias a la porosidad del material, evaporándose en su superficie por el calor exterior y por tanto enfriando (además en relación proporcional al calor externo) en este cambio de estado el agua que permanece dentro del botijo. La optimización entre medios y fines no puede ser mayor: se trata de un simple dispositivo de barro con un consumo mínimo, mantenimiento nulo y perfectamente reciclable. Lo ique planteamos no sería simplemente la adaptación a la estética contemporánea del botijo, o la búsqueda de nuevas formas y diseños a partir del modelo original3, sino el desarrollo de nuevos artilugios que resuelven problemas distintos utilizando razonamientos similares: es el caso de la cantimplora, cuyo funcionamiento térmico es análogo al del botijo, si bien responde también a otras cuestiones como la de ser fácilmente transportable, irrompible, etc.
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