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El net.art es inseparable de esta
evolución en las nociones de
la esfera de lo real. Por ello, la
discusión de si éste
mantendrá el sentido que sus
primeros exponentes, como Mark América
o Vuk Kosic, intentaban definir, sigue
siendo legítima, más
aún cuando los nuevos exponentes
han replanteado la crítica
sobre la Red llevándola al
plano de su relación con el
mercado. Si es cierto que no bastaba
con enfatizar la multipolaridad que
un fenómeno como Internet podía
brindar frente a la idea de lo lineal,
pronto se cayó en la cuenta
de que además, como ya lo habían
advertido Gilles Deleuze y Felix Guattari5
al hablar de la reterritorialización
del rizoma, esa conciencia no impedía
que, en efecto, el juego del arte
vuelva a capitalizar la idea de cualquier
disidencia en nombre, ahora, de la
diversidad y la inclusión.
Los artistas del net.art “más
representativos” comienzan
a paladear los beneficios de pertenecer
al mainstream, se realizan
muestras y se habla de nuevo de cánones
técnicos como si se le estuviera
explicando a un conglomerado de turistas
las técnicas más características
de los Prerrafaelitas.
Quizá
de las mejores definiciones que encuentro
sobre este nuevo momento está
en el AntiEdipo de Deleuze
y Guattari6
:
El
Estado era primero esta unidad abstracta
que integraba subconjuntos, que funcionaba
separadamente; ahora está subordinado
a un campo de fuerzas cuyos flujos coordina
y cuyas relaciones autónomas
de dominación y subordinación
expresa. Ya no se contenta con sobrecodificar
territorialidades mantenidas y enladrilladas,
debe constituir, inventar, códigos
para los flujos desterritorializados
del dinero, de la mercancía y
de la propiedad privada.
Nada más claro ni más
cercano. Por eso el mismo Hakim
Bey, uno de los ideólogos más
radicales del pensamiento aparentemente
libre de la Web, llevó a cabo
una crítica de la misma bajo
la sospecha de que “las aplicaciones
revolucionarias de la Red no llegarían
nunca”7
como él las había imaginado
en tiempos de mayor flexibilidad electrónica.
Según sus ideas anteriores, nuevas
comunidades se formarían ahí,
próximas a la noción de
independencia, de nomadismo psíquico
y de la disposición para la fiesta
como medio que recuperara el gozo de
la existencia, robado por una directriz
postecnológica que asocia responsabilidad
ciudadana con marketing global. Se podía
jugar a la desaparición, a la
improvisación, a la ruptura de
fronteras copyright, al llamado Inmediatismo;
la difusión de ideas a través
de todos los medios posibles, acerca
de la irracionalidad y el juego.
Pero
qué es esa zona que Bey pretendía
autónoma y cuál es la
disposición que deberían
tener sus usuarios para moverse en terrenos
tan ambiguos para convertirlos en emancipados.
Si existe una nueva ética con
respecto al tipo de posturas que son
ideales para propiciar un espacio comunitario,
se trata en realidad de la construcción
de sentido un no lugar que cambia todos
los días no ya gracias a un aparato
rector, sino con respecto al uso que
millones de usuarios en el mundo le
dan todos los días. Si el net.art
representa un cambio radical en las
maneras de concebir la relación
público artista o si, por el
contrario, solo será un hito
más en la historia del arte,
se trata de un tema aún no resuelto.
Dependerá, por supuesto, de los
nuevos territorios que se configuren
en internet en los próximos años
y de la disposición para redefinir
ese espacio y las prácticas artísticas
que en él se llevarán
a cabo.
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