La comunidad pacífica: el mayor reto para la especie

Admitir o no un derecho de intervención está conceptualmente ligado al modo como se concibe la comunidad internacional. Este punto ocupa uno de los lugares centrales en el tratado Hacia la paz perpetua. Arribar a la paz definitiva supone pasar por algunas etapas previas; antes de pensar en una comunidad pacífica es necesario que los Estados satisfagan la condición de estar regidos por una constitución republicana (Primer Artículo definitivo). En el Segundo Artículo definitivo para la paz perpetua están contenidas las ideas que definen la postura de Kant frente al problema de la guerra y la construcción de la paz. Dicho artículo inicia con la siguiente declaración:

La federación en la cual está pensando Kant es, en realidad, una confederación de Estados, por ende, en ella no debe existir una instancia superior que controle y norme las relaciones entre éstos. De ahí su referencia a que “no debería ser un Estado de pueblos”. En efecto, Kant tiene muchas reservas respecto a que su idea de la comunidad de Estados se entienda en los mismos términos que la sociedad civil, en la cual los individuos se someten al soberano. No podría ser en el caso de los Estados pues éstos tendrían que renunciar a la soberanía que les fue conferida a través del pacto fundacional. Pero, además, está el peligro de que la federación dé lugar a un despotismo por parte de algún o algunos Estados que tomaran el control de la misma. De manera que la unión entre éstos no debe dar lugar a un super-Estado o instancia por encima de éstos. Consecuentemente, es el “federalismo libre” la elección racional de los pueblos civilizados que quieren poner fin al estado de barbarie en que se encuentran. Y se conecta racionalmente con la idea de un derecho de gentes, si queremos darle realmente su connotación genuina al concepto de ‘derecho’:

Kant creyó encontrar en la idea de una federación libre de Estados el justo medio que conciliara soberanía y paz. A primera vista se trata, sin embargo, de un equilibrio ciertamente precario. Puesto que nada puede obligar a los Estados a formar un pacto de naciones que establezcan la paz duradera. Aquello que puede empujarlos a realizarlo es una decisión de carácter moral, esto es, de la razón práctica, y sólo después de haber probado los ingentes padecimientos que provoca la guerra. La decisión es racional porque hay, sin duda, un cálculo en cuanto a los costos y beneficios de la guerra y la paz. Y es de carácter práctico porque obedece al principio de evitar el mal y procurar el más alto bien en el mundo, esto es, resulta de una aplicación del imperativo categórico. Sin embargo, algunos especialistas ven en este punto la parte más débil del argumento kantiano: si no existe una instancia jurídica que ejerza coerción sobre los miembros de la federación, el derecho internacional adquiere la forma de una idea que debe alimentar el pacto, pero carece de herramientas eficaces más allá de la propia decisión de mantenerse en él. La paz perpetua es, en todo caso, un ideal irrealizable.

Ciertamente, Kant sentía una profunda desconfianza, no infundada, en los pactos de paz y los siempre rotos compromisos políticos en las relaciones interestatales Le parecían engañosas las pretensiones de fundar un derecho internacional que realmente sirviera para evitar la guerra, motivado más por razones de Estado que por el respeto al derecho de los otros. Así, mientras no exista la motivación moral del derecho, Kant considera erróneo pensar que una instancia jurídica real puede cumplir el ideal de una comunidad pacífica mundial. En este sentido, introduce elementos como el de la cultura, el espíritu comercial de los pueblos y el fortalecimiento de la esfera pública (veáse más adelante el principio de publicidad) como tendencias positivas a partir de las cuales pueden crearse las condiciones para el progreso moral y político.

En efecto, al contrario de lo que sucede en la fundación del orden civil, para el cual sólo se requiere que los individuos sean racionales, el fin de la guerra (y, por ende, la instauración de la paz) le plantea a los individuos y a los Estados la prueba más difícil en referencia a la libertad y la voluntad. Recordemos que Kant ya había hecho esta consideración en la Idea : “El mayor problema para la especie, a cuya solución le fuerza la Naturaleza, es la instauración de una sociedad civil que administre universalmente el derecho” (Principio 5°); “Este problema es al mismo tiempo el más difícil y el más tardíamente será resuelto por la especie humana”( Principio 6°).6

La paz perpetua