10 de abril de 2004 Vol. 5, No. 3 ISSN: 1607 - 6079
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En Auschwitz no había espacio alguno para la muerte...

Duelo y melancolía

En su ensayo “Duelo y melancolía”, Freud nos habla de dos aflicciones que conciernen al trauma: “El duelo es, por regla general, la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc. A raíz de idénticas influencias, en muchas personas se observa, en lugar de duelo, melancolía (y por eso sospechamos en ellas una disposición enfermiza.” (Freud, 241). Encontramos en Améry una especie de ambigüedad entre el duelo y la melancolía en la medida en que, en medio del quebranto y la privación de la libertad y la patria, en medio del desgarramiento del yo en todas sus acepciones posibles, de un ideal de vida, el duelo, como lo querría Freud, no llega a ningún término. Muy por el contrario, es la melancolía la que se apodera del yo en todas sus facetas. “La melancolía -explica Freud- se singulariza en lo anímico por una desazón profundamente dolida, una cancelación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda productividad y una rebaja en el sentimiento de sí que se exterioriza en autorrepreoches y autodenigraciones y se extrema hasta una delirante expectativa de castigo.” (Freud, 242. Las cursivas son mías). El resentimiento es justamente esto, la incapacidad de elaborar, aunque de manera parcial, el duelo, sumergiéndose en la melancolía. Se trata, como insiste Freud, en que “la pérdida del objeto hubo de mudarse en una pérdida del yo” (Freud, 246) Es esto precisamente lo que sucede con Améry; es cierto que continúa escribiendo, ciertamente tenemos su testimonio no sólo en el libro al que nos hemos referido, muy a pesar de que escribe: “Y perdimos la lengua” (Améry, 111), pero su actitud frente al trauma, no logra superar en ningún aspecto su liga al objeto, a la pérdida y a la experiencia del campo. El resentimiento lo invade todo. “El complejo melancólico, continúa Freud, se comporta como una herida abierta, atrae hacia sí desde todas partes energías de investidura y vacía al yo hasta el empobrecimiento total.” (Freud, 250 .Las cursivas son mías) La muerte, el suicidio: ese será el final de Jean Améry, la cancelación total de su yo. Como él mismo escribe, no hay salida posible a la violencia inscrita en el propio cuerpo, al tatuaje de la muerte: “Cada día por la mañana cuando me levanto, puedo comprobar sobre mi antebrazo la numeración de Auschwitz; es una cuchilla que roza las entrañas enmarañadas de mi existencia, y ni siquiera estoy seguro de si queda algún centro ileso...Cada día pierdo confianza en el mundo. El judío sin identidad positiva, el judío de la catástrofe, como, desde luego, podemos denominarlo, debe arreglárselas sin confianza en el mundo.” (Améry, 184) Y así es como vivirá su vida el escritor, el intelectual, el “hombre de espíritu”

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