Revista Digital Universitaria
10 de febrero de 2007 Vol.8, No.2 ISSN: 1607 - 6079
Publicación mensual

 
     

RDU

 
 
 

Cambio climático

El calentamiento de la tierra como consecuencia del cambio climático —causado por la actividad humana— y la discusión sobre sus potenciales efectos devastadores, constituyen aparentemente un problema del medio ambiente, sin embargo, se vincula con casi todas las actividades que utilizan energía: industria, transporte, uso doméstico (como rubros principales), y que desarrolla la humanidad. Desde el punto de vista de la política, el factor decisivo en la discusión mundial sobre el cambio climático es cómo interpretar la incertidumbre científica y cómo responder ante el riesgo, que hace que el asunto sea un excelente ejemplo para los propósitos de este texto.

Promovido por las Naciones Unidas, el Régimen Internacional sobre el Cambio Climático surgió en los años noventa, con el fin de reducir las emisiones de dióxido de carbono adoptando el principio de responsabilidades comunes, pero diferenciadas. La idea central era que los países más desarrollados son los principales responsables por el cambio climático, dado que son los que en el pasado contaminaron el mundo al haber quemado demasiadas energías fósiles (gas, petróleo y carbón). El Protocolo de Kioto que establece las normas y obligaciones respecto a las emisiones entre 2008 y 2012, bajo el impulso de impartir una especie de justicia o reparación de daños a escala global y retroactiva en tiempo, establece que sólo los treinta y cinco países más avanzados del mundo están obligados a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Los mecanismos para hacerlo son flexibles: pueden actuar directamente sobre sus gases contaminantes o, de forma indirecta, transferir recursos financieros y tecnológicos a los países que hoy en día están en vías de desarrollo, para que éstos no repitan en el futuro el camino errado que condujo al desastre ambiental.

Suscribir el acuerdo en México no ha causado controversia, puesto que no implicaba mayor compromiso, al menos no a corto plazo. La convención no colocaba a México en la lista de los países a los que se les obligaba a reducir sus emisiones y, al mismo tiempo, prometía ganancias netas en términos de atraer proyectos de transferencia tecnológica, a través de un mecanismo que se conoce como el Mecanismo del Desarrollo Limpio. México, a pesar de ser un importante exportador y consumidor del petróleo a nivel mundial, por lo que una eventual caída del consumo a lo largo no le favorece, no vendió caro su voto y se incorporó rápidamente al Protocolo de Kioto. Esta actitud aparentemente en pro del ambiente también puede ser cuestionada desde un enfoque puramente realista. El hecho es que el tema no ha provocado mayor debate político ni social: se asumía que el país se vería beneficiado con el Protocolo de Kioto, tanto en términos del cuidado ambiental como del avance tecnológico, ya que podría recibir recursos para proyectos del secuestro de carbono, por la vía de reforestación y de transferencias de tecnologías de energía renovable. Sin embargo esta ecuación de costos y beneficios puede cambiar en un futuro cercano, puesto que México es susceptible a convertirse en un país con obligaciones de reducción.

 

 
   
 

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