31 de enero de 2004, Vol. 5, No. 1 ISSN: 1607-6079
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Desde la perspectiva de Whitehead, los ideales que la educación ha de perseguir son: interés por aprender, saber utilizar los conocimientos, ser una guía que conduzca al arte de vivir. En sus términos, la sabiduría es el ideal de la educación y a éste debe sujetarse el proceso educativo.

La realización de este ideal requiere de llevar a cabo un proceso, conocer y mantener un ritmo, y este camino consiste en vincular la libertad intelectual, en presencia del conocimiento, con la disciplina en la adquisición de hechos ordenados.

En Los fines de la educación el autor propone y distingue tres etapas en el desarrollo educativo del ser humano, según se enfatice la libertad o la disciplina en relación al progreso intelectual. Estas etapas son:

  1. Fase de fantasía o romántica. Abarca los primeros 12 años, aunque puede extenderse hasta los 14 años.
  2. Fase de precisión. Corresponde al periodo de la educación secundaria.
  3. Fase de generalización. Periodo de entrada a la vida adulta en la educación formal universitaria. (Whitehead, 1957. p. 40.)

La distinción de las características de cada ciclo, no es exclusivamente cronológico sino de énfasis. En cada etapa se persigue un fin educativo: la expresión de libertad intelectual, el logro de la disciplina intelectual y la conjunción de ambos aspectos, que conllevan a reiniciar el ciclo.

En la etapa romántica la nota dominante es la libertad intelectual, ésta podrá expresarla el alumno cuando se despierten y respeten sus intereses ante las diferentes manifestaciones culturales. Es conveniente evitar la rigidez de la disciplina, ésta debe ser dirigida y subalterna para mantener el interés.

En esta fase se considera al estudiante el heredero del saber de muchos siglos de civilización, pero no debe dejársele perder en el laberinto de los hombres de la Edad Glacial. El profesor ha de destacar los actos importantes, presentar ideas simplificadas y los nombres usuales, fortalecer los ímpetus naturales del deseo de conocer del alumno.

Sin embargo, muchos profesores ignoran o pueden menospreciar estos argumentos, descuidan la importancia de motivar a sus alumnos, exaltando el conocimiento propio por encima de la necesidad de comunicarlo.

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