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Un reojo contemporáneo nos susurra en este punto que Don Quijote hace al lector pensar en los juegos y relaciones peligrosas que el francés Pierre Klossowski en la trilogía novelesca Las leyes de la hospitalidad, y Juan García Ponce establecen en La crónica de la intervención. Y no sólo porque en esta última también aparece un Anselmo (nombre por cierto del santo que dio la prueba intelectual de la existencia de Dios) sino porque ambas narraciones comparten el tema del amor espiado, del adulterio inducido y de la teatralización del engaño que es llevado —en Cervantes— hasta la simulación misma del engaño como una manera idónea de tender una pantalla de camuflaje sobre el adulterio.

A Miguel de Cervantes, por lo visto, no le asustaba nada. ¿Cuál podría ser la razón de que en la novela del caballero andante y mientras Don Quijote duerme se desaten las pasiones más dignas de la Celestina que del Amadís?

La ironía cervantina plantea una burla del amor y de las novelas pastoriles y deja abierta la puerta para el inicio de las relaciones peligrosas, promiscuas, y de las afinidades electivas extremadas al borde del precipicio y de la muerte. El eslabón perdido entre Klossowski y Miguel de Cervantes es el novelista voyeur Choderlos Laclos, autor de Las relaciones peligrosas. Bajo la piel del pastor se tiende la del caballero andante y, bajo la de ambos, la de Don Juan, como claramente se puede ver por la reacción solícita de Don Quijote ante la galantería fingida de Artemisidora.

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