alientan
y que no se sustentan en la voluntad de los actores (Merino et
al., 2000).
En
este contexto cobra relevancia el uso de la mediación como
un instrumento para el diseño de políticas públicas
para el DRS. “Mediar es moderar, facilitar o incluso fungir
como árbitro en un proceso de diálogo entre distintas
partes. La mediación en este sentido implica un proceso
de ‘interponerse’ entre diferentes intereses, con
el fin de encontrar un camino para salir adelante de lo que es
o está en peligro de convertirse en un conflicto o inercia
sin salida [...] La sustentabilidad tiene muchas interpretaciones,
cada una construida para apoyar un programa de acción particular
y legitimada a través de elaboraciones ideológicas
y metodológicas particulares. La mediación en este
contexto es una facilitación del diálogo y de la
persuasión no sólo entre actores con metas opuestas,
sino también entre actores que se defienden a sí
mismos recurriendo a la causa del desarrollo sustentable”
(Blauert y Zadek, 1999).
La
mediación puede entonces fortalecer o ajustar los efectos
de los factores que inciden en la coordinación entre los
actores y contribuyen a la articulación de sus capacidades.
Existen evidencias de que la comunicación y el intercambio
de experiencias se ven favorecidos por la cercanía territorial.
Este proceso de intercambio estimula el desarrollo de un conocimiento
colectivo sobre las condiciones económicas, tecnológicas
y sociales que prevalecen en un territorio. La construcción
de este conocimiento genera, al mismo tiempo, una ventaja específica
intangible de la que gozan todos sus miembros. El hecho de que
los miembros de un territorio compartan una misma historia, que
se expresa en sus hábitos, tradiciones y aspiraciones,
facilita la puesta en marcha de formas de cooperación.
Es pertinente señalar, sin