“Es
una persona muy preocupona, muy insegura,
ha de ser timidez, se inquieta y se asusta
de todo, es alguien muy nervioso, como débil
de carácter, pero así ya es
su forma de ser…”
Entre
adjetivos calificativos y despectivos ha ido
y venido tanta y tanta gente sobreviviendo
y soportando su propia vida, aceptando como
inevitable el temeroso destino que les tocó
vivir, llenando sus decisiones de incertidumbre
y creyendo que esto es común al resto
y que por lo menos no son los únicos
que sufren de ello.
Efectivamente,
no son los únicos que padecen esta
condición patológica, un trastorno
o mejor dicho un grupo de trastornos que han
logrado mermar la calidad de vida y el rendimiento
de miles de personas las cuales comparten,
la mayor parte de las veces calladamente,
la desgracia de “ser nerviosos”.
¿Cómo
atender entonces los problemas de estas personas
si ni siquiera ellas mismas reconocen como
una enfermedad su aparente forma de ser?
Este
es el objetivo fundamental de este apartado
de los trastornos de ansiedad, un mal de muchos
que pocos reconocen que y que la mayoría
compartimos.
¿Quién
en su vida no ha experimentado un evento ansioso?
Molestas palpitaciones, un miedo irracional,
ahogo, temblores y la desagradable sensación
de perder el control de la situación.
Claro, esto podría ser común
cuando existiera previamente un motivo lo
suficientemente importante como para justificarlo,
algo que pusiera en peligro la integridad
o inclusive la vida propia. Este tipo de respuestas
ante una amenaza son esperadas y hasta funcionales,
son un factor que determina nuestra supervivencia.
Pero cuando ese motivo al que nos referimos
no existe, y en lugar de supervivencia se
torna en sobrevivencia sostenida ¿Cómo
se justifica entonces tal respuesta? Sólo
como una enfermedad, esto son los trastornos
de ansiedad.
Los
síndromes ansiosos como los depresivos,
son las formas de psicopatología más
frecuente en México. Estudios reportados
para 1999 en población mexicana encontraron
que el 14.8% presentaba algún trastorno
de ansiedad.
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