10 de abril de 2004 Vol. 5, No. 3 ISSN: 1607 - 6079
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El lugar de la experiencia en el conocimiento del mundo natural

Para cualquiera que se acerca a las Reglas para la dirección del espíritu, es evidente el peso que Descartes le otorga a la deducción como la vía más adecuada para llegar al conocimiento, y particularmente al del mundo natural. La intuición-deducción opera a partir de principios verdaderos ya conocidos mediante un movimiento continuo e ininterrumpido del pensamiento que tiene, de cada término, una intuición clara (16).

Incluso llega a decir en la regla XII:

Los hombres no disponen de otros caminos para acceder a un conocimiento cierto de la verdad, que la intuición evidente y la deducción necesaria (17).

A pesar de esto, Descartes le concede un lugar importante a la experiencia como fuente del conocimiento aunque no como forma de fundamentarlo. En contraste con la idea de que el conocimiento que se obtiene por la percepción sensible puede ser engañoso, Descartes afirma que el método no sólo impide derivar conclusiones infundadas sino que debe tomar en cuenta a la experiencia pues es una suposición falsa que todo conocimiento sea independiente de ella.

Así hacen también esos filósofos que dejan de lado las experiencias; se figuran que la verdad nacerá de sus cerebros como Minerva nació de Júpiter (18).

La experiencia es fuente de conocimiento aunque con todas las reservas del caso. No se puede prescindir de ella pero se requiere:

1) Que el entendimiento tenga la intuición previa del objeto a estudiar.
2) No suponer que la imaginación representa fielmente a los objetos.
3) No suponer que los sentidos nos dan la verdadera forma de las cosas.
4) No suponer que los objetos externos son tal y como aparecen (19).

Es conveniente señalar que, hasta el momento, sólo se ha dicho que la experiencia está involucrada en los procesos de conocimiento, mas falta por aclarar cuál es su verdadero papel en la constitución de la ciencia.

En la regla XII, Descartes se refiere a la relación entre la experiencia y el conocimiento, en el sentido de que la teoría debe poder dar cuenta de todos los casos del fenómeno en estudio al proponer que:

  1. Deben reunirse todas las experiencias sobre el fenómeno estudiado.
  2. Inmediatamente debe procederse a determinar cuál es la combinación de las naturalezas simples necesarias producir todos los efectos experimentados.
  3. Si se encuentra esta combinación, se puede decir que se ha encontrado la verdadera naturaleza del fenómeno o cosa, en la medida en que se deja descubrir por el hombre, a partir de las experiencias dadas (20).

La experiencia se ve ahora, más claramente, como un medio de acceso al conocimiento de fenómenos particulares de la naturaleza, ya que las experiencias a las que Descartes se refiere, en el pasaje anterior, aluden a la piedra imán.

En la parte VI del Discurso se añade una nota importante:

Incluso me he dado cuenta, por lo que toca a las experiencias, que son tanto más necesarias, cuanto más se avanza en el conocimiento (21).

La razón es que en la medida en que nos alejamos de los principios generales y nos acercamos a los fenómenos particulares, aunque sabemos de antemano que es necesario que la ley general se cumpla en cada caso particular, la reconstrucción irá de los efectos a las causas y no al revés; esto es, de los fenómenos particulares a las leyes generales. En este caso el avance del conocimiento al que se refiere Descartes es el que se obtiene cuando, después de haber establecido las cadenas deductivas que van de lo general a lo particular, procedemos a considerar los efectos particulares de tal forma que podamos establecer cómo se vinculan con lo general, esto es, cuál es la causa remota que los explica.

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