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En este artículo abordaremos las visiones
conceptuales que norman el aprovechamiento, uso y sobreexplotación
de los recursos naturales, que de alguna manera justifican las formas
de apropiación y manejo de los recursos naturales. Lo anterior
ayudará a identificar en qué se sustentan dichas prácticas,
tanto de individuos como de empresas, para hacer uso del medio ambiente.
Como veremos, algunas de estas concepciones incorporan los recursos
como mercancías para que sean valorados dentro del esquema
de mercado, siguiendo una lógica de rentabilidad que poco
tiene ver con la dinámica de reproducción de los sistemas
naturales-biológicos. Por lo tanto, se pretende hacer una
reflexión acerca de las consecuencias que han traído
estas concepciones en la forma de incorporar los recursos naturales
a la dinámica del sistema económico.
Los nuevos enfoques tienen que analizar cómo
el proceso económico
transforma el entorno ambiental, al insumir sus recursos y convertirlos
en bienes económicos de forma creciente, ésto a la
vez genera subproductos, como desperdicios, que se vuelven basura
y contaminan tierra, agua y aire. Para poder tener en disposición
de la sociedad todos los bienes y servicios que ésta requiere,
ha sido necesario utilizar recursos naturales en un momento dado.
No obstante, y bajo la óptica de la máxima ganancia
empresarial, no se ha considerado su renovación como una condición
indispensable para el sostenimiento de la vida en el planeta, lo
que ha derivado en una sobreexplotación de los recursos y
en una serie de problemas, que de no solucionarse
pondrían
en peligro la vida en el planeta. Veremos que no son suficientes
las concepciones que aquí se analizan para poder dar soluciones
al problema de la contaminación y uso de los recursos naturales.
Sin embargo, lo que se debe estudiar, y que hemos dejado de lado,
es cómo incidir en la conducta de las personas para que desarrollen
estilos de vida que tengan implicaciones más favorables para
el ambiente
Pearce y Turner (1995) señalan que en los años setenta empiezan a percibirse los problemas de los recursos naturales y el medio ambiente a partir de cuatro posiciones:
La primera corriente está dominada por la eficiencia
económica y su principal instrumento es el análisis
costo-beneficio. Esta concepción se fundamenta en el
utilitarismo y en los derechos de propiedad; permite al mercado
regular la explotación de los recursos. El optimismo
tecnológico y las posibilidades de sustitución.
En función de los precios, dejan el campo libre a la
explotación de los recursos naturales y del ambiente.
Está ausente toda consideración, tanto intrageneracional
(con referencia a la distribución) como intergeneracional,
es decir, la economía ambiental (Corona, 2000).
La segunda corriente es la llamada preservacionista, centrada en la conservación integral de la biosfera: ningún aspecto constitutivo de la biosfera debe ser tocado por las actividades del hombre; salvo en caso de urgencia, el hombre no posee ningún derecho sobre los recursos naturales. Por el contrario, los elementos no humanos poseen derechos que el hombre debe respetar. Las consideraciones éticas se extienden así a la naturaleza entera y valen para siempre. Este enfoque corresponde principalmente a la corriente llamada ecología profunda.
Una tercera posición llamada conservacionista ve en los recursos y en los problemas del ambiente cierta restricción para el crecimiento económico; sugiere que éste deberá detenerse de buen grado o por la fuerza. Estos son los partidarios del crecimiento cero o del estado estacionario. Se trata de un punto de vista antropocéntrico, distinto, por consecuencia, a la primera corriente. Igualmente se diferencia del segundo enfoque por su preocupación por mantener una base de recursos naturales. Las consideraciones éticas intergeneracionales dominan netamente a las preocupaciones intrageneracionales y conducen a sacrificar el crecimiento presente en aras del beneficio de las generaciones futuras.
La cuarta corriente ve en los recursos y en los problemas del medio ambiente una severa restricción al crecimiento económico, pero al mismo tiempo estima que es posible un compromiso, con el auxilio de una definición adecuada de las restricciones que deberán respetarse y de un uso hábil de los instrumentos económicos de estímulo. Aquí se encuentran los más fervientes partidarios del desarrollo sustentable. Las consideraciones éticas intrageneracionales e intergeneracionales se toman en cuenta de manera equilibrada. Propugnan no sacrificar el desarrollo actual sino cambiar sus características para permitir un desarrollo durable (Corona, 2000:78).
Puede observarse que entre las cuatro corrientes
respecto del ambiente y de los recursos naturales, las dos
primeras son la consecuencia de concepciones reduccioncitas
y unilaterales, en tanto que las dos últimas se derivan en grado diverso
de posiciones de compromiso entre economía, por una
parte, y de ambiente y recursos naturales, por la otra. Sin
embargo, para los fines de este artículo empezaremos
revisando las concepciones de los clásicos respecto
a los recursos naturales.
Ante el crecimiento actual de nuestro país,
se hace necesaria una revisión de las principales ideas
del pensamiento económico en que se sustenta la destrucción
ambiental. Para los mercantilistas y los clásicos como
A. Smith la función principal del bien natural es lograr
una mayor rentabilidad, para otros autores como David Ricardo,
los bienes naturales son fuente inagotable, mientras que para
el caso de Malthus los recursos tienen potencial ilimitado
o bien limitado (Torres, 2001).
Bajo el modelo neoliberal los recursos representan un capital natural que permite un mayor desarrollo; al respecto Lenin y Trotsky plantean que los recursos son la base para la eliminación de la explotación y la construcción del socialismo. También existen corrientes menos destructoras del medio ambiente, como la de los fisiócratas que consideran a la naturaleza como la base de la economía y de la producción de la riqueza material, mientras que para Marx los recursos naturales constituyen una condición indispensable que se debe cuidar.
Lo anterior se reafirma cuando Say alude que "los hombres disfrutan de ciertos bienes que la naturaleza les concede gratuitamente, tales como el aire, el agua, la luz del sol, pero no es a estos bienes a los que por lo común se les da el nombre de riquezas. Éste se reserva para aquellos que tiene un valor (de cambio) propio y que deviene propiedad exclusiva de sus poseedores. La riqueza está en proporción a este valor: es grande si la suma de valores de que la componen en considerable; es pequeña si los valores lo son" (citado en Naredo, 1987).
Tal concepción conlleva a que economistas que van de Smith, Ricardo y Marx, hasta Walras, Jevons y Robbins, insistan a través de sus trabajos, en que los fisiócratas erraron el camino al hacer la distinción en el sentido que la economía no tenía porqué ocuparse de lo físico; los recursos naturales eran sólo fuente de utilidad potencial y no real, por lo que quedaban fuera del campo de la ciencia económica.
Posteriormente la problemática planteada alrededor de los recursos naturales y su concepción en la ciencia económica fue considerada de forma rezagada por los economistas que representan las diversas escuelas del pensamiento económico; valga decir que hubo que esperar siglo y medio desde que se publicó la obra de Adan Smith, hasta 1920 año en que Pigou se ocupó del tema en su "Economía del Bienestar" y acuñara el término "deseconomías" externas para designar los impactos negativos derivados de la actividad económica, en correspondencia con aquel otro de "economías externas" utilizado por Marshall para referirse al fenómeno opuesto.
Pigou retoma más tarde lo anterior para restringir su estudio sobre el bienestar al terreno de los valores de cambio; estima que es de reclamar la intervención del Estado para frenar aquellas actividades cuyos 'costos sociales' excedan ostensiblemente a los 'costos privados' que tenían que satisfacer las empresas, dando lugar a fuertes externalidades negativas (o para incentivar aquellas actividades en las que ocurriera lo contrario).
El problema técnico de lo anterior estriba en conseguir una estimación aceptable del costo social y de las externalidades para hacer que el impuesto (o el subsidio) estuvieran en consonancia, lo que planteó la necesidad de realizar, en colaboración con otros especialistas, evaluaciones de impacto ambiental que sirvieran de base a las estimaciones pecuniarias deseadas, esfuerzo encomiable, aún cuando la obligada parcialidad y arbitrariedad de tales valoraciones ha servido, la mayoría de las veces, para ofrecer estimaciones benignas de los costos sociales que 'justifican' la autorización estatal de los daños (Cruz, 2006).
El interés de la ciencia económica por la naturaleza creció fuertemente en los años setenta, ya que se incrementó el número de publicaciones, revistas especializadas, congresos, además del desarrollo de un verdadero cuerpo teórico especializado. En este campo se ha hecho uso del análisis económico estándar y de algunas corrientes más heterodoxas, según se observó en páginas precedentes. Antes de 1970 el desarrollo de la teoría era una resultante de diferentes contribuciones de la historia del pensamiento económico. La teoría dominante actúa entonces, con el fin de mostrar que en el marco de la teoría neoclásica es posible abordar la explotación de los recursos naturales, según se percibe en el siguiente pasaje de un memorandum de Solow a la American Economic Association en 1974: “Hace como un año, después de haber leído un cierto número de informes elaborados por respetables comités sobre la escasez creciente de materias primas en Estados Unidos y en el mundo, y después de haber leído, como todo el mundo, el libro Los Límites al crecimiento, decidí investigar lo que la teoría económica tenía que decir sobre los problemas ligados a los recursos naturales”.
A continuación se presentan en forma resumida dicho
desarrollo. El análisis económico de los recursos
naturales y del ambiente es básicamente neoclásico2 y
se inscribe, por ello, en el paradigma mecanicista. Las cuestiones
se plantean en términos de asignaciones de bienes entre
los agentes en función de sus preferencias, pero los
bienes y servicios naturales presentan un cierto número
de particularidades a las que corresponden los conceptos siguientes:
La vieja distinción entre capital fijo y capital circulante, heredada de la tradición clásica, se introduce. En lo sucesivo, los recursos naturales mercantiles (renovables y sobre todo agotables) se consideran como capitales específicos, es decir, lo que Solow califica de capital natural; noción que, según se verá, tendrá un gran éxito y ocupará una gran extensión en los análisis del desarrollo sustentable. Esto significa que los recursos naturales mercantiles han recuperado el lugar que tenían en las teorías clásicas de la producción.
La nueva teoría de los recursos toma además
en cuenta: las condiciones atmosféricas, la lluvia,
el viento que puede presentar una contribución innegable
de recursos libres a la producción agrícola.
De hecho, los recursos libres corresponden con frecuencia a
condiciones biogeoquímicas, de los que se beneficia
la economía, constituyen el don gratuito de la naturaleza
en el sentido pleno del término y oculta el análisis
económico.
La economía ecológica y el medio ambiente
Adicionalmente encontramos posiciones que indican se requiere un cambio en el concepto mismo de los recursos, en su uso, aprovechamiento y el manejo que ha tenido la naturaleza, es decir, hablamos de la economía ecológica, en donde sobresalen autores como Costanza, Daly o Martínez Alier. Ésta última trata de resolver no sólo los problemas ambientales, sino también los económicos, centrándose más en estos últimos. El crecimiento económico basado en modelos mercantilistas agravan el uso, manejo y aprovechamiento de los recursos naturales y ocasiona pérdidas cuantiosas ocultas en prácticas comerciales sustentadas en el engaño y en la dependencia hacia el consumo, que acaban tanto con la solidaridad como convivencia humana.
La economía ecológica, como síntesis entre los procesos reversibles e irreversibles presentes en la naturaleza y la acción humana tendiente a arrancarle a la tierra sus frutos, significa no una disolución de la sociedad en aras de mantener los procesos naturales, menos aun de sostener la economía social bajo acciones ficticias que la hagan más aceptable por los procesos de desarrollo natural, que parecen alejarse cada vez más de las complicaciones inherentes a la producción social combinada.
La economía ecológica busca reducir los conflictos que se dan entre el comportamiento económico y la lógica de la recuperación de las condiciones naturales, lógica rota por el hecho de que se tardarían miles de años en reponerse dichas condiciones y entonces no sería posible la vida en el planeta. En lugar de estos conflictos, se pretenden coincidencias que signifiquen beneficios compartidos por ambos aspectos, lo cual implica empatar los tiempos de recuperación, necesarios para que la vida natural y humana pueda continuar con su intercambio de materias, sin poner en riesgo a alguna de las partes señaladas.
La economía ecológica, que tampoco es economía ambiental, dispone de los medios para aumentar la producción natural en forma tal, que permita y ayude a una adecuada recuperación social, a veces con una economía gigantesca de medios, sobre todo de trabajo, en ocasiones exigiendo un descomunal trabajo, en este caso, necesario para realizar, como medida que pueda aplicarse para la regeneración y mejoramiento de los ecosistemas.
Uno de los supuestos de la economía ecológica resulta de una crítica a la economía ambiental, en tanto no cambie la base, sentido y formas importantes que no dejan de ser puramente secundarias. En este aspecto, podemos decir que la llamada economía ambiental, se limita a expresar la incompatibilidad que la caracteriza en su relación con el tipo de manejo que se hace con la naturaleza y con lo que implicaría un manejo apropiado de la misma.
En suma, la economía ecológica no debe entenderse como una prolongación que corrige los defectos del sistema vigente, sino su radical transformación, atendiendo a una modificación de su comportamiento esencial, condiciones y resultados del proceso de generación de los bienes y servicios que reclama la comunidad, que deben hacerse con la mayor eficiencia posible, dentro de los límites del problema que heredaremos de las generaciones pasadas (Marx, 1975:10).
En segundo lugar, habrá que considerar que el concepto elemental con el que se construye una teoría económica, de acuerdo con Smith, el valor, puede ser considerado como modificado, dado que al trabajo socialmente necesario, le incorporaremos el trabajo ecológicamente necesario, en condiciones altas y bajas. El tiempo de trabajo social a medio, sigue rigiendo como norma para fijar los tiempos necesarios para la producción; en este caso, para la reproducción de las condiciones que están detrás de la producción de un artículo4.
En este aspecto, la internalización del coste está dada no en la fijación del precio de los factores, en la distribución, sino como un determinante del proceso de trabajo y de producción, del proceso de valorización. En este caso, no se trata de que la naturaleza genere valor (Marx, 1975:11) sino que se incremente o disminuya por ser mayor el deterioro o el coste ecológico o menor. Esto sería la internacionalización del coste, considerando el trabajo como único creador, sólo que adicionado el trabajo necesario para la reposición del bien natural que concurre directa o indirectamente en la reproducción de un bien determinado.
Destacar la economía de los valores de uso, cuando no son
soportes de los valores de cambio. Por tanto, junto a la economía
mercantil hay que considerar la economía de valores de uso,
no sólo como un resabio del pasado, aún presente, sino
como un elemento que conforma la economía del futuro, que
es una economía ecológica.
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Una vez conformada la síntesis dinámica entre la organización social y los ecosistemas terrestres y marinos, es indispensable señalar los principios a partir de los cuales deberá construirse una economía que en su sustento no choque con la naturaleza, debido a que no establece un criterio de superioridad humana sobre los procesos naturales, porque no se trata de rebasar los límites que permiten el desarrollo de la producción social, pero sí obstáculos que se superan, solamente en la medida en que la naturaleza sea tratada como la fuente principal de conocimiento y el aprendizaje social5. Para ello se requiere saber cuáles son los principios que definen a una economía ecológica.
El primero es el principio de la compatibilidad, no sólo en tanto que comienza a ser determinante de una transformación en el que se desdobla como reversión del sistema depredador y, al mismo tiempo, como generador de nuevos horizontes en el entorno socioeconómico, sino también como vinculación con todos los nexos preexistentes respecto a los fundamentos de la producción social, basada en el dominio del hombre sobre la naturaleza.
Esa visión ilustra hasta dónde las ficciones pueden convertirse en una realidad cruel para ambos: la sociedad y la naturaleza; y más aún, cuando partimos del hilo conductor del análisis dado, en la posibilidad de analizar a ambos elementos como parte de todo (Torres, 2001).
Principio de la compensación. No sólo en el ámbito económico, sino reconociendo la compensación de las pérdidas ocurridas en los ecosistemas, algo que no puede realizarse completamente, pero sí cambiar la dirección y tendencias: así el problema podrá ser más manejable, siendo entonces un triunfo del hombre sobre sí mismo, medido por la capacidad de adaptarse a los límites naturales y creando condiciones para modificar el conjunto de relaciones hombre-naturaleza y no sólo algunas de ellas.
Como ley económica (Marx, 1973:276) propone cubrir las necesidades básicas de la población, partiendo de ingresos que no reflejan la productividad, sino que también permiten recuperar condiciones históricas destruidas por la civilización occidental. Esto implica la necesidad y posibilidad de lograr un desarrollo no depredador ecológico social.
También la corresponsabilidad implica cumplir acciones frente a la naturaleza que la compensen y ello no ocurre, en tanto no esté presente la corresponsabilidad humana. Si queremos que la tierra produzca más, dejemos el tiempo necesario para que se recupere, no la forcemos a generar la producción que aspiramos.
Al mismo tiempo la corresponsabilidad es social, es decir, se refiere a los mecanismos de reproducción social. Hoy, para nadie es una duda comprobar la acción unilateral de los miembros de la sociedad ante las responsabilidades que deben y pueden asumirse tanto en la producción, como en la restauración y mejoramiento de la naturaleza, de la tierra (Marx, 1981).
Reciprocidad. Ésta se da a un nivel tanto local como global e implica actuar en sentido opuesto, en otra dirección, pero en la misma magnitud y con la misma intención: yo te doy, tú me das. Varía según la diversidad económica y social que se trate. El compromiso de defender los intereses grupales o de clase debe darse al tiempo que no comprometen los pactos y alianzas realizadas dentro de la sociedad como un todo. Es ante todo la voluntad política, social y moral, individualmente hablando, la que permite generar acciones que ayudan, tanto a la compensación como a la corresponsabilidad social.
En zonas no formalmente capitalistas (Luxemburgo,1966) la reciprocidad es una de las bases que permiten la reproducción de dichas sociedades. En este sentido, son fáciles de integrar a una economía ecológica, algo opuesto a lo que ocurre en relación con las regiones que basan su existencia en aprovecho personal (Marx,1981:129), la competencia y la exclusión. El capitalismo desarrollado dejó y abandonó los principios de igualdad económica para dar cauce abiertamente al monopolio, situación que estorba a cualquier tipo de propuesta ecológica, pues el principio de uso y abuso del recurso natural, conforme al derecho romano, es el causante de la destrucción natural y presupone la propiedad privada que conduce al monopolio. Por el contrario, el régimen de igualdad económica y moral se halla en un modelo alternativo al actual, para funcionar tendrá que basarse en los principios de una economía ecológica.
Conservación. Sin conservación no hay reproducción y no habría la aspiración hacia una agricultura y economía ecológicas. La conservación presupone la reproducción y todas las demás acciones expresadas en los rasgos señalados en la compatibilidad.
Para que la conservación pueda permanecer, no basta con dejar hacer y dejar pasar, mientras avanza la degradación ambiental, que incluye la social. Requiere entonces diseñar soluciones necesarias a la escala que deben acompañarse de planes que surjan de la realización individual, grupal y sociocultural. La conservación no es estática, ya que la compatibilidad, en un principio, implica ajustarse a los ciclos, no sólo naturales sino también histórico-sociales; conservar es cambiar, pues cambiar conserva, pensando en la compatibilidad. En este caso es necesario hacer énfasis en el descenso de alternativas sociales hoy ya superadas: tanto estatismos como privatismos. El mercado, lejos de ser la solución, afianza al modelo depredador, el mercado es depredador por sí sólo, si no se le controla (Marx, 1975:15). Por tanto, la expansión del mercado debe darse dentro y sólo dentro del marco de los planes; no podemos decir y hacer lo contrario (Torres, 2001).
Estabilidad y cambio. Si consideramos el funcionamiento de los ecosistemas, éstos tienen propiedad de estabilidad (Márquez, 1980), que no debe entenderse como continuidad, ya que ello implica un crecimiento sostenido, en algunas ocasiones más que proporcional, hablando comparativamente de una situación distinta, o bien, de una etapa anterior a su propio desarrollo.
La continuidad y sus límites. Primeramente se tiene
que destacar que la continuidad es la característica
técnica del proceso de producción (Marx, 1975:93)
que surge inicialmente como necesidad de hacer de la producción
una actividad ininterrumpida. Así entonces, continuidad
significa reducir o eliminar las interrupciones del proceso
por falta de pericia humana. De esta forma, el hombre se convierte
en el motor del proceso productivo en la era de la manufactura,
afianzando la división del trabajo y creando condiciones
para que se establezcan formas superiores de continuidad, ya
que éstas se encuentran limitadas por la acción
humana y el trabajo (Marx, 1975).
Adicionalmente encontramos posiciones que indican que se requiere un cambio en el concepto mismo de los recursos, en su uso, aprovechamiento y el manejo que ha tenido la naturaleza, es decir, hablamos de la economía ecológica, en donde sobresalen autores como Costanza, Daly, Martínez Alier. Esta última trata de resolver no sólo los problemas ambientales, sino específicamente los económicos. El crecimiento económico basado en modelos mercantilistas agravan el uso, manejo y aprovechamiento de los recursos naturales y ocasiona pérdidas cuantiosas ocultas en prácticas comerciales sustentadas en el engaño y en la dependencia hacia el consumo, que acaban tanto con la solidaridad como convivencia humana.
La economía ecológica, como síntesis entre los procesos reversibles e irreversibles presentes en la naturaleza y la acción humana tendiente a arrancarle a la tierra sus frutos, significa no una disolución de la sociedad en aras de mantener los procesos naturales, menos aun de sostener la economía social bajo acciones ficticias que la hagan más aceptable por los procesos de desarrollo natural, que parecen alejarse cada vez más de las complicaciones inherentes a la producción social combinada.
La economía ecológica busca reducir los conflictos que se dan entre el comportamiento económico y la lógica de la recuperación de las condiciones naturales, lógica rota por el hecho de que se tardarían miles de años en reponerse dichas condiciones, por lo tanto no sería posible la vida en el planeta. En lugar de estos conflictos, se pretenden coincidencias que signifiquen beneficios compartidos por ambos aspectos, lo cual implica empatar los tiempos de recuperación que son necesarios para que la vida natural y humana puedan continuar con su intercambio de materias, sin poner en riesgo a alguna de las partes señaladas.
La economía ecológica, que tampoco es economía ambiental, dispone de los medios para aumentar la producción natural en forma tal, que permita y ayude a una adecuada recuperación social, a veces con una economía gigantesca de medios, sobre todo de trabajo, pero en ocasiones exigiendo un descomunal trabajo, que en este caso, es necesario realizar como medida que pueda aplicarse para la regeneración y mejoramiento de los ecosistemas.
Uno de los supuestos de la economía ecológica resulta de una crítica a la economía ambiental, en tanto no cambie la base, sentido y formas importantes que no dejan de ser puramente secundarias. En este aspecto, podemos decir que la llamada economía ambiental, se limita a expresar la incompatibilidad que la caracteriza en su relación con el tipo de manejo que se hace con la naturaleza y con lo que implicaría un manejo apropiado de la misma.
En suma, la economía ecológica no debe entenderse como una prolongación que corrige los defectos del sistema vigente, sino su radical transformación, atendiendo a una modificación de su comportamiento esencial, condiciones y resultados del proceso de generación de los bienes y servicios que reclama la comunidad y que deben hacerse con la mayor eficiencia posible, dentro de los límites del problema que heredaremos de las generaciones pasadas (Marx, 1975:10).
En segundo lugar, habrá que considerar que el concepto elemental con el que se construye una teoría económica, de acuerdo con Smith, el valor, puede ser considerado como modificado, dado que al trabajo socialmente necesario le incorporaremos el trabajo ecológicamente necesario, en condiciones altas y bajas. El tiempo de trabajo social a medio, sigue rigiendo como norma para fijar los tiempos necesarios para la producción; en este caso, para la reproducción de las condiciones que están detrás de la producción de un artículo.
En este aspecto, la internalización del coste está dada no en la fijación del precio de los factores, en la distribución, sino como un determinante del proceso de trabajo y de producción, del proceso de valorización. En este caso, no se trata de que la naturaleza genere valor (Marx, 1975:11) sino que se incremente o disminuya por ser mayor el deterioro o el coste ecológico o menor. Esto sería la internacionalización del coste, considerando el trabajo como único creador, sólo que adicionado el trabajo necesario para la reposición del bien natural que concurre directa o indirectamente en la reproducción de un bien determinado.
Destacar la economía de los valores de uso, cuando no son soportes de los valores de cambio. Por tanto, junto a la economía mercantil hay que considerar la economía de valores de uso, no sólo como un resabio del pasado, aún presente, sino como un elemento que conforma la economía del futuro, que es una economía ecológica.
El enfoque conservacionista
La corriente conservacionista, como lo mencionan Zapata y Halperin (1999), se preocupa por las condiciones ecológicas de la agricultura, desde la visión económica, que tienen que ver con los aspectos productivos. Es desde esta perspectiva que encontramos la visibilización de las mujeres en la agricultura vinculadas a la degradación ambiental y la feminización de la pobreza. Braidotti (1994) realiza investigaciones que mencionan cómo las mujeres se vinculan a la degradación ambiental y pobreza como las personas más afectadas, y no como causantes de las mismas.
Otra de las contradicciones que se encuentran dentro de este ámbito del conservacionismo es el considerar a las mujeres como causa y solución de una problemática ambiental, al intentar integrarlas dentro de los procesos de reforestación y preservación ambiental, lo que de pronto puede ser considerado desde una visión moral como una forma de pagar lo malo que se ha hecho, sin cuestionar los patrones estructurales sociales, culturales, económicos y políticos desde lo individual, así como desde lo colectivo.
En el ámbito conservacionista encontramos los que quieren preservar los recursos dentro de reservas de varias formas y eliminar o expulsar toda acción humana, y los que promueven una conservación que incluye a los seres humanos, y a sus comunidades inmersas y conectadas a los recursos naturales.
Las ondas de las corrientes de conservación han estado tradicional y trasciplinariamente muy separadas de las corrientes e integrantes del desarrollo. Más bien, en el pasado reciente, las relaciones entre los dos fueron más como una pelea armada y acrimonia. Hoy esto está cambiando drásticamente. Nos encontramos con un ámbito conservacionista metido totalmente en el debate de la participación comunitaria. Los conservacionistas han descubierto la participación, y lamentablemente, han, por lo menos al inicio, tratado de inventarlo de nuevo. Sin embargo, los tropiezos iniciales están abriendo un intercambio con otras experiencias que tiene potencial de mejorar la conservación y manejo de recursos naturales. Como parte de esta apertura se cuenta con la construcción actual de un enfoque de género en la conservación. Todavía falta mucho desarrollo metodológico y la documentación y sistematización de casos y experiencias relevantes. Es útil señalar también en este espacio las varias formas o escuelas que aparecen dentro de esta corriente como lo resalta Rocheleau, Slayter y Wangari, (1996):
• Ecofeminista.
Las ecofeministas proponen una relación directa entre mujeres
y la naturaleza basada en una historia compartida de opresión
por instituciones patriarcales en una cultura dominante del oeste,
junto con una identificación positiva de mujeres con la naturaleza.
Existen posiciones extremas donde se explica esta conexión
con atributos intrínsecos biológicos (una posición
esencialista) mientras que otras ven la relación mujer-naturaleza
como una construcción social que debe ser promovida.
• Ambientalismo feminista.
El ambientalismo feminista está presentado como una construcción
social donde se analiza y enfatiza los intereses diferenciados por
género en recursos específicos y procesos ecológicos,
basado en la diferenciación de género en el trabajo
y responsabilidades diarias. La relación entre el trabajo
y género es muy estrecha en su definición y tiene aspectos
similares a la posición de los argumentos en el ámbito
de desarrollo agrícola de eficiencia para justificar la incorporación
de género.
• Feminismo socialista.
Las feministas sociales han enfocado su trabajo en la incorporación
de género a la economía política, usando los
conceptos de producción y reproducción para delinear
los roles de mujeres y hombres en sistemas económicos. Ellos
identifican tanto a las mujeres como al medio ambiente con roles
reproductivos en economías de desarrollo desigual y levantan
una crítica contra el ecofeminismo biológico que representa
a las mujeres sólo como madres.
• Feminismo pos-estructuralista.
Las feministas pos-estructuralistas explican las diferencias de género
en las experiencias del medio ambiente como una manifestación
de saberes distintos formados por múltiples dimensiones de
identidad y diferencias, incluyendo género, raza, clase, etnia
y edad, entre otros. Esta perspectiva está informada por las
criticas feministas de desarrollo y ciencia. También busca la complejidad en vez de la simplicidad (del ambientalismo
feminista) para clarificar las relaciones entre género, medio
ambiente y desarrollo.
• Ambientalista.
Finalmente, muchos ambientalistas han empezado a tratar de género
dentro de una perspectiva de feminismo liberal para trabajar con
mujeres como participantes y colegas en programas de conservación.
Rocheleau, Thomas-Slayter y Wangari (1996) utilizan estas cinco perspectivas
o escuelas de pensamiento para elaborar un nuevo marco conceptual
que llaman ecología política feminista. En esta perspectiva
ellas combinan las ideas de ecología cultural feminista
y de ecología política con la geografía feminista
y la economía política feminista. Para la ecología
política feminista el género es una variable crítica
en la formación del acceso y control de recursos, interactua
con clase, raza, cultura y etnia para formular los procesos del
cambio ecológico. La lucha de mujeres y hombres para mantener
una sobrevivencia ecológicamente viable así como las
posibilidades de cualquier comunidad de lograr un desarrollo sostenible
(traducción
de la autora). Este nuevo marco conceptual trata de entender e interpretar
la experiencia local en un contexto de procesos globales de cambio
ambiental y económico.
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Cuando se tiene que definir sustentabilidad, varios autores coinciden (Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo, 1988; Heanke, David, et. al., 1998) en considerarla como “El desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.
Una propuesta elaborada en la búsqueda para mejorar la calidad de vida de la población6 a través de una visión integral ,es la de desarrollo sustentable. A principios de la década de los ochenta se comienza a plantear una precisión conceptual del desarrollo sustentable, siendo en 1987 que la comisión Burdthland le da un sentido pragmático y político, ajustable a las exigencias de la planeación para el desarrollo, dejando su planteamiento de manera general y abierta, lo cual dificulta la concreción de la conceptualización. Sin embargo, ha sido un elemento importante que ha servido de base para la discusión.
El concepto de sustentabilidad conlleva a hablar de equidad, modernización, empleo, mejoría de niveles y calidad de vida, estabilidad, nueva relación internacional, así como específicamente hablar en el ambiente agrícola de uso racional de los recursos, protección de la biodiversidad, manejo sostenido, restauración y ordenamiento entre otras; también es hacer referencia a corrientes intelectuales y movimientos sociales de las últimas décadas dentro de una reforma del Estado.
La sustentabilidad aparece como una alternativa frente a la economía depredadora. Ésta es sólo una condición para aproximarnos a una economía ecológica (Torres, 2001). La sustentabilidad entendida como el mejoramiento de las condiciones y relaciones naturales en que se reproduce la humanidad, se convierten en un enemigo en el marco del sistema presente y aun en los precedentes, aunque en éstos con grados menores de impacto ambiental ya que ninguna sociedad había alcanzado el nivel de mundialización como el que ha logrado el capitalismo, basado en la expansión, profundización y desarrollo del mercado mundial, este progreso ha significado cada vez más deterioro ambiental (Torres, 2001).
La amplitud del concepto lleva a imprecisiones lógicas con relación a la forma como se aborda o se pretende abordar, así como la búsqueda de objetivos y los medios para lograr éstos. Dentro de la sustentabilidad se han definido varios aspectos del proceso como son: “Sustentabilidad ecológica o ambiental, sustentabilidad económica y Sustentabilidad social”7 (Martínez, 1999).
Como lo menciona Barkin (1999:19), el concepto de sustentabilidad implica cuestionar, no sólo a nivel personal, patrones de vida y prioridades sino es indispensable ir más allá y replantear los valores básicos y de funcionamiento de las personas que se encuentran en la toma de decisiones. ”Enfrentar los retos de desarrollo sostenible no consiste en sólo cuestionar nuestros patrones y prioridades de vida: también es poner en tela de juicio los valores básicos y el funcionamiento de los grupos más poderosos en todo el mundo. Para esta tarea es preciso entender los problemas y plantear soluciones [...] El desarrollo sostenible no es una meta, es un proceso que tendrá que implicar a todos, un camino que tendremos que recorrer juntos para que la humanidad tenga la opción de perdurar”.
Lo dicho por Bakin nos lleva al tema de la ética y los cambios culturales personales y sociales que son fundamentales para hacer procesos de largo plazo en la realidad y no sólo discursivamente. Lo anterior en la búsqueda de una mejora en la calidad de vida y del servicio público.
Los indicadores de sustentabilidad se encuentran en la calidad de vida, que no sólo implica los bienes materiales, sino también el ambiente natural y social que determina el bienestar, así como el acceso a servicios básicos como salud, educación, entre otros. Actualmente enfrentamos retos importantes que requieren un cambio de mentalidad, un aumento de la creatividad y un cuestionamiento constante de nuestro quehacer cotidiano, por lo que es importante comenzar a realizar propuestas que nos ayuden a modificar patrones mentales sobre las actividades cotidianas, que contemplen dos perspectivas importantes que son la sustentabilidad y el género que apoyen la transformación de los planteamientos políticos.
La reflexión del desarrollo sustentable ya no puede ser hecha en el contexto en el cual se formuló hace más de 15 años, era el contexto de la prolongada estanflación latinoamericana, ahora es el contexto de una región que ha sido modificada por la globalización y con un deterioro ambiental generalizado por el sobrecalentamiento de la biosfera, donde todos los países han contribuido a desatar este proceso, la contribución del mundo industrializado ha sido fundamental y decisiva.
La globalización económica entendida como el proceso de extroversión y transnacionalización subordinada a los polos de desarrollo mundial de nuestros territorios y economías, nos aleja cada vez más de la propia conservación ambiental, en tanto que el mundo desarrollado nos ha desindustrializado y nos ha convertido en economías exportadoras de ahorro neto, maquila y mano de obra e importadoras de productos manufacturados, alimentos básicos y servicios financieros. El desarrollo sustentable ya no es posible sin la modificación del esquema impuesto por la globalización económica, el concurso responsable de los países desarrollados en la modificación de su estilo y su senda de desarrollo, el replanteamiento de los estilos de desarrollo de los países en vías de crecimiento, que modifique los términos de la globalización económica subordinada.
Se requiere una estrategia de transición emergente en varios frentes: el empleo, la productividad, la reforestación masiva, la capacitación, la reorganización productiva, la democratización política; para poder atacar simultáneamente la pobreza, la criminalidad, la desertificación, el autoritarismo, la ilegalidad y la desintegración social.
El desarrollo sustentable se ha convertido más
en un discurso que en un recurso, una vía y un método
de reconfigurar la sociedad y preservar la naturaleza y la
vida misma (Salinas, 2007).
En especial, el desarrollo sustentable reconoce que frecuentemente
las relaciones entre la pobreza y ambiente derivan de situaciones
de deterioro, pero son resultado de factores sociopolíticos,
como la desigual distribución de activos económicos,
políticas desfavorables para los pobres y condiciones
de inequidad general de la sociedad. También reconoce
la necesidad de articular la atención a los requerimientos
de una equidad transgeneracional, pero sobre todo las respuestas
a los requerimientos de la equidad actual, lo que está en
la base de la superación de la pobreza (Provencio, 1997).
Las teorías clásicas de la producción proporcionaron los fundamentos de la teoría de los recursos naturales en tanto que el análisis del ambiente, que se confunde frecuentemente con la economía de la polución, encuentra sus fuentes en las teorías neoclásicas de la utilidad o del bienestar. En cuanto a los análisis críticos de la corriente dominante, éstos han mostrado su pertinencia con el seguimiento del desarrollo sustentable. Esto implica, por una parte, la aprehensión circular de las relaciones entre economía y ambiente que prohíbe toda disociación entre el tratamiento de los recursos y el tratamiento de la contaminación. Requiere, además, una visión coevolutiva de las esferas económicas, sociales y naturales, ya que la sustentabilidad debe referirse a estas tres esferas. Por ello, aun si la corriente dominante abordara ampliamente el desarrollo sustentable, en particular en los análisis macroeconómicos, esta materia constituirá el terreno favorito de los enfoques derivados de los paradigmas termodinámicos y de los seres vivos.
Dentro del desarrollo sustentable es prioritario hacer referencia al desarrollo humano, lo que implica dar voz a la población, respetar el poder de decisión como derecho, tener acceso a recursos materiales para una vida digna, considerar dentro de estos los aspectos subjetivos relacionados con la cultura y el comportamiento psicosocial. Es importante dentro de ello la diversidad intra y entre géneros, generaciones, clase y etnia. Lo que lleva al respeto del conocimiento tradicional y búsqueda alternativas desde esta perspectiva.
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