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Transgénicos y conciencia social. Entrevista  con el Dr.  Víctor Manuel Toledo Manzur

Patricia Muñetón Pérez
 

Para un investigador como el Dr. Víctor Manuel Toledo Manzur,1 quien a lo largo de treinta años de trabajo académico ha desarrollado una exhaustiva labor de investigación, en el campo del pensamiento ambiental, vinculando la ciencia ecológica con la sociedad, uno de los aspectos más preocupantes sobre el uso de transgénicos es su relación con el sistema económico actual.

Las grandes corporaciones transnacionales, desde hace varios años, han ejercido un control y una presión sobre nuestros gobiernos para continuar insertando en el mercado este tipo de alimentos, sin considerar los efectos que a largo plazo traerán en la salud de la sociedad, los ecosistemas, etc. En medio de grandes intereses mercantiles y de las voces que argumentan a favor del uso de transgénicos, incluso como un medio para terminar con algunos graves problemas en torno al abastecimiento mundial de alimentos, el Dr. Toledo Manzur ha expresado, en un gran número de trabajos de investigación, su interés por difundir que el conocimiento empírico popular, la sabiduría acumulada por los pueblos indígenas, representan fuertes alternativas para lograr un mejor desarrollo agrícola en nuestro país.

En esta breve entrevista que amablemente nos concedió el Dr. Toledo Manzur, en medio de unos de sus numerosos viajes académicos al extranjero, nos comenta su opinión sobre el uso de transgénicos, su impacto en la ecología, su inserción en el comercio actual, entre otros temas.

RDU: En su opinión, cómo deberían orientarse los conocimientos de la biotecnología en la producción de alimentos, es decir, qué aspectos de esta ciencia deben abordarse para ayudar a mejorar nuestra agricultura.

Víctor Manuel Toledo Manzur: Quienes nos oponemos al uso de los transgénicos, y a otras innovaciones peligrosas de la ciencia, como la energía nuclear, ciertos inventos de la nanotecnología y la genómica o los agro-químicos, no estamos en contra de la ciencia de punta o de sus nuevos y prometedores campos. En lo que no creemos es en el dogma de que toda investigación científica es por principio moralmente buena y benéfica. A la biotecnología le esperan numerosos retos. El primero está ligado con la producción de alimentos. Sin embargo, los biotecnólogos deben antes ser lo suficientemente inteligentes y humildes como para lograr entender que el dilema alimentario actual es entre la opción agro-industrial y la agro-ecológica. En el primer caso, los avances biotecnológicos estarán orientados hacia la creación de diseños mercantilizados por las gigantescas corporaciones, que hacen de los productores sujetos encadenados a los mercados y al uso de tecnologías inseguras, contaminantes y caras. En el segundo, la investigación biotecnológica debe buscar el mejoramiento de las prácticas milenarias de una tradición de por lo menos 7,000 años, y entender las estrategias e innovaciones de los “biotecnólogos tradicionales o campesinos” antes de decidir sus planes de investigación: Por ejemplo entender y mejorar los policultivos tradicionales, los acoplamientos entre leguminosas y cereales, el papel de los microorganismos del suelo o de los animales benéficos, etc.

RDU: A qué considera Usted que se puede atribuir el poco interés de los gobiernos, del todo el mundo, por reglamentar la producción de transgénicos y orientar a la población sobre este tipo de alimentos.

VMTM: Siendo los transgénicos un engendro de la ciencia y la tecnología al servicio de las corporaciones, los gobiernos de todo el mundo se encuentran continuamente presionados por esas gigantescas compañías que buscan todo tipo de facilidades para vender masivamente, y a cualquier costo social y ambiental, sus mercancías. Se trata no de una innovación surgida de una universidad pública o de una institución gubernamental donde aún predomina el interés social.

En este contexto unos países se pliegan irremediable y cínicamente a los intereses corporativos, aceptan sus tesis, muchas de ellas falsas o sesgadas, e incluso aceptan sobornos. En el mundo hay gobiernos (y/o sus parlamentos) que han abierto las puertas a esta innovación, otros que lo hacen moderadamente y otros más, como la Comunidad Europea y algunos países africanos que se mantienen renuentes y cuidan la salud de sus ciudadanos y sus entornos naturales.

RDU: Ante la actual crisis global, los países del mundo requieren producir alimento abundante y barato para cubrir las necesidades alimenticias de sus habitantes. Quienes están a favor de los transgénicos argumentan que su producción podría resultar benéfica, sin embargo, en su opinión, ¿es esto posible?

VMTM: Es falso que los alimentos transgénicos, al menos los que hasta hoy conocemos, contribuyan a aumentar la producción de alimentos sanos. La gran mayoría de los diseños responden a problemas de plagas o de estrés ambiental (por ejemplo suelos), y casi ninguno eleva los rendimientos o la productividad. Por otro lado, si bien no hay evidencias directas de daños posibles a la salud humana (aunque existen ya reportes sobre impactos sobre animales de laboratorio), el daño potencial por contaminación genética es inimaginable. No se sabe qué pasará, y en cuánto tiempo, con estos organismos genéticamente manipulados en relación con el resto de la agro-diversidad y de todo el mundo vivo. Es como dejar sin control una planta nuclear, con la diferencia de que los efectos de la radiactividad son más visibles y obvios que los de la modificación genética de organismos.

Hoy estamos frente a un fenómeno muy preocupante: el de la muerte de las abejas en amplias regiones de Estados Unidos y China, y esto al parecer es el resultado de muchos años de uso indiscriminado de pesticidas químicos que han provocado la depresión inmunológica de esos insectos. El 80% de los alimentos del ser humano requieren de ser polinizados por insectos, aves, murciélagos y otros. ¿Podemos imaginar lo que podría pasar con los impactos impredecibles de la contaminación genética?

RDU: A pesar de que en todo el mundo se han implementado fuertes compañas en contra del consumo del los transgénicos, por qué considera que en nuestra sociedad en general y en nuestro gobierno no se aprecia una actitud contundente sobre este tema.

VMTM: Los fabricantes de los alimentos transgénicos, con capitales de cientos de millones de dólares, poseen programas y cientos de empleados dedicados al “lobby”, la propaganda, el soborno sutil, y aun el pago a investigadores afines (¿científicos mercenarios?) para convencer a la opinión pública, a los gobiernos y a los parlamentos de la inocuidad, seguridad y ventajas de sus productos. Le describo brevemente el caso de México. Ante la discusión en el congreso mexicano de la ley respectiva en 2005, las compañías encabezadas por Monsanto tenían un ejército de agentes con altos sueldos, incluyendo conocidos investigadores universitarios, haciendo “lobby”, día con día, con los diputados y senadores, los medios de comunicación, numerosos periodistas, etc.

Quienes nos oponíamos a la apertura a los alimentos transgénicos, con la preocupación vigente del maíz, investigadores, ambientalistas, organizaciones campesinas, etc. no disponíamos más que de nuestra voluntad y nuestra conciencia. En esta batalla descomunal logramos una salida relativamente decorosa, la cual hoy comienza a ser torpedeada por la aprobación gubernamental de los experimentos. La deslegitimación del artículo de Chapela en la revista Nature sobre la contaminación genética de los maíces de Oaxaca, es un emblema del deterioro y desprestigio al que ha llegado la ciencia actual. La revista científica (junto con Science) más prestigiosa de la historia, terminó plegándose y corrompiéndose frente al poder infinito de las corporaciones.

RDU: Los alimentos orgánicos, si bien se ostentan como alimentos libres de pesticidas y de hormonas, tienen un precio que está fuera del alcance de muchos consumidores. Cuál es su opinión sobre los alimentos transgénicos, son una moda pasajera o son el futuro en nuestra alimentación.

VMTM: Cada vez hay más elementos que indican que estamos frente a una crisis estructural, frente a una crisis de civilización. A la crisis social, ecológica, energética, hoy se suman la financiera, la económica y la política. Dos grandes procesos, uno demográfico y el otro económico, representados por la máquina de la población (cada año se suman entre 70 y 80 millones de nuevos seres humanos) y la máquina acumuladora de capital (hemos llegado al pináculo de las ganancias económicas por un sector minoritario) dejan un mundo caracterizado por una inmensa y deleznable inequidad social, y un planeta permanentemente amenazado por la depredación ecológica y el desequilibrio. En este contexto cada vez más difícil, la búsqueda de una “modernidad alternativa”, de una sociedad sustentable, se vuelve urgente e incluye obligatoriamente a la agricultura orgánica o ecológica.

En los últimos años hemos visto que en paralelo al crecimiento de la superficie dedicada a la producción de alimentos transgénicos, se da también un notable crecimiento de la agricultura ecológica. Ambos expresan dos maneras radicalmente diferentes de enfrentar la demanda creciente. La agricultura ecológica no es pues una moda, y si hoy todavía predominan sus altos precios es porque aún permanece cautiva de las vías de comercialización convencionales.

La opción social o ciudadana que crece por todo el mundo es la creación de redes o cooperativas que conectan directamente a los productores orgánicos con los consumidores con conciencia. En este caso al eliminarse los intermediarios bajan los precios para los consumidores y suben los pagos a los productores. Solamente en Japón hay unos 4 millones de hogares haciéndolo desde hace décadas, y desde este año en mi centro de investigación en el campus de la UNAM en Morelia ya se inició una red para adquirir alimentos sanos. Una cosa es comprar estos productos en las grandes cadenas de supermercados (quienes solamente se comprometen con fracciones de un mercado verdaderamente sustentable) y otra hacerlo a través de redes ciudadanas o en uno de los 20 tianguis orgánicos que ya existen en una docena de ciudades de México.

RDU:Por último y retomando algunas de sus ideas expuestas en la conferencia ofrecida en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), en la actualidad cómo está el ser humano manejando el tema de los transgénicos, ¿como Homo sapiens u Homo demens?2

VMTM: Mi tesis central, que desarrollaré en un próximo libro, es que la humanidad frente al preocupante futuro quedará cada vez más dividida en dos bloques: los “monos dementes” y los “monos sapientes o conscientes”. La batalla será entre casi dos “especies” diferentes, una cuya ceguera, cinismo, individualismo y/o ignorancia lo hará trabajar a favor del desastre o el abismo, y la otra cuya mente será capaz de tomar conciencia y actuar de manera cauta, solidaria y humana. El caso de los alimentos transgénicos es solamente una de las pistas o de los escenarios de esta batalla. Cada uno nos iremos alineando de uno u otro lado conforme la crisis se vaya haciendo más aguda. ¿Quién ganará? Es todavía una pregunta difícil de responder.

 

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