La solución al dilema

De acuerdo con Kant, el problema que se presenta al final de la tercera antinomia es el siguiente: “¿es correcta la disyunción según la cual todo efecto en el mundo tiene que derivar, o bien de la naturaleza, o bien de la libertad?; ¿no habrá que decir, por el contrario, que ambas alternativas pueden cumplirse simultáneamente y desde un punto de vista distinto en el mismo acontecimiento? ”38 (A 536 – B 564)

En primer lugar, la vigencia del principio que afirma la interdependencia de los acontecimientos del mundo sensible según leyes naturales inmutables, tal como se expuso en las “Analogías de la experiencia”, permanece idéntico. La cuestión, entonces, se reduce a saber si es posible la libertad en un efecto determinado por causas naturales, o si bien esto es imposible.

Considerados los objetos como cosas en sí, adelanta Kant, la respuesta a este problema concluiría que la libertad es imposible, pues, entonces, los objetos en sí mismos se explicarían sólo por las causas naturales. Sin embargo, tomados como lo que en realidad son, esto es, como simples representaciones interrelacionadas según leyes empíricas, es decir, como fenómenos, tienen entonces que tener fundamentos que no sean fenómenos ellos mismos. “De lo contrario –como dice Kant en el prólogo a la segunda edición de esta obra– se seguiría la absurda proposición de que habría fenómeno sin que nada se manifestara”39 (B XXVII). Así, pues, el objeto en consideración puede ser pensado como siendo determinado doblemente, por un lado, por una causa inteligible, esto es, aquella que no es fenómeno en un objeto de los sentidos, y, por otro lado, según una causalidad natural. De esta manera, se puede tomar el efecto como libre con respecto a su causa inteligible y, con respecto a su interrelación con los otros fenómenos, de acuerdo a la necesidad de la naturaleza.

En tanto que pensado, jamás conocido, en su carácter inteligible, el agente o sujeto de acción de la serie de los fenómenos no estaría él mismo determinado por ninguna condición que afecte a éstos, ya sea temporal, espacial, etc., “aunque su efecto aparezca en un fenómeno”40 (A 539 – B 567). Así, si se considera la cuestión desde este doble punto de vista, fenoménico y nouménico, entonces desaparece el conflicto, pues los dos principios que gobiernan dichos ámbitos, el de las leyes naturales y el de la libertad, son independientes el uno del otro y, por lo tanto, no se afectan ni se contradicen.

La problemática, ahora, consiste en otra cosa. Según Kant, la supresión de la libertad trascendental hubiera significado, inmediatamente, la destrucción de la libertad práctica. “Es fácil de ver que, si toda la causalidad que hay en el mundo sensible fuese mera naturaleza, todo acontecimiento estaría temporalmente determinado por otro según leyes necesarias”41 (A 453 – B 562). Sin embargo, una vez demostrada la primera, nos explica, se abre plenamente el camino de la segunda. Sólo que, si bien se abre paso a esta posibilidad, aun no queda demostrado que exista algún agente en el mundo sensible que pueda considerarse como libre. Por supuesto que Kant piensa en el hombre y lo supone como libre de los impulsos de la naturaleza, sin embargo, esto es justo lo que habría que demostrar, es decir, que el ser humano es un ser libre. La discusión de este problema, como se puede observar, implica una distinción más precisa de lo que significa la libertad trascendental y la libertad práctica, así como una explicación de cómo es que éstas se relacionan y hasta qué punto son interdependientes. Esto nos llevará a considerar la forma en la que Kant abordó esta cuestión en la misma Crítica de la razón pura (tanto en la “Solución a la tercera antinomia”, como en el “Canon de la razón pura”) y cómo se vincula, a la vez, con los intereses de la Crítica de la razón práctica. Pasemos, ahora, a tocar estos puntos.