Objetos reales Clarence Irving Lewis tenía en mente esta caracterización de las categorías al sostener, refiriéndose a Kant, que los principios a priori de interpretación categorial se requieren para limitar la realidad, no para limitar la experiencia.13 Pero Kant, de acuerdo a Lewis, confundió estos dos tipos de principios y quizo limitar a priori la experiencia, desembocando en el absurdo de negar que tengamos experiencias de objetos que no son reales. Lewis se preguntaba si acaso el sabio de Königsberg no había tenido sueños.14 Yo creo que este absurdo se debe a que Kant manejaba dos caracterizaciones incompatibles de las categorías. Es obvio que si las categorías sirven para distinguir dos clases de representaciones (las que están sintetizadas objetivamente y las que sólo son subjetivas) no puede afirmarse que la condición para que las representaciones formen parte de la conciencia es la síntesis de acuerdo a categorías.15 Así pues, para sostener la imagen del conocimiento que he presentado más arriba es necesario manejar sólo la interpretación de las categorías como conceptos universales que determinan lo que es un objeto intencional o bien revisar la diferencia entre juicios de percepción y juicios de experiencia. En su artículo “Did the Sage of Königsberg Have No Dreams?”, L. W. Beck propone esta última estrategia para responder a la objeción que Lewis le hace a Kant.16 Lo que sostiene Beck en este artículo es que los juicios de percepción también hacen uso de categorías. Aun aceptando que en los juicios de percepción no establezcamos relaciones objetivas entre los contenidos de las representaciones, tenemos, al menos, que utilizar categorías -comenta Beck- para adscribir representaciones en tanto estados mentales a un sujeto particular.17 Pero incluso el contenido de las representaciones -agrega- debe estar sintetizado de acuerdo a categorías, pues en ellos hablamos de objetos con determinadas propiedades.18 La primera de estas observaciones de Beck (que en los juicios de percepción también hacemos uso de categorías, porque adscribimos representaciones en tanto estados mentales a un sujeto) es compatible con la caracterización de las categorías como aquellas funciones que nos permiten saber cuándo estamos hablando de objetos reales. Si bien es cierto que con ellos no podemos atar el contenido de las representaciones a una concepción del mundo real, al menos podemos tomar a las propias representaciones en tanto estados mentales como elementos del mundo real. Por ello, Beck considera que su interpretación de esta diferencia de juicios concuerda con la afirmación de Lewis, según la cual “lo que no puede ser real de una manera, lo es de otra manera.19” Sin embargo, esta manera de entender los juicios de percepción se expone a la siguiente objeción: cuando una persona que alucina emite un juicio de percepción como “Veo un elefante rosa” no está pensando en el elefante como un estado mental, sino como un animal que tiene determinado color.20 Es cierto que esa persona puede saber que está alucinando y emitir un juicio que determina objetivamente su estado mental, pero además describe lo que alucina como un objeto distinto del estado mental. Esto sugiere que esta observación de Beck no disuelve la diferencia entre juicios de percepción y juicios de experiencia; tan sólo señala que a cada juicio de percepción le puede corresponder un juicio de experiencia en el cual hablamos de estados mentales. La segunda observación de Beck (que incluso en los juicios de percepción hablamos de objetos) equivale simplemente a rechazar las categorías como conceptos que determinan lo que es un objeto real y quedarse con la interpretación que ve en ellas sólo funciones que determinan lo que es un objeto intencional. Esta es la manera más sencilla de evitar el absurdo que Lewis le atribuye a Kant. Debemos, pues, pensar el plano en el cual se da la subjetividad como un plano de objetos intencionales, algunos de los cuales van describiendo el mundo real, otros no. Y la diferencia entre objetos meramente intencionales y objetos reales no hay que hacerla depender de la aplicación de categorías, sino de una mayor o menor coherencia entre los juicios que puedan formularse acerca de los objetos.21
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