Inicio
Andrés Bello, el lingüista y libertador sudamericano, dice en El repertorio Americano: "Los cimientos sobre los que descansa todo el edificio de la literatura y de las ciencias: leer y escribir". Leer y escribir son de los procesos más complejos del ser humano, convertir en símbolos los sonidos y acomodarlos para que armen ideas y ensoñaciones es un proceso admirable. Este punto máxime, hasta el momento, de la comunicación es imberbe ya que de los 132 mil años del homo sapiens, hace sólo 5, 400 años se conformó la escritura en Babilonia y 3,800 que apareció el primer alfabeto. Pero, ¿por qué se necesitó tanto tiempo?
Si analizamos el proceso neurológico, donde el ojo y el cerebro
se unen para descifrar esos extraños dibujitos que llamamos
palabras, nos percatamos de su complejidad. Primero, un área
central de la retina, la fóvea, recibe la información
visual; como tiene un estrecho campo visual y la retina un diámetro
de .5 milímetros sólo podemos reconocer entre siete
y nueve letras a la vez. Una vez que atraviesa el órgano ocular,
la región del lóbulo occipito-temporal izquierdo, situado
detrás de la oreja izquierda, conforma las palabras relevantes
en mapas mentales y sonidos.
Los mapas mentales son la conversión de signos, índices
y símbolos en objetos e ideas. Como aclara Roy Rappaport, “La
humanidad es una especie que vive y sólo puede vivir en función
de significados que ella misma debe inventar.”
Las letras son marcas convencionales para representar
sonidos. Dependiendo del idioma, cambia el fonema aun se compartan
los signos alfabéticos
con otras lenguas. Según el científico francés
Stanilás Dehaene, las diferentes grafías poseen funciones
neuronales idénticas, lo que supone que es el mismo lector
el actual que el escribano del Código Hammurabi.
Recuerdo, o imagino recordar que me veo vivir,
en una idea elizondiana, cuando era chico y una maestra me enseñaba a descifrar los
símbolos que anotaba en el pizarrón. Semanas más
tarde, mis padres tenían que soportar, o maravillarse ante
la proeza, que les leyera desde anuncios publicitarios y nombres
de calles hasta el menú en los restaurantes. Todo el tiempo
quería descifrar signos, creo que todos podemos identificarnos
con ello, pues es un instinto querer compartir nuestros conocimientos
y experiencias, aun cuando el otro haya superado esa etapa. Los años
pasaron, seguí leyendo y henos aquí, compartiendo el
proceso de la lectura.
Lo que ha cambiado es no es el proceso fisiológico, sino
la relación en torno al texto del lector, ya sea pasivo, los
que disfrutan la lectura sin llevarla a sus máximas consecuencias,
o activo, los que analizan los textos con ahínco, entre ellos
los escritores y los teóricos, que desde la antigüedad
hasta nuestros días han atendido el fenómeno literario.
Subir
La democratización de la lectura
En la Antigüedad y la Edad Media occidental, los lectores eran
seres privilegiados, sacerdotes, gobernantes, aristócratas
que podían acercarse a un manuscrito y aprehenderlo. No se
leía mucho, pero se hacía con detenimiento y en voz
alta. Basta recordar la anécdota que San Agustín relata
en su Confesiones. Un día, el prócer eclesiástico
encuentra a San Ambrosio leyendo en silencio, "sus ojos recorrían
la página y su corazón exploraba el significado, pero
su voz permanecía en silencio y su lengua quieta." Fue
hasta el siglo IX, quinientos años después de la revelación
agustina, que era común la lectura silenciosa, pero faltaban
cinco siglos para que se “democratizara” la lectura.
Con la llegada de la imprenta, los libros se acercaron a la burguesía
y se analiza la relación autor-texto-lector.
En un inicio el autor no importaba tanto, pues,
en ocasiones, se desconocía la existencia del mismo, pero conforme transcurrieron
los siglos y se transformaron las corrientes críticas, la
biografía del escribiente fue adquiriendo importancia hasta
que en el siglo XIX los textos eran considerados un reflejo de las
vivencias de los autores. En la primera mitad del XX, la función
del artífice quedó rezagada y cada vez se estudió menos
el medio condicionante, tanto del emisor como del receptor. El texto
era un ente autónomo de tiempo y espacio con caracteres determinantes.
Uno de los casos más alarmantes de la despersonalización
es el rompimiento, por los estructuralistas, con la subjetividad
espacio-temporal del artista y del espectador, al tratar de convertir
el análisis literario en un objeto científico.
El texto lo era todo. Pero quedaban fuera los participantes. Los estructuralistas y los semiocríticos afirmaban que el lenguaje es el que habla y no el autor. Nunca entendí la generación espontánea del léxico. Pasaron los años y llegaron los teóricos de la recepción, con lo que la identidad autoral se pierde en el texto, pero se gana humanidad en la relación hombre-obra artística. Ellos postulan que todos somos lectores en un entorno, no existe el mismo Quijote para los receptores del siglo XVII que para los del siglo XXI; consciente de ello, Pierre Menard reescribe la novela cervantina. Aunque, como aclara la Rezeptionsaesthetik y concuerdo, es imposible reconstruir el pasado porque no existe una empatía total que conforme el pensamiento del lector-teórico moderno con el contemporáneo a la obra clásica. Pero no se puede descartar su presencia histórica y creer que una obra es autónoma con un lector indiferenciado o indiferente al proceso
En este momento ya se imprimían demasiados libros. Imposibles
de leer. Según el cálculo de algún ocioso que
quería deprimirnos, si dedicamos nuestra vida entera a leer, únicamente
a ello, leeremos poco más de cinco mil títulos, suponiendo
que lleguemos a los ochenta años. Y si como dice Gabriel Zaid,
cada año se publica más de un millón de libros,
es imposible que leamos más de dos días de producción
editorial. Es triste, lo sé. Además de que es incosteable
ser un gran lector o más bien comprador de libros en forma
desmesurada, ya que comprar todos los libros publicados este año
costaría más 15 millones de dólares; ¡quince
millones es mucho dinero! En cambio Internet es un servicio casi
gratuito, y tenemos, sólo en el servidor de google, más
de 8 mil millones de páginas a nuestra disposición.
No dudo que el 90% sea basura, pero es la verdadera democratización
de la palabra.
Subir
El proceso de la lectura múltiple
Y con ello el lector cambió. Transformó la idea que durante más de mil años teníamos del hombre de letras. Ya no se busca ser un lector callado, al revés, ahora el fin es que mientras las palabras brincan en el monitor, la música esté a todo volumen –rompiendo la frase de Sor Juana “oyeme con los ojos pues me quejo muda”-, en otro espacio el reallity show casero, que se llama youtube, en la siguiente página algún centro informativo y porque no, abajo, titilante, la conversación con algún amigo o pareja. Todo a la vez que lee el Primero sueño, la obra de Kierkegaard o de Stephen King. Sé que suena espeluznante, nosotros, o al menos yo, somos anacrónicos.
Y eso ocurre cuando el internauta desea concentrarse, porque si tiene ganas de leer algo asequible y porque no, dispersarse, llega al punto que Borges añoraba, la lectura como laberinto, con innumerables caminos cargados de símbolos que se concretan en un momento sin fin, como relata en El jardín de los senderos que se bifurcan, “de qué manera un libro puede ser infinito. No conjeturé otro procedimiento que el de un volumen cíclico, circular. Un volumen cuya última página fuera idéntica a la primera, con posibilidad de continuar indefinidamente.”. Pero el fin no es un libro circular sino un libro múltiple, como dice Umberto Eco "... una obra de arte, forma completa y cerrada en su perfección de organismo perfectamente calibrado, es asimismo abierta, posibilidad de ser interpretada de mil modos diversos sin que su irreproducible singularidad resulte por ello alterada."
En Internet hablamos de una infinidad de libros, de una biblioteca
babélica con múltiples lectores, lo que conlleva que
las conjunciones sean infinitas. Porque cada texto te lleva en sí a
otro texto y, al mismo tiempo, cada palabra se convierte en una entrada
que a la vez lleva a otra y así ad infinitum.
Ejemplo de ello es wikipedia, donde cada artículo te transporta a otros artículos que te permiten acceder a páginas fuera del sistema enciclopédico que a la vez recomiendan links, etcétera. No sé si alguna vez lo han hecho, yo sí, el estar todo el día brincando de una página a otra, cumpliendo la idea filosófica de que todos los días aprenderemos algo y llevándolo a una exponencialidad claustrofóbica. Hasta que son las diez de la noche, y lo que empezó como un breve repaso a los periódicos, termina en más de 100 páginas consultadas, una película, discos y millones bits derivados del nombre de algún artista que murió en un lejano pueblo de lo que hace años fue la Unión Soviética.
Intentémoslo. Leamos un fragmento de “El último
encuentro” de Sandro Marai, mientras el siguiente audiovisual
pasa lentamente.
Si se pueden concentrar, inténtelo con un fragmento de The Matrix o cualquier blockbuster estadounidense.
Esta transformación no sólo es un proceso pasivo, de lectura, sino también de escritura, lo que transforma la frase borgeana de los humanos que se enorgullecieron más de sus lecturas que de sus criaturas. Hoy en día, la gente no se precia por lo que lee sino de lo que escribe, no siempre con fines estéticos sino sociales.
La transformación del lector se está convirtiendo
en un nuevo camino de la creación, conformando pautas a seguir
en los textos con fines literarios.
Subir
Bibliografía
Borges, Jorge Luis. Historia
de la Eternidad. Buenos
Aires: Emecé, 1992.
-------------, Ficciones. Madrid: Alianza-Emecé,
1979.
Epstein, Jason. La industria del libro: presente,
pasado y futuro de la edición. Barcelona: Anagrama,
2002.
Eco, Umberto. Obra abierta: Forma e indeterminación en el arte contemporáneo. Seix Barral, 1962.
Iser, Wolfgang, Rutas de la interpretación. México:
Fondo de Cultura Económica, 2005.
Vargas Llosa, Mario. “Nos mató la ideología” en Nexos, México,
2000.
Zaid, Gabriel. “Los demasiados libros” en Antología
general. México: Océano, 2004.
http://www.elpais.com
http://www.ciudadseva.com
http://www.papelenblanco.com
D.R. © Coordinación de Publicaciones
Digitales
Dirección General de Servicios de Cómputo Académico-UNAM
Ciudad Universitaria, México D.F.
Se autoriza la reproducción total o parcial de los artículos aquí presentados,
siempre y cuando se cite la fuente completa y su dirección electrónica.