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Alimentos transgénicos: ¿Qué tan seguro es su consumo?

María del Rocío Fernández Suárez
 
 

Introducción

En la segunda mitad de 2008, los mercados financieros se desplomaron y los titulares de las noticias pasaron de la crisis alimentaría a la crisis financiera. Sin embargo, la crisis alimentaria persiste: Robert Zoellick, el presidente del Banco Mundial, ya ha anunciado que los precios de los alimentos seguirán altos por varios años. En 2006 y 2007, la cantidad de personas en condiciones de inseguridad alimentaria aumentó de 849 millones a 982 millones. La evaluación de julio de 2008 del Departamento de Agricultura de Estados Unidos pronostica que la cantidad de personas que padecen hambre en 70 países aumentará a 1 200 millones para el año 2017 (Rosen S, Shapouri S, Quanbeck K, Meade B.  2008). Es decir, no se reducirá a la mitad la cantidad de gente con hambre para el año 2015 (como se tenía proyectado), sino que aumentará en un porcentaje significativo. Por otro lado, se calculó que el gasto de la importación de alimentos de 82 países pobres (designados países de bajos ingresos y con déficit alimentario) alcanzaría los 169 mil millones de dólares en 2008, un 40 por ciento más que en 2007 (FAO.  2008).

Producir suficiente cantidad de alimentos (sanos e inocuos) y lograr la distribución equitativa de los mismos es el gran reto, si es que se quiere alimentar y librar del hambre a la creciente población mundial, al mismo tiempo que se reducen los impactos negativos en el medio ambiente. Este reto no se reduce a “milagrosas innovaciones tecnológicas generadoras de alimentos”, sino al replanteamiento de las políticas agropecuarias surgidas en el contexto neoliberal.1

Es, en este contexto, en el que se desarrollan los alimentos transgénicos, promovidos en el nombre de la lucha contra el hambre y la desnutrición, garantizando simultáneamente el uso sustentable de los recursos naturales. El dilema ético es que estas promesas no se han cumplido. Después de varios años de haberse introducido al mercado los cultivos y alimentos transgénicos, la inseguridad alimentaria persiste y aumenta año con año. Hasta el momento, no se han comercializado alimentos transgénicos más nutritivos y parece ser que las prácticas agrícolas que acompañan a los cultivos transgénicos no han sido menos agresivas con el medio ambiente. No sólo eso, cultivos como el maíz que debieran destinarse para el consumo humano en un mundo con pueblos que padecen hambre, han sido modificados genéticamente para producir sustancias no comestibles (fármacos y sustancias industriales). Ya se han reportado ensayos en Estados Unidos de estas líneas de “maíz biorreactor”.

Junto a las seductoras promesas de bienestar, salud, riqueza y desarrollo, se han identificado también riesgos potenciales para el medio ambiente,2 la salud humana y los derechos fundamentales de campesinos y pequeños productores. Las dudas son mayores cuando se tiene en cuenta que los cultivos transgénicos son impulsados por poderosas corporaciones agroalimentarias, las mismas que han promovido y promueven el uso de pesticidas y otros agroquímicos (Monsanto, DuPont, Bayer, Dow Agro Sciences y Syngenta). Más preocupante aún es la historia de una de estas corporaciones, Monsanto, manchada de numerosos escándalos que remontan a la época en la cual era solamente una empresa de productos químicos. La disimulación de la toxicidad de los PCB, de la dioxina y del “agente naranja” son claros ejemplos. Más recientemente, la corporación fue condenada dos veces en los Estados Unidos y en Francia por publicidad engañosa sobre su producto estrella, el herbicida Roundup.

La Biotecnología Moderna, que utiliza técnicas de Ingeniería Genética, ha brindado a la sociedad en los últimos años una serie de productos verdaderamente útiles en el área farmacéutica. Un buen ejemplo es la producción de insulina recombinante que ha permitido poner a disposición de los pacientes diabéticos insulina casi exactamente igual a la hormona humana a un precio más accesible.

Estas aplicaciones farmacéuticas de la Biotecnología Moderna han tenido una amplia aceptación en la sociedad, pero algo distinto ha ocurrido con la misma tecnología aplicada a la producción de alimentos transgénicos. ¿Por qué?
Hasta el momento, los consumidores no hemos recibido un beneficio “tangible” de los alimentos transgénicos. No son ni más económicos ni mejores que los alimentos convencionales. Por otro lado, la controversia y los resultados totalmente opuestos es la norma cuando se trata de determinar los efectos de este tipo de alimentos sobre la salud en humanos y animales de laboratorio. El “acalorado” debate en torno a los alimentos transgénicos se ha politizado a un grado tal que resulta difícil para las personas tomar decisiones informadas sobre la compra y consumo de alimentos transgénicos. Menos aún cuando en países como México, los alimentos transgénicos no se encuentran etiquetados. Algo distinto ha ocurrido en Europa, donde las preocupaciones de los consumidores así como el alto porcentaje de rechazo hacia los alimentos transgénicos han dado lugar al etiquetado de los mismos así como a diversas moratorias a la siembra de cultivos transgénicos.

¿Es seguro el consumo de alimentos transgénicos? ¿Existen evidencias científicas de daños a la salud humana?

Estas son las preguntas que se intentarán responder a continuación. Son muy pocos los estudios científicos que se han realizado, algunos de ellos con resultados opuestos a los obtenidos en los estudios auspiciados por las corporaciones desarrolladoras de cultivos transgénicos. Por otro lado, ha sido prácticamente imposible dar seguimiento a casos de seres humanos alimentándose con alimentos transgénicos, sobre todo, en países en los que dichos alimentos no se etiquetan.

A pesar de la escasa información, un ejercicio indispensable es averiguar el nivel de investigación en torno a los efectos de este tipo de alimentos en la salud humana, así como conocer los procedimientos que han implementado las autoridades competentes para la evaluación de la inocuidad de los organismos transgénicos destinados para consumo humano.

 

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