La importancia de las antinomias en el proyecto crítico kantiano

Un modo de abordar los dilemas a los que se enfrentaron los filósofos del último cuarto del siglo XVIII es recuperando el planteamiento de Frederick C. Beiser, para quien la cuestión que más interesó en dichos tiempos a la mayoría de los pensadores podría entenderse como el problema de la “autoridad de la razón3 .

Esta primera causa del cuestionamiento a la autoridad de la razón se fundamentaba, pues, en el conflicto entre la razón y la fe, en el cual la primera amenazaba con acabar a la segunda y abría, con ello, un peligro que no tuvo su aparición plena sino hasta finales del siglo XIX, pero que algunos pensadores como Jacobi observaron claramente: este peligro, por su puesto, era el de la llegada del “nihilismo”4 . Además, junto con estos sucesos y, en parte, como consecuencia de ellos, la razón ilustrada amenazaba con reducir la totalidad de los eventos de la naturaleza, incluido el propio hombre y su sociedad, a una serie de relaciones causales que, en términos de moralidad, instigaban un pensamiento y una práctica utilitarista.5

La otra causa de cuestionamiento a la autoridad de la razón fue la fragilidad que ésta comenzó a mostrar para apoyar sus argumentos y fundamentar sus críticas contra todo tipo de dogmatismo, pues si bien ella se presentaba como la facultad crítica por antonomasia, sostenida por un principio básico, esto es, el principio de razón suficiente, este mismo principio la obligaba a un examen constante de todas sus bases, lo cual, por un lado, o bien la llevaba, si era consecuente, a una regresión al infinito6 que derivaba en el escepticismo, o bien, si no aceptaba el cuestionamiento de sus principios, a un retroceso hacia el dogmatismo.

Contra estos problemas y límites que empezó a mostrar la razón, tanto en su uso teórico como en el práctico, hubo en el terreno filosófico, por lo menos, dos grandes respuestas.