10 de mayo de 2004 Vol. 5, No. 4 ISSN: 1607 - 6079
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[haz click para ampliar]El telescopio Hubble que orbita la Tierra, propuesto originalmente por el astrónomo americano Lyman Spitzer, es el aparato científico más costoso de la historia humana, cuando se lanzó el 25 de Abril de 1990, su costo alcanzaba los 1500 millones de dólares, sin embargo con el paso de los años ha habido necesidad de hacer ajustes, correcciones de órbita e incluso se han sustituido algunos de los componentes originales de los espejos y de los sistemas de transmisión de la información, de la que recibimos 14 000 megabytes cada día, y ello ha incrementado el costo total en forma importante.

[haz click para ampliar]¿Por qué invertimos tantos recursos en un aparato de observación astronómica? Tal vez la respuesta está en la misión encomendada al gran telescopio:

  • Explorar el Sistema Solar
  • Medir la Edad y el tamaño del Universo
  • Buscar nuestras raíces cósmicas
  • Graficar la evolución del Universo y
  • Desentrañar los misterios de las galaxias, Estrellas, Planetas y de la vida misma.
  • O dicho de otra forma, a grandes preguntas, grandes inversiones. Si queremos encontrar las respuestas, debemos apoyar a la ciencia, proporcionándole a los científicos los recursos suficientes y necesarios.

Hay quienes piensan que el gasto en investigación es fútil, nada más alejado de la verdad, la Historia nos demuestra una y otra vez, cómo el apoyo económico a la investigación y a las Universidades, conduce al desarrollo de las naciones y a la solución de los grandes problemas humanos.

[haz click para ampliar]Sin embargo, eso no lo explica todo, no lo justifica a los ojos de políticos y planificadores de la investigación. Tal vez la respuesta radica en aquella región del cerebro que nos distingue de otras formas de vida planetaria, la corteza cerebral, con un número fantástico de neuronas y conexiones sinápticas y en cuya esencia se encuentra la Res cartesiana, el cogito ergo sum , que nos dice, “pensamos, luego existimos”, que nos señala qué somos, qué nos hace conscientes, y esta conciencia humana, esta conciencia planetaria y cósmica, encuentra su razón de ser y de existir en la búsqueda de la verdad, en nuestra sed infinita de conocimientos, la que nos demuestra con alegría, como en la Oda de Schiller en la Novena Sinfonía de Beethoven, lo admirable y sorprendente que es, ser humano.

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