Revista Digital Universitaria
10 de noviembre de 2005 Vol.6, No.11 ISSN: 1607 - 6079
Publicación mensual

 
     

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Entre la etología y el psicoanálisis

El desarrollo de la Teoría del Apego1 y el concepto de vínculo están estrechamente unidos a la figura del psicoanalista británico John Bowlby ( 1907-1990). El doctor Bowlby trabajaba en el Departamento Infantil de la Clínica Tavistock en Londres, cuando en 1948 la Organización Mundial de la Salud (WHO) le encomendó la tarea de investigar las necesidades de los niños sin hogar, huérfanos y separados de sus familias, producto de la Segunda Guerra Mundial. Tras su estudio, Bowlby enfatizó que la formación de una relación cálida entre niño y madre es crucial para la supervivencia y desarrollo saludable del menor, tanto como lo es la provisión de comida, cuidado infantil, la estimulación y la disciplina ( Department of Child and Adolescent Health and Development, 2004). Así, el amor materno en la infancia es tan crucial para la salud mental como lo son las vitaminas y las proteínas en la salud física (Sayers, 2002). Figura 1

Esta teoría no sólo se basó en la observación clínica de niños institucionalizados, sino que también se nutrió de importantes hallazgos provenientes de la etología, entre ellos, los estudios con primates no humanos y los del aprendizaje programado (Bowlby, 1976).

Uno de los centros de mayor desarrollo de investigación sobre interacción social en primates no humanos (monos rhesus) fue la Universidad de Wisconsin. En ella, Harry Frederik Harlow (1905-1981) generó diversas estrategias de investigación en las que fue posible observar que los pequeños primates en situaciones de separación parcial y total de su madre, emitían gritos agudos, intentaban reunirse con ella y corrían de manera desorientada por la jaula, mientras que sus madres aullaban y amenazaban al experimentador. A su vez, los pequeños primates mostraron poco interés por jugar e interactuar con otros primates en situación similar mientras estaban separados de su madre. Al reencontrarse con su madre, establecían un fuerte contacto con ella y se aferraban a su figura más intensamente que antes de la separación (Bowlby, 1976). En otras investigaciones en las que se aplicaba durante tres meses un aislamiento social total a los primates, se pudo observar los devastadores efectos del procedimiento: retraimiento extremo, síntomas de depresión, incluso, uno de ellos murió probablemente de inanición al rechazar la comida de su jaula (Griffin, 1966).

En cuanto al aprendizaje programado o impronta (imprinting), éste se vincula al trabajo del etólogo austriaco Konr ad Zacharias Lorenz (1903-1989). Lorenz descubrió que patos y gansos, inmediatamente después de su salida del cascarón, siguen a cualquier objeto en movimiento tal como si fuera su madre, siempre que dicho objeto sea el primero que observan y que no hayan pasado más de 30 horas después de nacer. Este comportamiento es una herramienta de supervivencia de vital ayuda para lograr eficientemente pasar a la madurez (Raju, 1999).

Bowlby, integrando la observación clínica de niños institucionalizados junto con los hallazgos etológicos, pudo llegar a articular la Teoría del Apego, utilizando el psicoanálisis como marco de referencia, aunque el mismo Bowlby (1976) reconoce que en muchos aspectos esta teoría difiere de las teorías clásicas de Freud. Así, los fuertes puntales psicoanalíticos de la Teoría del Apego fueron frecuentemente pasados por alto hasta principios de los años ochenta (Bretherton, 1990), ya que históricamente se desarrolló fuera de la tradición psicoanalítica y se ha basado en conceptos de la teoría de la evolución, de la etología, de la teoría del control y de la psicología cognitiva (Bowlby, 1988).

Sin embargo, en las últimas décadas las fuertes relaciones conceptuales de Bowlby con la Escuela Británica de Relaciones Objetales (específicamente Fairbairn y Winnicott) y con la teoría de Sullivan de la psiquiatría interpersonal, se han hecho cada vez más evidentes. La Teoría del Apego difiere de otras teorías psicoanalíticas de relaciones interpersonales por el mayor énfasis en la salud mental (por oposición a la patología), en las experiencias reales con los cuidadores (por oposición a imaginadas), y en resultados de la psicología académica (Wilson, 1996).

A pesar de estas diferencias, hay varias similitudes (Bretherton, 1990) en particular a partir del uso del concepto de “modelo de trabajo interno” por parte de Bowlby, lo que sitúa a la Teoría del Apego como una teoría de las representaciones internas (Wilson, 1996). Bowlby (1976, 1983, 1986, 1988) propuso que los patrones de interacción con los padres son la matriz desde la cual los infantes humanos construyen “modelos de trabajo internos” del sí mismo y de los otros en las relaciones vinculares. La función de dichos modelos es interpretar y anticipar el comportamiento del compañero, así como planear y guiar el propio comportamiento en la relación. El término “modelo de trabajo interno” es originario del psicólogo británico Craik, quien en 1943 sugiere estructuras de representación dinámicas desde las cuales un individuo podría generar predicciones y extrapolarlas a situaciones hipotéticas (Bretherton, 1990, 1999).

En síntesis, tanto la Teoría del Apego como la teoría psicoanalítica contemporánea emergen de una tradición de relaciones de afectivas que se representan en el aparato mental, en la cual el desarrollo psicológico se visualiza ocurriendo en una matriz interpersonal (Blatt, 2003).

 

 

Figura 1

 
   

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