10 de abril de 2004 Vol. 5, No. 3 ISSN: 1607 - 6079
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Segunda línea de investigación: Laura Benítez

Una segunda línea de interpretación es señalada por Laura Benítez, quien considera que:

Descartes estableció deductivamente o en alguna forma, o, si se prefiere, por el método de la hipótesis, el modelo óptico del universo, dividiendo la materia en cuerpos luminosos y opacos. Así, el mundo esta constituido, para Descartes, por las estrellas con su efecto luminoso, los planetas y cometas con la capacidad de reflejar la luz y los cielos transparentes, como el medio necesario para la transmisión de la luz. (9)

El fenómeno de la luz, según esta línea interpretativa, funge como modelo para la organización del universo, lo cual podemos constatar en la jerarquización de los cuerpos materiales: sol y estrellas fijas, cielos, tierras y cometas, que corresponden a cada una de las propiedades de los cuerpos ópticos: cuerpos luminosos, transparentes y opacos. (10)

Además, como aspecto asociado a esta interpretación, la luz desempeña el papel de fenómeno paradigmático o ejemplar que permite, a través de las consideraciones epistemológicas asignadas a ella, extenderlas o generalizarlas al resto de los cuerpos materiales. Ello puede apreciarse en los primeros capítulos del Mundo. Así tenemos que en el primero de ellos, titulado: “De la diferencia que existe entre nuestras sensaciones y las cosas que las producen", la luz es abordada a efecto de enfatizar la diferencia entre lo que la produce y la idea o sensación que tenemos de ella. Este cuidado epistemológico se debe generalizar al resto de nuestras sensaciones. Asimismo, en el segundo capítulo, al exponer el carácter correlativo al movimiento material -en función del choque entre partículas- el caso analizado es el del fuego, cuyo calor y luz dependen del movimiento de las partículas que en él se entrechocan. La elección del fuego obedece a que es, de entre las fuentes luminosas, la más cercana a nosotros para su estudio.

En el tercer capítulo la flama es nuevamente el caso a partir del cual se ilustra la distinción entre los dos tipos de materia corpórea que Descartes admite: los cuerpos sólidos y los cuerpos líquidos.

La flama es líquida en virtud de la agitación del movimiento de sus partes y la facilidad de la separación que pueden éstas experimentar. Es cuerpo líquido, desde luego, también el aire. Los cuerpos duros (aquéllos que separa la flama) lo son por la resistencia a separarse que experimentan sus partes.

En el desarrollo de la teoría de los elementos, Cap. V, nuevamente propiedades ópticas entran en juego. Cabe destacar que aún cuando Descartes distingue entre las denominaciones de estos elementos y los objetos comunes a que se refieren, no resulta casual que el primero de ellos sea, nada menos, que el elemento Fuego. Escuchemos a Descartes:

Concibo el primero que podemos nombrar el elemento del fuego, como un licor, el más sutil y penetrante que haya en el mundo;... Al segundo, que podemos tener por el elemento del aire, lo concibo también por un licor muy sutil comparándolo con el del tercer elemento... Además de estos dos elementos; ya no admito más que un tercero, a saber, el de la tierra, cuyas partes, pienso, son mucho más grandes y se mueven mucho menos rápido en comparación con los del segundo. (11)

En suma, esta interpretación admite el fenómeno de la luz en el seno de la obra cartesiana con un papel de modelo para la organización del universo; por un lado, y por otro, como ejemplo o caso paradigmático que permite ilustrar de una manera eficaz consideraciones epistemológicas, y la tipología corpórea de Descartes.

Benítez señala en su interesante Estudio introductorio, además, que otra vía de interpretación sería dada por aquélla que postula el fenómeno de la luz como un modelo teórico que, surgido en el campo de la óptica ha sido transpuesto a la teorización del universo, sin embargo no la suscribe.

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